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Del cuidado inteligente al diseño del cualquiera

ciudadesenbeta

Colaboro con el pequeño texto “Del cuidado inteligente al diseño del cualquiera” (pp. 9-13) en el libro “Ciudades en Beta: De las SmartCities a los SmartCitizens“, editado por Martin Tironi (2016). Santiago de Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile, presentado recientemente:

Este volumen pretende hacer visible, a una audiencia especializada como no-especialista, diferentes comprensiones y aplicaciones del término Smart City, proponiendo problemáticas, casos y conceptualizaciones que van más allá de una visión tecnologizada del urbanismos smart. Permite pluralizar y a la vez tomar distancia crítica de esta ola de Ciudades Inteligentes, mostrando las múltiples formas de inteligencia que adopta la vida urbana, que pueden ir desde la recomposición de espacios públicos hasta sofisticadas formas de gestión en transporte. Digámoslo de otra manera: aquellos productos diseñados y definidos por “sistemas expertos”, no tiene el monopolio de lo smart, y el prototipo espontáneo de una cancha de fútbol o de una barrera anti-ruido elaborada por un colectivo ciudadano puede ser tan inteligente o más que que un brazalete wearable. Lo importante es estar atento a esas pulsiones y gestos,  sensores y desplazamientos urbanos. En suma, la vocación de este libro es abrir el debate sobre las Smart Cities, explorando a partir de diferentes perspectivas y disciplinas (Antropología, Diseño, Ingeniería, Sociología, Arquitectura, Políticas Públicas…), la pregunta sobre qué implica una práctica urbana inteligente y sus efectos en la estructuración de la ciudad y sus discursos.  Algunos de los ensayos aqui reunidos formaron parte de la conferencia organizada por Diseño UC y el académico Martín Tironi en 2014 (¿Smart City para Ciudadanos Inteligentes? Re-pensando la relación entre espacio, tecnologías y sociedad) y otros son de autores nacionales e internacionales que aceptaron la invitación a re-pensar las implicaciones y ramificaciones del término Ciudad Inteligente.

El texto entero puede descargase en PDF

Aquí os dejo mi intervención:

Del cuidado inteligente al diseño del cualquiera

‘La acción humana depende de todo tipo de apoyos, siempre es una acción apoyada […] No podemos actuar sin apoyos, y sin embargo tenemos que luchar por los apoyos que nos permitan actuar’ (Butler, 2012)[1].

Tecnologías inteligentes del cuidado y el problema del diseñador como figura solitaria de autoridad

El cuidado cotidiano y de larga duración sufre una transición gigantesca desde hace pocas décadas, configurándose como uno de los asuntos públicos de la más importante índole en la mayoría de países postindustriales. No es infrecuente leer en numerosos cotidianos reflexiones ante el envejecimiento poblacional creciente (que pone en riesgo tanto el cuidado informal como las formas de mutualización reguladas por aparatos estatales). Pero también son conocidas desde hace décadas las innumerables reflexiones y politizaciones desde espacios feministas que han venido luchando contra la invisibilidad de esta práctica de sustento vital cotidiano, su minusvaloración y los problemas derivados de considerarse algo ‘propio de las mujeres’, no formalizado ni remunerado apropiadamente.

Aunque quizá la cuestión más relevante en esta última década tenga que ver con el gigantesco desarrollo de tecnologías digitales ‘inteligentes’ que ofrecen nuevas soluciones para, supuestamente, hacer ‘más eficaces’ las prácticas y relaciones de cuidado. Sistemas tecnológicos, dispositivos y aparatos ­(como sensores ambientales para tomar registros, aplicar algoritmos y crear representaciones de patrones de usos de la casa o predicciones de situaciones de dependencia; o geolocalizadores y dispositivos de alarma) en los que se están invirtiendo ingentes cantidades de dinero público y privado para su desarrollo. Y cuya promoción viene siempre acompañada de grandes loas en las que estas ‘tecnologías inteligentes’ digitales aparecen como heraldos de un cambio en las formas de cuidar: contienen, o eso se dice, promesas de economización del cuidado, así como de alivio de parte de sus cargas para las personas cuidadoras y para quienes reciben el cuidado. Unas tecnologías que, así se suele plantear, permitirían responder con mayor eficacia a los retos del cuidado ante los imperativos que plantean el cambio demográfico y las necesarias transformaciones destinadas a acabar con la distribución sexual asimétrica del trabajo de cuidados.

Sin embargo, a raíz de mis trabajos a lo largo de los últimos 8 años explorando etnográficamente esta tecnologización inteligente del cuidado (analizando la implementación de servicios de telecuidado para personas mayores, participando en el diseño colaborativo de productos de apoyo o ayudas técnicas auto-construidas, o realizando estudios sobre los modos en que son implementadas las infraestructuras urbanas de accesibilidad), quisiera plantear algunos compromisos o cuestiones que suelen quedar por fuera de esta promesa de un ‘futuro inteligente’ que parecen traer los dispositivos automatizados de las grandes firmas o de las instituciones públicas promotoras de estos grandes cambios tecnológicos.

En no pocas ocasiones las personas que acaban usando o empleando estas tecnologías no han sido partícipes de su concepción más que de un modo enormemente residual, colateral o robándoles las ideas al vuelo en sesiones de supuesta ‘co-creación’. Cierto, ‘los usuarios’ no suelen tener un modo específico de hablar de las mismas más allá de los términos que ponen en su boca los ingenieros, desarrolladores y proveedores de tecnologías inteligentes. Pero esto acaba haciendo que, lamentablemente, la mayor parte de ocasiones en supuestos proyectos de diseño participativo o colaborativo, bien por la rapidez con la que estos se realizan debido a presiones industriales o dado el modo en que los diseñadores se posicionan en estos procesos, acaban dando lugar a:

(a) dispositivos metodológicos en los que se pide a los usuarios que colaboren con su trabajo no pagado más que con una retribución simbólica proporcionado toda suerte de información sobre sí mismos o testeando los aparatos, pero haciendo esto de un modo que comúnmente impide que los usuarios puedan participar en el formateo de la información relevante o en la conceptualización final de esos proyectos (a lo que podríamos denominar una forma de ‘diseño colaboDativo’ o extractivo, donde la colaboración consiste en dar información para que esto pueda ser usado en la creación de un dispositivo de cuya comercialización esos ‘co-creadores’ no ven un duro); o

 (b) meros usos validadores o sancionadores de los aparatos ya creados (a los que podríamos denominar ‘diseño consultivo’ o ‘diseño corroborativo’ donde la voz del usuario es incorporada para decidir si le gustan unos productos cuyo diseño fundamentalmente ha venido predefinido y su conceptualización ha tenido lugar en otro sitio).

