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Política material del cuidado

¡NUEVO BLOG!

Una mirada antropológica a la política material del cuidado

Desde 2008, como parte de un trabajo colectivo derivado de diferentes proyectos comencé a recopilar información y materiales en un blog para uso del grupo de investigación en el que colaboraba, que casi convertí en un repositorio de uso personal donde colgaba el material web que me voy encontrando, así como la información semanal que me llega con un ‘tracker’ de noticias. Esto es, un archivo un poco impresionista de cosas que consideraba relevantes para mi trabajo de tesis (centrada en la teleasistencia para personas mayores).

Sin embargo, en mitad del proceso de escritura de mi tesis, y como parte de su consecución, me pregunté ¿y si pusiera todos estos materiales a disposición de los demás, abriendo un espacio para el debate, para la reflexión y encuentro de los ‘tecnoCUIDADanOS‘? De ahí nació la nueva versión de este blog…

¿Por qué ‘tecnoCUIDADanOS’?

Sé que la grafía es horrible y que el concepto suena  abstruso, pero no es menos extraña la idea a la que responde y que, me gustaría defender, pudiera ser de enorme interés.

Pienso que el cuidado está en transición desde hace unas décadas. Y, particularmente se encuentra en un proceso de cambio brutal, o mejor dicho de creciente y constante ‘traducción‘, salpicado cada vez más por la introducción de muy diferentes tecnologías (desde lo que se conoce en el medio como ‘ayudas técnicas’ -bastones, andadores, sillas de ruedas, audífonos, etc.- hasta formas cambiantes de domótica y el diseño accesible/universal, tecnologías de información diversas -teléfonos, móviles, portales web, redes sociales, etc.-, o proyectos de robótica).

Sistemas tecnológicos, dispositivos, aparatos y cacharros de la más diversa índole a los que se destinan ingentes cantidades de dinero público/privado y cuya promoción viene siempre acompañada de grandes loas en las que estas tecnologías aparecen como los heraldos de un cambio en los servicios y prácticas del cuidado: contienen, o eso se dice, promesas de liberación y de transformación del cuidado, o al menos de alivio de parte de sus cargas y problemas para las personas cuidadoras y para quienes reciben el cuidado. Unas tecnologías que, eso se dice, permitirían responder con mayor eficacia a los retos del cuidado ante los imperativos que plantean el cambio demográfico y las transformaciones en la distribución sexual de las tareas de cuidado ‘causadas’ por la incorporación de la mujer a la ‘vida activa’… (aunque la formulación no puede ser más problemática, véase aquí).

Sin embargo, hablamos poco de esto: de la vida cotidiana con todos estos aparatos que han venido poblando y colonizando el mundo cotidiano de muchas personas (de formas crecientes) bajo la égida de un nuevo futuro de ‘mejora de la calidad de vida’ para aquellas personas con situaciones ‘crónicas’. Y, desde luego, muchas de las personas que acaban usando o empleando estas tecnologías no han sido partícipes de su diseño, ni tienen un modo específico de hablar de las mismas. No hay un lenguaje para hablar del ‘tecnocuidado’ más allá de los términos que ponen en nuestra boca los ingenieros, desarrolladores y proveedores de estos servicios. Por no hablar de que en muchas ocasiones se trata de tecnologías propietarias, verdaderas cajas negras incrustadas en nuestras vidas a las que no podemos meterles mano, a riesgo de perder la garantía de los productos, estando los saberes para meterles mano muchas veces protegidos por el secreto industrial.

Servicios pensados para que los usemos como ‘meros receptores’, siendo nuestras necesidades perpetuamente pensadas por otrxs que saben más sobre nuestra vida que nosotrxs mismxs. En ese sentido, diferentes movimientos asociativos críticos con los modelos médico y social de la discapacidad vienen alertando desde hace años de situaciones de ‘doble discriminación’ o de n-ple discriminación por diferentes causas. Y entre ellas está también el modo en que se diseña, comercializa, repara y distribuyen los cacharros, que generan no pocos quebraderos de cabeza (véanse, a modo de ejemplo, los problemas que puede suscitar el diseño de sillas de ruedas y otros muchos aparatos o ‘ayudas técnicas’, como se las llama en el argot, por no hablar de los problemas planteados sobre estos servicios por parte de diferentes activistas).

Pero en la idea hay algo más: abrirnos a la idea de pensarnos como ‘tecnoCUIDADanOS’ es pensar qué política del cuidado queremos y qué formas técnicas/tecnológicas, qué formatos de organización y colectivización del cuidado priorizamos y por qué. La intención es que estos materiales, debates y reflexiones pudieran quizá ayudar a abrir ese espacio de debate a partir de una mirada modesta sobre los cuidados tecnológicos. Pero una mirada atenta a las maneras en que distintas personas diseñan, promocionan, implementan o usan tecnologías para el cuidado de otras o de sí mismas.