Aparatos, por tanto, que son pensados para que seamos sus ‘meros usuarios’, siendo nuestras necesidades perpetuamente pensadas por otros que, pareciera, saben más sobre nuestra vida y nuestras necesidades cotidianas de sustento y soporte vital que nosotros mismos. En esto parece residir su ‘inteligencia’ incorporada. Y, sin duda, traducen el esfuerzo de excepcionales profesionales del diseño y del ámbito sociosanitario que necesitan navegar entre enormes constricciones económicas, materiales y constructivas para poder ofrecer una solución de calidad que pueda entrar en mercados de productos de salud cada vez más altamente competitivos y exigentes. Pero, ¿son estas formas de ‘colaboración’ las que realmente queremos o deseamos para el diseño de elementos ‘inteligentes’ cruciales en nuestro sustento o en el de nuestros seres queridos? Esta ‘inteligencia’ parece un asunto demasiado importante como para que se la confiemos únicamente a los profesionales…

Asimismo, quizá pudiéramos aplicar un ápice de malicia al considerar los enormes esfuerzos puestos en práctica por los diseñadores profesionales y las industrias que les pagan para evitar que pensemos en, por ejemplo, configurar muchos de esos dispositivos una vez llegan a nuestro poder. Cierto que en ocasiones se trata de aparatos que están ‘cerrados’ porque toquetearlos pudiera alterar su eficacia o tener efectos perniciosos para nuestra salud. Y, claro, tiene sentido que en ciertas situaciones, como en el diseño de localizadores GPS de personas con demencia o Alzheimer, se busque dificultar ese toqueteo insistente de los usuarios para que los aparatos funcionen apropiadamente, pero en la mayor parte de los casos lo que opera como principal herramienta para evitar que esto ocurra no son sólo criterios de salud, sino los regímenes de propiedad que se ponen en juego: los saberes para intervenir estos aparatos suelen estar protegidos por el secreto industrial y perdemos la garantía de los productos si los abrimos. ¿Es este rol de autoridad o de guardianes de la industria el que los diseñadores quieren cumplir ante la sociedad? ¿Es esta la manera en que se quieren aproximar a dar soluciones, aplicando toda su ‘inteligencia’ a los problemas fundamentales de nuestro presente como nuestro sustento vital y cotidiano, o el modo en el que forjamos e intervenimos nuestros lazos de interdependencia, o el modo en que queremos vivir una vida en la que se respete nuestra diferencia? Quizá necesitemos invocar un modo de hacer distinto, donde los saberes de los diseñadores sean puestos a trabajar de otro modo, donde la inteligencia esté redistribuida.

Redistribuir la inteligencia ciudadana, tomar la infraestructura del cuidado

Desde 2012 colaboro estrechamente en el proyecto En torno a la silla[2], un colectivo de diseño crítico de Barcelona, integrado de forma heterogénea por arquitectos, manitas, activistas del movimiento de vida independiente, así como por etnógrafos-documentalistas, todos nosotros vinculados al despliegue de inteligencia ciudadana que ha supuesto el 15M en España. Un proyecto colectivo centrado en el uso de medios digitales de comunicación, documentación y fabricación para la auto-construcción y ‘diseño libre’ (por el modo en abierto con el que se conceptualiza, fabrica y documenta el proceso con el objetivo de que quien se sienta interpelado pueda participar) de productos de apoyo desde la filosofía de la ‘diversidad funcional’[3]. En este proceso hemos venido: (1) fabricando colaborativamente elementos para transformar los entornos de las sillas de ruedas, sus ocupantes y sus relaciones; (2) realizando muy diferentes tareas de sensibilización y protesta de las condiciones de inaccesibilidad, así como organizando eventos para visibilizar y mostrar la innovación cacharrera del colectivo de personas con diversidad funcional: y su ingenio para forjar aparatos, apaños y arreglos de bajo coste o de diseño libre y abierto a partir de los que las personas con diversidad funcional buscan hacerse la vida más a medida, con un estilo propio, diferente del de la industria tecnológica con planteamientos ‘capacitistas’ (bien con su estética hospitalaria y rehabilitadora para reconstruir y hacer presentables cuerpos carentes o haciendo primar el ‘que no se note’); así como encuentros de co-creación donde son estos usuarios con unas necesidades enormemente claras y bien especificadas los que dirigen y coordinan el proceso.

Sin dejar de considerar los enormes problemas para crear una economía sostenible en torno a estas prácticas, la auto-construcción o el cacharreo de colectivos como En torno a la silla bien pudiera estar ayudando a configurar una nueva forma de inteligencia ciudadana que traiga consigo una nueva práctica del diseño de tecnologías de cuidado centrada en la radicalización democrática de sus prácticas, procesos y productos. Una cierta idea de autogestión o de gestión participada (derivada del lema ‘nada sobre nosotros sin nosotros’ del Movimiento de Vida Independiente y de lucha por los derechos de las personas con diversidad funcional), que nos conmina a que cada cual en su diversidad recupere su voz a la hora de gestionar cómo quiere articular materialmente su vida. Politizando, por ende, nuestros formatos de diseño, haciéndolos más atentos a esas alteridades, a esos cuerpos diversos que comúnmente quedan fuera de las reflexiones y las consideraciones sobre cómo articular la vida en común.

En el fondo en situaciones análogas de cacharreo digital pudiera observarse la articulación o la infraestructuración de nuevos formatos y sujetos de la colaboración (una suerte de ‘cobayas auto-gestionadas’) que, atravesados por esta versión radicalizada de la colaboración en el diseño, articulan una nueva manera de pensar la ciudad inteligente: una en la que los ciudadanos toman y abren la infraestructura material (digital o no) del cuidado para repensar cómo quieren vivir[4]. Y esto convierte el diseño en un asunto del cualquiera, más o menos ignorante. Lo que no quiere decir rechazar los saberes de los artesanos o los profesionales del diseño, sino redistribuirlos y convertirlos en patrimonio de todos aquellos con los que se diseña (convocando a otros cualquiera a que le ayuden a mejorar lo que hace a través de la documentación y difusión de su proceso puesta a disposición de los demás).

Esto es, frente al diseño de la ciudad inteligente que nos priva de la capacidad de tener algo que decir sobre ella, una redistribución de la inteligencia ciudadana que altera las prácticas de diseño digital: un diseño hecho por ese cualquiera que comparte que necesita las cosas de una manera determinada y no le vale exactamente de otra, que quiere poder decidir sobre ellas y que a veces no tiene más remedio que cacharrear para poder seguir adelante, siendo todo el proceso frágil y requiriendo de un tipo particular de mimo para poder seguir haciendo (cuando las condiciones institucionales y económicas que nos fragilizan no parecen hacer más que dilatarse y extenderse, requiriendo de nosotros que pensemos en otros formatos comunitarios de mercados y relaciones económicas); un diseño que se documenta y comparte para que otros puedan crear sus soluciones para que ese cualquiera pueda intervenir en tener una vida personal y colectiva más digna y vivible. Un diseño para darse acceso a la vida pública o, mejor dicho, para auto-otorgarse el derecho a diseñar la propia vida con otros. Un cacharreo colectivo para crear dispositivos de cuidado en común…


[1] Butler, J. (2012). Cuerpos en alianza y la política de la calle. Trasversales, 26. En http://www.trasversales.net/t26jb.htm

[2] Véase https://entornoalasilla.wordpress.com/

[3] Una concepción desarrollada por activistas del Foro de Vida Independiente y Divertad español que sitúa en el centro la diversidad funcional constitutiva del ser humano en lugar del eje de dis/capacidad, planteando la discriminación histórica que han sufrido algunas personas en razón de su diversidad funcional como un atentado a la diversidad humana.

[4] Para un relato más detallado de esto véase Sánchez Criado, T., et al. (2015) Care in the (critical) making. Open prototyping, or the radicalisation of independent-living politics. ALTER, European Journal of Disability Research http://dx.doi.org/10.1016/j.alter.2015.07.002

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Antropocefa: un kit para las colaboraciones experimentales en la práctica etnográfica

Together with Adolfo Estalella, we contributed to the Special Issue of Cadernos de Arte e Antropologia, 5(1) “Micro-utopias: anthropological perspectives on art, relationality, and creativity” with this article in Spanish, published on pp. 155-167.

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Antropocefa: A kit for experimental collaborations in ethnographic practice

Through an ironic reflection put forward in a public performance, this paper seeks to unfold an argument around what we call “experimental collaborations”: an exploration with the aim to expand the call to experimentation with writing, opened up in anthropology in the 1990s, to a new locus: namely, fieldwork. We believe that such a displacement resonates with the transformations operated in the art world by participatory practices and the proposal of “relational aesthetics”. This article, hence, describes a “kit” for the experimental and collaborative renovation of ethnographic methods called “Antropocefa”. This kit allows us, then, to attempt a translation of such a relational sensibility into the production of collaborative devices in ethnography. This reflection emerged out of our ethnographic relation with artistic environments, whose practice around the production of “microtopias” has given us the chance to rethink the relations between the worlds of art and anthropology.

Antropocefa: un kit para las colaboraciones experimentales en la práctica etnográfica

A través de la reflexión irónica propuesta en una performance pública, el artículo despliega un argumento sobre lo que denominamos “colaboraciones experimentales”: una exploración que busca expandir el impulso experimental abierto en la antropología en los 1990s en el espacio de escritura hacia un nuevo locus, el trabajo de campo. Creemos que ese desplazamiento resuena con transformaciones introducidas en el mundo del arte por las prácticas participativas y la propuesta elaborada desde la estética relacional. El artículo describe un kit para la renovación experimental y colaborativa de los métodos etnográficos: el Antropocefa. A través de él proponemos trasladar esa sensibilidad relacional a la producción de dispositivos colaborativos en la etnografía. Nuestra reflexión nace de nuestra relación etnográfica con entornos artísticos, cuya práctica de producción generadora de “microtopías” nos ha ofrecido la posibilidad de repensar la manera de entender la relación entre el mundo del arte y la antropología.

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Care in the (critical) making: Open prototyping, or the radicalisation of independent-living politics

ETS

New article forthcoming in Alter – European Journal of Disability research, Revue européenne de recherche sur le handicap 10 (2016), pp. 24-39 (Special issue on Care & Disability, edited by E. Fillion, M. Winance, A. Damamme).

Care in the (critical) making: Open prototyping, or the radicalisation of independent-living politics

Written in collaboration with Israel Rodríguez Giralt & Arianna Mencaroni

ABSTRACT

In this paper we reflect empirically on some collective attempts at intervening the ways in which care for and by disabled people is being devised and carried out in Spain in austerity times. We highlight the novelties and challenges of the way in which these projects seek to tackle the current crisis of care through different forms of self-fabrication of ‘open’ and ‘low cost’ technical aids. We analyse them as forms of ‘critical making’ expanding the repertoire of independent-living and disabled people’s rights politics to the experimentation with technological production. Through the deployment of an empirical example of the prototyping process by the Barcelona-based activist design collective En torno a la silla we show how open prototyping constitutes a major challenge for the radicalisation of the independent-living movement’s precepts of control and choice, displaying the matter of care arrangements and making available its transformation.
KEYWORDS
Care; arrangements; independent living; critical making; prototypes

ACKNOWLEDGEMENTS

This research is part of an ongoing and very interesting discussion on careful design practices with our En torno a la silla mates (Alida Díaz, Antonio Centeno, Marga Alonso, Núria Gómez, Rai Vilatovà & Xavi Duacastilla) as well as the very nice people we have learnt to think with in the construction of its interactive documentary. To name but a few: Alma Orozco, Joaquim Fonoll, Mario Toboso, Carlos ‘Txarlie’ Tomás, Montse García and the Functional Diversity Commission at Acampada Sol. These ideas have also been extremely well taken care of and re-elaborated in the course of discussions and passionate politico-ethnographical reflections on design and care with Adolfo Estalella, Asun Pie, Blanca Callén, Carla Boserman, Daniel López, Jara Rocha, Marcos Cereceda, Manuel Tironi & Miriam Arenas.

FUNDING

This work was supported by the Spanish National R&D Programme 2012-2014, Ministry of Economy and Competitiveness under the research project: Expertise, Democracy and Social Mobilisation (EXPDEM): The Political Action of Groups Concerned with the Promotion of Independent-Living in Spain(CSO2011-29749-C02-02); and the Alliance 4 Universities postdoctoral grant for Tomás Sánchez Criado’s individual project A study of participatory and collaborative design experiences of care and independent-living technologies(ExPart, Oct. 2012- Oct. 2014).

Full text: UNCORRECTED DRAFT | PDF

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Vulnerability Tests. Matters of “Care for Matter” in E-waste Practices

"Waste-picker in the squatted warehouse in Barcelona extracting some copper pieces welded in a motherboard" CC BY Blanca Callén

Blanca Callén and I collaborate with an article in a special issue of  Tecnoscienza we are particularly happy to take part in: a whole exploration on ‘Maintenance & Repair in Science and Technology Studies‘ edited by our colleagues Jérôme Denis, Alessandro Mongili & David Pontille (thank you for the editorial work!).