Prestar atención a esto quizá nos permita re-pensar qué es la ciudadanía: no ya sólo como una serie de derechos o garantías que pueden reclamar personas que habitan en ciertos contextos institucionales, ampliamente intervenidos por lógicas de gobierno liberal (de entre los cuales al menos hasta ahora podríamos citar servicios de cuidado altamente mediados por tecnologías, subsidiados/financiados total o parcialmente por medio de administraciones públicas, gestionados de forma crecientemente externalizada y cuyo acceso suele venir, cada vez más, mediado por el poder adquisitivo o la renta), sino como algo que pudiera ser re-pensado a través y desde las prácticas de cuidado y sus infraestructuras de servicios/tecnologías. Esto es, desde lo que nos proponen, permiten, impiden y ocultan prácticamente; desde el trabajo de cacharreo que suponen e implican y que, comúnmente, queda doblemente invisibilizado:

“During the twentieth century it was commonly argued that care was other to technology. Care had to do with warmth and love while technology, by contrast, was cold and irrational. Care was nourishing, technology was instrumental. Care overflowed and was impossible to calculate, technology was effective and efficient. Care was a gift, technology made interventions. […] This book sings another song. If we insist on the specificities of caring practices it is on different terms. Rather than furthering purifications, the authors in this book insist on the irreducibility of mixtures. Caring pratices, to start here, include technologies […] If they happen to be helpful then they are all welcome. At the same time, engaging in care is not an innate human capacity or something everyone learns early on by imitating their mother […] Technologies, in their turn, are not as shiny, smooth and instrumental as they may be designed to look. Neither are they either straightforwardly effective on the one hand, or abject failures on the other. Instead they tend to have a variety of effects Some of these are predictable, while others are surprising. Technologies, what is more, do not work or fail in and on themselves. Rather, they depend on care work.

On people willing to adapt their tools to a specific situation while adapting the situation to the tools, on and on, endlessly tinkering” (Mol, Moser & Pols, 2010: pp. 14-15)

– Mol, A., Moser, I., & Pols, J. (2010). Care: putting practice into theory. In A. Mol, I. Moser & J. Pols (Eds.), Care in Practice. On Tinkering in Clinics, Homes and Farms (pp. 7-25). Bielefeld: Transcript.

Una de las preguntas que subyace a esta indagación, por tanto, es: ¿cómo podemos convertirnos, pasar de sujetos cuidados por la tecnología a ser ‘tecnocidanos‘ y qué pudiera implicar esto?

Tecnocidadanos es un neologismo que se forma de la hibridación entre tecnociencia y ciudadanos. Los tecnocidanos son todos esos ciudadanos expertos que proliferan en esta era tecnocientífica. No es sencillo conceptualizarlos, aunque sea muy fácil visualizarlos. Son tecnocidanos, entre otros, los miles de hackers que dominan las TIC (trabajando a favor del software libre y el copyleft), como también todos los ciudadanos cuyas preocupaciones medioambientalistas o sanitarias les han conducido hasta la lectura y discusión competente de temas especializados y hasta muy recientemente reservados al mundo académico. También tenemos otras lecciones que aprender de los movimientos antinucleares de la década de los 60 o de los afectados por el SIDA en los 80. En ambos casos, surgieron ciudadanos que no aceptaron dejar en manos de los expertos asuntos de tanta trascendencia política y social. Aparecieron colectivos que lograron apropiarse del lenguaje técnico y expresar sus inquietudes en unos términos que no pudieran ser ignorados por los propios ingenieros o médicos. Y así es como algunos ciudadanos trataron de compatibilizar la necesidad del rigor con la voluntad de ser solidarios. Mucho se discute acerca de si estas iniciativas son el germen de un nuevo contrato social, basado en ideales comunitaristas, filantrópicos, descentralizados, horizontales, abiertos, como los únicos valores capaces de restaurar en toda su amplitud las nociones de bien común, libre acceso al conocimiento, y gestión coparticipativa en los proyectos.”

–  Antonio Lafuente (2012), “Tecnociudadanía y procomún III. Autoridad expandida

Y, a partir de aquí, quizá podamos articular diferentes versiones de lo que algunos colectivos denominan ‘cUIdadanía‘, una transformación en la idea de ciudadanía a partir del cuidado, por medio de la que se propone:

UNA NUEVA REORGANIZACIÓN SOCIAL DEL CUIDADO, donde:

– Los hombres tomen su parte de responsabilidad y dejen por fin de ser beneficiarios privilegiados de este trabajo y pasen a ser parte activa de este trabajo necesario.

– No seamos nosotras las que nos adaptemos a las exigencias del mercado capitalista conciliando dobles o múltiples jornadas y sin derechos ni garantías sociales y laborales mínimas.

– Debe ser la sociedad en su conjunto (instituciones, empresas, Estado) la que se organice teniendo en cuenta las necesidades y exigencias de la vida, esto es, del cuidado.

Por eso hablamos de crear nuevos derechos de la sociedad del cuidado, DERECHOS DE CUIDADANÍA, para una sociedad que pone el cuidado en el centro y se organiza en función de estas necesidades vitales.

– Agencia de asuntos precarios (2007), “Manifiesto del 8 de marzo de 2007

Espero, por tanto, que este pueda ser un espacio para articular un lenguaje sobre los ‘CUIDADOS’, ‘tecno’, de ‘cUIdadanxs’. Esto es, un espacio para pensar en cómo convertirnos en ‘tecnoCUIDADanOS’, abriendo el debate sobre las diferentes versiones e interpretaciones que pudiéramos darle al imperativo ético que cobija: ‘tecnoCUIDAD’ / ‘tecnoCUIDA…OS’.

Por el momento, todo lo que hay es una apertura personal de la cuestión, una propuesta de materiales y reflexiones derivada de mis proyectos y mis ideas. Pero me gustaría abrir este espacio como un híbrido: museo, archivo y foro de encuentro sobre cualquier forma de cuidado, con cualquier técnica o tecnología.

¿Podrá convertirse este blog en un espacio abierto a diferentes formatos de interrogar qué es eso de la ‘tecnoCUIDAdanía’?

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