Our text (see below for more information) is an exploration on “mending cultures” and their modes of “care for matter” understood from the “vulnerability tests” there being mobilised. It derives from a presentation in 2013’s CRESC conference, where we attempted to think comparatively on our projects on DIY technical aids and e-waste. Despite this comparison is something we might work a bit further in future publications, I’d like to thank once more Blanca for her generosity in allowing me to “think with” the materials of her very interesting project “Scrapping Politics

Vulnerability Tests. Matters of “Care for Matter” in E-waste Practices

Abstract: In this paper we will think ethnographically about how material vulnerability is dealt with and conceived of in the practice of informal menders. We explore different practices to “care for matter”, mobilized in dealing with obsolete computers, categorized as electronic waste, and will analyse the epistemic repertoires to acknowledge and intervene in such computers vulnerabilities. In dialogue with STS and Repair and Maintenance Studies literature, we will move from vulnerability as an ontological quality of the world to the enacted properties and epistemic repertoires emerging from concrete “tests”, through which we might learn how vulnerability matters. In particular, we pay attention to three specific vulnerability tests performed by these informal menders, underpinning particular distributions of labour as well as concrete enactments of vulnerability, and how to make it matter. Namely, sensing matter: manipulative practices of electronic waste whereby vulnerability is enacted as a property of materials; setting up informal experiments: informal practices of trial and error whereby vulnerability appears as a result of dis/functioning technical systems; and intervening in obsolescence: whereby sociomaterial orders regulate how material vulnerabilities are redistributed and put to the test.

Keywords: maintenance & repair; matters of care; vulnerability; test; electronic waste.

Published in Tecnoscienza: Italian Journal of Science and Technology Studies 6 (2) pp. 17-40 | PDF

Image credits ‘Waste-picker in the squatted warehouse in Barcelona extracting some copper pieces welded in a motherboard’ CC BY Blanca Callén

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Older People in a Connected Autonomy? Promises and Challenges in the Technologisation of Care

connected autonomy

New article published in the REIS (Revista Española de Investigaciones Sociológicas), nº 152 October – December 2015, pp. 105-120 published in English & Spanish

 

Older People in a Connected Autonomy? Promises and Challenges in the Technologisation of Care

(co-authored with Miquel Domènech)

Abstract

This paper offers an ethnographic interpretation of how in a changing context of family care different Spanish home telecare services provide older people with social links to prevent their isolation, granting them ‘connected autonomy’: the promotion of their autonomy and independent living through connectedness. To do so, services need to craft a network of ‘contacts’. Different versions of the term figuration are employed to describe the practical materializations of the forms of relatedness put in place by such services: what roles become available and explicitly supported; what other figurations of relatedness (e.g., kinship, friendship, neighbourliness) they come across; what happens when these different figurations of relatedness meet. In doing this, our aim is to allow space to reflect ethically on the practical relational promises and challenges of these forms of technologized care of older people.

Full textPDF in English

¿Personas mayores en autonomía conectada? Promesas y retos en la tecnologización del cuidado

(escrito en colaboración con Miquel Domènech)

Resumen 

Este artículo propone una interpretación etnográfica de cómo, en un contexto de cuidado familiar en transición, servicios de teleasistencia españoles buscan proveer a las personas mayores de vínculos sociales para prevenir su aislamiento, articulando una infraestructura de conexión y monitorización para promover lo que denominamos «autonomía conectada». Para funcionar estos servicios necesitan articular redes de «contactos». Empleamos diferentes acepciones del término figuración para entender los significados de la materialización práctica de diferentes formas relacionales por parte de estos servicios, prestando atención a: los roles que hacen disponibles; con qué otras figuraciones relacionales se encuentran y qué ocurre al encontrarse. A partir de esta descripción, abrimos un debate ético acerca de las promesas y retos relacionales que enfrentan los intentos por tecnologizar el cuidado de las personas mayores.

Texto completoPDF en castellano

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Analysing hands-on-tech carework in telecare installations: Frictional Encounters with Gerontechnological Designs

PrendergastAging

Chapter recently published in the book AGING AND THE DIGITAL LIFE COURSE, edited by David Prendergast and Chiara Garattini, Volume 3 of Berghahn’s Life Course, Culture and Aging: Global Transformations Series [ISBN  978-1-78238-691-9 (June 2015)]

Analysing hands-on-tech carework in telecare installations: Frictional Encounters with Gerontechnological Designs

(Co-written with Daniel López)

Brief summary 

In the past twenty years gerontechnological technologies have been marketed as plug-and-play solutions to complex and costly care necessities. They are expected to reduce the cost of traditional forms of hands-oncare. Science and Technology Studies (STS) have contributed to discussing this idea (for an overall perspective, see Schillmeier and Domenech 2010) by pointing at important transformations in the care arrangements where these technologies are implemented. Instead of just ‘plug-and-play’ solutions, transformations are found in protagonists, their roles and functions, and more importantly in redefining care. This chapter seeks to add new nuances to the definition of care in these scenarios by paying attention to what we term ‘hands-on-tech care work’. This terminology refers to the practices, usually undertaken by technicians (installation, repair and maintenance), which hold together the silent infrastructures that are now considered to be suitable and sustainable forms of care work for ageing societies. Hands-on-tech care work is usually hidden from most of the discussions concerning new care technologies for older people. On the one hand this is because installation, repair and maintenance work on telecare devices is considered as a mere technical procedure, i.e. not considered to be part of care work. On the other hand it is because of the widespread view that if technologies are well designed, installing them is simply a matter of ‘plug-and-play’. However, if we look carefully into the installation process, these concepts are easily refuted. This is because these technologies need to be continually welcomed, tuned, adjusted, tweaked, personalized, updated and installed.

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Hacer cuerpo

 

[Una primera versión de este texto apareció en el blog “Aprendizajes comunes” | Una segunda versión en “Fuera de clase“]

“Nadie sabe lo que puede un cuerpo”

Hacer cuerpo

Imagen con licencia CC BY, tomada de Wikimedia Commons

La mayor parte de las veces no sabemos que tenemos cuerpo hasta que lo sentimos, hasta que nos grita que no puede más, hasta que nos avisa de que como sigamos así se nos romperá, o hasta que se nos salta el corazón del pecho cuando recibimos una buena noticia o cuando vemos algo o a alguien que deseamos con pasión desenfrenada, hasta que no nos señalan con el dedo y nos discriminan por nuestro color de piel, nuestra morfología corporal, nuestra sexualidad o nuestra vestimenta o hasta que no nos damos cuenta de que la ciudad no ha sido hecha para los que son diversos, topando contra el bordillo de una acera que parece un acantilado. Para mucha gente el cuerpo es eso transparente que somos casi sin saberlo, eso que hacemos casi sin notarlo. Nos pasamos el día hablando de cosas que lo suponen, lo teorizan, lo tematizan, lo plantean, lo describen siempre de formas peculiares y, comúnmente, bastante enrevesadas: baste pasar por un bar un domingo por la tarde para que veamos cómo un simple giro de rodilla, una carrera mal pegada o un mal gesto en un campo de fútbol se convierte a ojos de muchas personas en algo sobre lo que dirimir incansablemente durante los días venideros. Pero el mismo oleaje de repercusiones puede desencadenar un do de pecho en un auditorio o una sutil caricia y una mirada entre las sábanas.

A pesar de esta inversión en maneras de contarnos, hay muchas veces que lo consideramos, lo notamos o lo sentimos, pero no encontramos palabras o maneras de hablar de “ello”. Y es en esas situaciones que podemos reivindicar, aún sacándola de contexto, esa conocida frase del filósofo sefardí Baruch de Spinoza que, como un rayo contundente del pensamiento; que como un haiku, describe, ilustra y abre a la intuición de lo que tantas veces nos ocurre, pero de forma sucinta, contundente y cotidiana: “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”. Porque la mayor parte de veces no sabemos a ciencia cierta lo que es, o lo que puede llegar a ser “eso” que somos, en soledad o en colectivo, sin saber serlo hasta que prácticamente desempaquetamos hasta dónde puede llegar, con qué se puede conectar y cómo puede crecer o menguar en su capacidad de acción.

Hay diferentes formas de “hacer cuerpo”

Hacer cuerpo2

Imagen con licencia CC BY, tomada de Wikimedia Commons

El caso es que “el cuerpo” ha venido siendo uno de los grandes asuntos del pensamiento para no pocas tradiciones y culturas. Nuestras contemporáneas instituciones educativas e investigadoras están ancladas culturalmente en una particular herencia semítica que, aun en su versión moderna, nos ha venido obsesionando acerca de los dimes y diretes de la homología o la unicidad de cuerpo y alma. Y ese fenómeno que aquí y ahora llamamos cuerpo, se nos aparece casi siempre en singular; eso que permite describir y mostrar lo que somos en tanto que seres únicos e individuales: el chasis o el basamento de lo que somos como personas. Disciplinas como la filosofía desde el siglo XVI o más recientemente desde el siglo XIX la biología o la psicología no han cejado de intentar analizarlo, diseccionarlo, estudiarlo, delimitarlo y medirlo de cien maneras, ponerlo en palabras e imágenes (como esas fabulosas láminas y transparencias de anatomía superpuestas que nos sugieren  su compleja composición, digna de un orfebre); e incluso convertirlo en un asunto de interés público, como en los estallidos de una pandemia, o el desarrollo histórico de las prácticas de higiene… (para una historia cultural del cuerpo, consultar los volúmenes de Corbin et al., 2005; Feher et al., 1999)

Pero la contundente frase de Spinoza resuena y percute una y otra vez volviendo sobre nosotros, como la marea sobre la playa, desfigurando esa imagen individual y nítida. Y el caso es que, aunque se han construido edificios increíbles de conocimiento sobre lo que se dice son nuestros organismos –la composición irisada de nuestra piel, los tejidos de nuestros órganos, el funcionamiento de la percepción o la circuitería bioelétrica de lo que llamamos sistema nervioso–; y aunque dediquemos innumerables horas a aprender a moverlo con la gracia y salero de una bailaora o con la precisión fina de un carpintero, cuando menos nos lo esperamos “eso” nos sale por peteneras, se nos aparece siempre mezclado y otras fragmentario y distribuido; y nos muestra algo que antes no habíamos notado o visto y se nos abre por un sitio que no hay quien lo entienda, objetive o ponga en palabras, al menos de primeras.

En estas situaciones esa experiencia con aristas y bordes pronunciados se nos aparece como lo que necesitamos paladear o discernir, invirtiendo dinero y esfuerzos considerables para encontrar el instrumental, los dispositivos de registro, con el objeto de entender e intervenir eso que nos pasa, en otras palabras, para “hacer cuerpos”(Mol & Law, 2012): para conjugar eso que se aparece y que se manifiesta en no pocas ocasiones con una pluralidad que no acaba de poder componer una imagen unitaria, sistémica y bien ordenada de lo que somos y podremos ser. Porque, a pesar de lo que creamos, la tozudez extraña de eso que somos no se nos revela a primera vista y requiere de nosotras nuestra mejor inventiva para crear buenas preguntas que nos permitan mostrar la pluralidad y las muy diferentes maneras de hacer cuerpo (Mauss, 1996), para hacerlas relevantes.

Aprender a afectarnos

Hacer cuerpo3

Imagen con licencia CC BY, tomada de Wikimedia Commons

Sin embargo, una de las principales cuestiones a plantear para poder comenzar a hacerse buenas preguntas es quién tiene la competencia del  “hacer cuerpo”. No en vano  el cuerpo ha venido siendo desde hace algunos siglos uno de los principales lugares donde se ejerce el control social y en torno al cual se han venido erigiendo innumerables saberes monopolio de expertos que quieren “decir verdad” sobre lo que nos pasa, o lo que es más: que dicen saber lo que nos pasa. Un cuerpo que “tenemos”, pero que en realidad “es tenido” por otros. Un cuerpo que quizá tengamos que redistribuir, lo que es tanto como aceptar que tendremos que pensar entre todos, en común, lo que nos pasa.

METABODY. FUENTE: “LA AVENTURA DEL SABER”

Tener el cuerpo, recuperarlo, sin embargo, requiere de nosotras un pequeño esfuerzo, porque en el fondo significa “[…] aprender a afectarse, esto es a ‘efectuarse’, a ser movido, puesto en movimiento por otras entidades, humanas o no humanas” (Latour, 2004: 205). Y para ello necesitamos aprender, hacernos sensibles a nuestra propia experiencia, a eso que somos y a toda la gran cantidad de cosas que, en realidad, ya sabemos; a lo que nos da la vida y, sobre todo, a lo que nos mata. Por eso, necesitamos encontrar maneras de reunirnos en torno a nuestra experiencia para explicar en palabras, para crear cacharros y buscar diferentes andamiajes articulatorios que nos permitan discutir y compartir nuestras experiencias, nuestras dolencias y gozos (Despret, 2008).

Hay ocasiones en que esto se nos hace muy fácil, porque la experiencia compartida, aunque difícil siempre de articular, se nos revela de forma brutal y preclara. El increíble historial de tecnologías y saberes bélicos, así como la violencia y masacres que han permitido a lo largo del siglo XX han sido, paradójicamente, uno de los mayores vectores de explicitación de los límites y nuevos escenarios para hacer cuerpo. Pensemos, por ejemplo, en el uso de gas en la Primera Guerra Mundial donde se experimentó a placer con innumerables compuestos químicos para aniquilar masivamente, donde los diferentes bandos en contienda intentaron controlar o diseñar las nubes de aire mortal, no sin muchas veces acabar muriendo víctima del propio “terror desde el aire” ante un cambio de viento, aprendiendo de forma macabra a entender sus efectos en las propias carnes (para un desgarrador relato de la utilización masiva de gases de cloro el 22 de abril de 1915 en Ieper, Bélgica, por parte de los alemanes, véase el relato de Sloterdijk, 2006: pp. 76-78).

Pero en la mayor parte de otras situaciones necesitaremos encontrar la manera. Y requerirá de nosotros un esfuerzo para intentar, como nos proponen ZEMOS98, “representar las realidades no comúnmente representadas en los medios”, con el objetivo de que más allá de una brecha entre saberes expertos y profanos, podamos explorar los contornos de una educación expandida sobre lo que es nuestro cuerpo, sobre lo que nos pasa. En contextos como el que nos explican en este vídeo buscaban “representar visualmente el trabajo en grupo y su inteligencia colectiva”, generando talleres y montando pequeños experimentos para “escuchar iniciativas de otros lugares y poder conectarlo con lo que está pasando en tu vida”. Experimentos, situaciones, cacharros y formas de sentarse a compartir la experiencia del tipo de las que aquí nos relatan (sobre cómo mostrar a los migrantes; juegos con diseños metodológicos para construir representaciones en común, como el montaje de la portada de un periódico ficticio de economía feminista) son cruciales para hacer accesibles y apropiables por parte del común los procesos de conocimiento del “hacer cuerpo”.

ZEMOS 98 Re-Mapping Europe. FUENTE: “LA AVENTURA DEL SABER”

“[…] Es a partir de la construcción de una comunidad de experiencia que cada cosa que experimentamos puede convertirse en mundo común” (Despret & Galetic, 2007: 61). En esta línea, pensar en el “hacer cuerpo” pudiera abrir una línea de indagación modesta sobre los cuerpos y los saberes comunes de diferentes colectivos y grupos –despectivamente denominados legos, bastardos o desclasados–; experiencias enormemente inspiradoras que nos ayudarían a hacernos buenas preguntas sobre el hacer cuerpo para así poder recuperar y redistribuir la competencia del aprender a afectarnos. En ello nos van muchas cosas. La primera y más importante quizá sea la posibilidad de extender la democracia a territorios encarnados dominados por el saber experto y tecnocrático

Referencias

Corbin, A., Courtine, J.J. & Vigarello, G. (Eds.) (2005). Historia del cuerpo (3 vols). Madrid: Taurus.
Despret, D. (2008). El cuerpo de nuestros desvelos. Figuras de la antropo-zoo-génesis. En T. Sánchez Criado (Ed.), Tecnogénesis. La construcción técnica de las ecologías humanas (Vol. 1, pp. 229–261). Madrid: Antropólogos Iberoamericanos en Red.
Despret, D. & Galetic, S. (2007). Faire de James un “lecteur anachronique” de Von Uexküll: esquisse d’un perpectivisme radical. En D. Debaise (Ed.), Vie et Expérimentation: Peirce, James, Dewey (pp. 45–76). Paris: Vrin.
Feher, M., Naddaff, R. & Tazi, N. (Eds.) (1989). Fragmentos para una historia del cuerpo humano (3 vols.). Madrid: Taurus.
Latour, B. (2004). How to talk about the body? The normative dimension of Science Studies. Body & Society, 10(2-3), 205–229.
Mauss, M. (1996). Las técnicas del cuerpo [1934]. En J. Crary & S. Kwinter (Eds.),Incorporaciones (pp. 385–408). Madrid: Cátedra.
Mol, A. & Law, J. (2012). Acción encarnada, cuerpos actuados. El ejemplo de la hipoglucemia. En R. Ibáñez Martin & E. Pérez Sedeño (Eds.), Cuerpos y diferencias(pp. 153–177). Madrid: Plaza y Valdés.
Sloterdijk, P. (2006). Esferas III: Espumas. Madrid: Siruela.

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Experimental collaborations: An invocation for the redistribution of social research

xcol-logo-DEF

Positional paper published in Convergence: The International Journal of Research into New Media Technologiespart of the research programme #xcol – Experimental collaborations

Experimental collaborations: An invocation for the redistribution of social research

(co-written with Adolfo Estalella)

Abstract: This positional paper argues in favour of a research program for the exploration of experimental collaborations, a methodological approach whose epistemic engagement with the empirical work is experimental and whose relational mode is collaborative. Digital technologies have effected a process of redistribution of social science research by which non-experts and lay people are increasingly using and developing tools for the production of sociological knowledge. Under these circumstances we argue that such a redistribution of social science research is an opportunity to renew the epistemic practices of social scientists. With the proposal of experimental collaborations we invoke a twofold displacement for social research: From a merely observational to an experimental mode or research; and from individualistic or merely engaged conceptions of research to a collective exploration of problems yet unknown.

Keywords: experimental collaborations, redistribution of methods, experimentation, collaboration, co-production of science, hybrid institutions, devices, methods, methodology, Internet

Pre-print:

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¿Cuidar a través del diseño? Presentación en Objetologías

Post originalmente publicado en “En torno a la silla

BAU Objetologías

El pasado 17 de junio Alida, Marga y yo presentamos en BAU en la I Jornada de Objetologias: la materia contraataca

En nuestra presentación reflexionamos sobre los retos de la diversidad funcional para el diseño y cómo pensar éste desde una ética del cuidado.

Relatograma Objetologías

Además del relatograma de Carla os dejamos por aquí el texto en PDF y la presentación que lo acompaña (con fotos y dibujos)

– “¿Cuidar a través del diseño? Cacharrear como una manera de hacer sitio a una vida independiente y más en común” (Marga Alonso, Alida Díaz y Tomás Sánchez Criado)

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Ese conocimiento que la razón tecnocrática ignora (y 3): Vulnerabilidad y mimo de la experimentación del cualquiera

Incubadora infantil con detección y control sin contacto

[Publicado en el blog Fuera de Clase – Periódico Diagonal]

Podéis descargar el PDF aquí

Con esta tercera y última entrega de “Ese conocimiento que la razón tecnocrática ignora” quisiera clausurar esta trilogía que se me estaba haciendo ya un poco larga. Y quisiera que este cierre tuviera que ver con poner sobre la mesa un debate, con proponer una reflexión sobre qué ignora en realidad la razón tecnocrática y qué efectos tiene esto sobre esas experiencias epistémicas “fuera de clase”.

Permitidme, pues, antes de nada una recapitulación de la narrativa fragmentaria desplegada hasta ahora desde el pasado verano:

(1) La primera entrega, “¿Del doctor como el mejor gobernador?”, se hizo bajo la forma de un aviso, intentando reconocer un timbre de bajo fondo que recorre la transformación de saberes, técnicas y prácticas políticas contemporáneas. Quería situar el debate en las formas menores en que se expresa eso que he venido en llamar “la razón tecnocrática”, intentando enunciar algunos modos concretos en que busca capturar o asediar la experimentación del cualquiera. No pudiendo en un único post más que advertir vagamente la tenebrosa mezcolanza que esta práctica epistémica y política muestra en la actualidad –esa tenue línea que une “meritocracia”, “talento” y “titulitis” con “atribución de capacidad política”, algo así como una agencia de rating de la participación y la voz en lo que nos concierne– y teniendo de bajo fondo de mi argumento un clamor a favor de la humildad epistémica: no olvidar la necesidad de pensar que para que exista democracia esta debe ser un asunto del y desde el cualquieray, así, evitar que reproduzcamos las escalas de valores, jerarquías de saberes y funciones políticas que han tejido este espacio institucionalmente tenebroso que es el Estado español. Recordemos, si no, el lóbrego papel de los psiquiatras durante el Franquismo, o el papel que en ese orden institucional han venido ocupando ciertas posiciones profesionales, que siguen siendo relevantes para pensar la “Cultura de la Transición (CT)”, como el médico, el arquitecto, el ingeniero, el economista, el abogado, etc. (Nada más lejos de mi intención que vilipendiar saberes cruciales para nuestro sustento cotidiano, así como para abrir nuevos espacios de experimentación epistémica, sino rehusar ese gesto de desdén que algunas personas ponen en acto cuando practican de un modo tecnocrático su posición profesional o cuando reclaman pasivamente el advenimiento de la tecnocracia como solución a nuestros males).

(2) La segunda entrega, “¿El estallido de comunidades epistémicas experimentales?”, se planteó en la clave de la esperanza, intentando transmitir la sorpresa y gozo que debiéramos sentir ante la apertura o el corrimiento de tierras experimentales que se ha venido produciendo en nuestras prácticas epistémicas recientes. Hablaba del estallido reciente de lo que llamé “comunidades epistémicas experimentales”, que han venido dislocando o desplazando la práctica epistémica y política de los lugares e instituciones del saber y la gobernanza hasta ahora instituidos, generando nuevos dispositivos para pensar colectivamente, compartir herramientas y probar o ensayar formas de lo político; pero también intentaba poner el énfasis en la importancia de que estas experimentaciones han venido resquebrajando aún más la brecha entre expertos distanciados y sus cobayas (con o sin consentimiento informado). Me detenía, por tanto, en la hibridación de la cultura libre y el activismo encarnado que los estallidos post-15M han venido poniendo encima de la mesa con fuerza, por nombrar ámbitos de creación epistémica y política reciente que considero abren un lugar específico para “lo fuera de clase”.

Hablaba, sin embargo, de experimentación no sólo porque me guste ser juguetón con las palabras o simplemente por incorporar un vocablo cool del ámbito del arte, sino por la cercanía o vecindad de estos modos de producción de conocimiento con la práctica real de los laboratorios científicos (y no su visión mítica): porque en estos espacios se nos hace necesario explorar constantemente los afueras de nuestros modos convencionales de pensar y actuar; haciéndonos cargo de la materialidad cambiante y vibrante que nos constituye, en mundos complejos como los contemporáneos, donde nos des/componemos a través de nuestras relaciones con microbios y afecciones somáticas muy diversas, infraestructuras de comunicación, catástrofes climáticas, sistemas de vivienda, formatos de propiedad intelectual, etc. que posibilitan articular sociomaterialmente nuestra agencia; esto es, que permiten o interfieren en nuestras posibilidades de actuación particulares para hacernos cargo de lo que nos afecta. Y me regodeaba en el hecho de que el resultado que su unión ha producido una situación novedosa, que ha permitido a las antiguas cobayas de la razón tecnocrática explorar y experimentar con otras alternativas vitales y existenciales, buscando maneras para devenir algo así como “cobayas auto-gestionadas”, haciendo “la revolución de los cuerpos, desde los cuerpos, para los cuerpos, en los cuerpos…”, esto es, desde su diversidad radical.

Los posts de Adolfo Estalella y Luís Moreno Caballud, que interpelaron lo que aquí escribía, especificaron y mejoraron la propuesta para dar cuenta de ámbitos con los que dialogaba, pero no desarrollaba: hablaban de la importancia para el estallido de esta experimentación epistémica de un amplio tejido de prácticas culturales, que ha venido constituyendo un campo fértil de reflexiones sobre la creatividad y sus agujeros negros. Ambos textos colocaban el foco en las relaciones complicadas entre las nuevas prácticas epistémicas experimentales –que han saltado del ámbito de las profesiones creativas y se han diseminado con la aparición de fenómenos de hibridación epistémica, mencionando las mareas como un buen ejemplo de ello– con las innumerables formas de gestión del emprendizaje cultural. Unas formas de gestión a las que podríamos oponerles una reflexión sobre el “derecho a la experimentación”, así como sobre la vulnerabilidad relativa al carácter encarnado de la práctica cultural.

Nurses and babies at the Infant Incubator Institute or “Infantorium” (1905)

Experimentar (con/desde) la vulnerabilidad

“Pensar la vulnerabilidad surge como una necesidad frente al omnipotente relato de autosuficiencia en el capitalismo contemporáneo. Aquel que afirma que la vida es un camino individual, no compartido. Pero también frente a la mercantilización de nuestra fragilidad. La búsqueda legítima del bienestar deviene suculento negocio acorde con la idea de que empeñándonos podemos lograr la plenitud” (Silvia L Gil)

Pero ¿qué fue aquellas caras frescas de hace tres años, que creían poder cambiar el mundo de cabo a rabo, experimentando en la calle, juntándose con gente que no conocía de nada, poniendo en marcha mil y un proyectos e iniciativas de todo tipo, sometiéndose a los rigores de otra nueva propuesta de micro-financiación colaborativa y transparente para poder seguir haciendo? El caso es que no paramos, y cada día nos faltan menos razones para seguir no-parando, pero mientras tanto el escenario de darwinismo social se extiende y, por el camino, nuestras vidas se nos muestran cada vez más fragilizadas. Tanto que, seguramente, “llevamos el cansancio en nuestra mirada”. El coste, como en todo buen darwinismo social que se precie, lo estamos pagando de diferentes maneras todos, pero quienes más sufren son quienes ya no pueden ni cuidarse o no pueden hacer otra cosa más que malcuidar y malcuidarse… Nuestra existencia es ontológicamente frágil, pero lo es más aún si no se cuida nuestra fragilidad para que ésta pueda ser una potencia. Y, por muchas razones, esa fuente de esperanza de las comunidades epistémicas experimentales no ha conseguido hasta ahora convertirse en una ecología de prácticas estable, sino en un tenue oasis acechado y cercado por todos los sitios (¿con la intención de que devenga, quizá, espejismo?).

De alguna manera, esa amalgama extraña que he venido llamando “razón tecnocrática” no sólo no ha ignorado toda la experimentación que hemos venido practicando, sino que la quiere convertir, más bien, al nuevo orden basado en la “innovación”, nuevo modo específico de “hacer vivir, dejar morir” (por utilizar los términos de Foucault) de nuestras contemporáneas élites extractivas. Observemos, si no, las recientes noticias sobre los tejemanejes de Telefónica en torno al Medialab-Prado y la lucha abierta por la iniciativa SaveTheLab para contrarrestarlos –intentando visibilizar lo mucho que ha hecho este espacio para abrir un lugar para la experimentación epistémica del cualquiera, para dar cabida y soportar el procomún, “eso que es de todos (y no es de nadie)”–. La razón tecnocrática se quiere plantear liderando la revolución del talento, situando en la lucha por la cúspide a todos aquellos que quieran competir con su creatividad, creando y generando nuevos formatos de mini-empleo competitivo y articulando formatos de evaluación donde se especula sobre el valor relativo de procesos de “emprendizaje” o “emprendeduría”, siempre cada vez menos institucionalizados o permanentes. Por citar alguna de las cuestiones que comentaba Luís Moreno Caballud en este espacio hace unos meses: “El capitalismo neoliberal ha aprendido a poner a trabajar a el ocio y las capacidades creativas de la gente, a usar en su beneficio todo el caudal inmenso de producción cultural que los nuevos públicos activos educados en la cultura de masas y ahora en la cultura digital canalizan cotidianamente”.

Frente a ese escenario de darwinismo social, creo tiene sentido intentar balbucear, enunciar, poner nombre a “eso” que la razón tecnocrática ha ignorado y que no es estrictamente el conocimiento (troceado y distribuido hasta el infinito comoinformación) ni la creatividad (desfigurada y precarizada hasta la náusea por las políticas de innovación y emprendizaje), sino la experimentalidad de nuevas prácticas epistémicas y, más aún, la vulnerabilidad que sufren (porque toda práctica es vulnerable, en tanto requiere de un contexto específico para tener lugar, existir o mantenerse en el tiempo), pero que pudiera ser también lo que las alimenta y dota de potencia. Hablo de que las alimenta o dota de potencia porque la experimentación con la vulnerabilidad ha venido convirtiéndose recientemente en algo que blandimos para construir conocimiento juntas, desde lo que nos atañe, poniendo en valor nuestra singularidad, siempre de forma situada y, por ello, atendiendo a “la novedad”: porque es a partir de esa vulnerabilidad reconocida de nuestras prácticas y lo que las afecta que podemos comenzar una exploración de lo que la razón tecnocrática ignora, pudiendo llegar a “hacer ciencia con los desechos” (como bien expresa Antonio Lafuente al referirse a las rebeliones de enfermos, de colectivos de afectados que han venido vindicando, tramitando y construyendo conocimiento con aquellas evidencias o restos epistémicos que diferentes disciplinas habían dejado fuera del foco –su sufrimiento, los efectos secundarios de los fármacos, las enfermedades raras que nadie estudia, las posibilidades organizacionales y sanitarias más acogedoras con la diferencia, etc.–, empoderándose para construir otras relaciones con lo que les afecta, desde su fragilidad). Por tanto, si en el anterior post celebraba la importancia de la experimentalidad, creo que ahora necesitamos un desplazamiento de esa esperanza en la experimentación a una defensa del cuidado de la misma, como la mejor propuesta política que pudiéramos desarrollar para mantener con vida los espacios y conocimientos “fuera de clase”.

Sugiero llamar “mimo” a ese cuidado y atención cotidiana que requiere la experimentación con pasión; a ese buen hacer o a ese querer producir cosas o entornos para vivir mejor atendiendo a la vulnerabilidad de nuestras prácticas epistémicas experimentales. Lo que quisiera plantear aquí es el peligro atroz ante el que la razón tecnocrática nos sitúa; puesto que corremos el riesgo no ya solo de perecer o morir de hambre, sino de perder la capacidad de continuar experimentando ante esa gestión innovadora de la creatividad y el talento que nos matan de hambre… Es este olvido de la vulnerabilidad el que lleva a no considerar la propia vulnerabilidad inherente de nuestras “comunidades epistémicas experimentales”, la fragilidad constitutiva de sus prácticas: corporal, infraestructural, afectiva, epistémica. Y aunque nunca sepamos a ciencia cierta “cuánto puede un cuerpo colectivo” (razón por la que necesitamos seguir haciendo para experimentar en qué consiste prácticamente nuestra vulnerabilidad y nuestra potencia), este texto de cierre busca proponer el mimo como un imperativo, una tecnología política no necesariamente “estadocéntrica” que permita hacernos sensibles a los modos y elementos necesarios para seguir experimentando sin hacernos más vulnerables por el camino, para construir espacios y procesos más igualitarios. Esto es, más allá de los horizontes institucionales del paternalismo estatalista, la tecnocracia rampante y la precariedad absoluta.

Haciendo este giro quisiera resaltar la importancia de colocar en el centro del debate la vulnerabilidad de esos espacios y nuevas prácticas epistémicas experimentales. De las experiencias de vulnerabilidad y desamparo compartidas en los últimos años, quisiera haber aprendido que la esperanza, ese ejercicio constante de generación de posibles, es un trabajo crucial e ímprobo de abrir futuros. Un trabajo necesario, pero al que en no pocas veces nos sometemos colocando en la trastienda, olvidando nuestra vulnerabilidad constitutiva, eso que nos haría caer los brazos si siguiéramos haciendo en ciertas condiciones de precariedad. Si queremos abrir posibles no podemos olvidarnos de tratar “eso que nos permite experimentar”.
“De la Couveuse pour Infants” de Auvard (1883)

Responder al imperativo del mimo, sostener la experimentación del cualquiera

“Qué tipo de valor producen los encuentros, los cuerpos y los afectos, qué producimos en el ser-juntas de nuestros colectivos, cómo damos cuenta yhacemos cuentas de ese valor. Cómo se pone en común y cómo se generan cercamientos a esos saberes, valores y territorios de vida producidos colectivamente. ¿Cómo saltar de la productividad a la producción de territorios comunes de vida?” (esquizobarcelona)

Enunciar algo así como un “imperativo del mimo” aplicado a las prácticas de nuestras comunidades epistémicas experimentales nos invitaría a pensar en clave de cómo sostener la experimentación del cualquiera, yendo más allá de las declaraciones de intenciones sobre los parabienes de la cultura libre o el igualitarismo: hay que trabajar para permitir que los prototipos puedan mantenerse en ese estado permanentemente ß, pero sin olvidarnos de la continuidad necesaria para la implementación de estas ideas; evitando dejar de lado que las cosas nunca se hacen de una vez y para siempre, que el trabajo de traer algo a la existencia puede tirarse por la ventana si no se practica continuamente el mimo al que esa creación nos convoca; que por experiencia las cosas no duran, pero que no duran nunca de la misma manera y que tenemos que poder experimentar con lo que quiere decir la durabilidad en cada experimentación; que para que se mantengan las cosas en pie hay mucha gente e infraestructuras técnicas y afectivas implicadas, por lo que mejor no olvidarse nunca de la desigual distribución del trabajo que esto implica y la necesidad de un cierto mimo a la hora de pensar en evitar que nos dejemos a alguien fuera y que busquemos las mejores condiciones para el cualquiera siempre desde su diversidad; porque no sólo construimos con las ficciones, ideas y declaraciones de intenciones (cruciales para abrir lo posible), sino mimando nuestros terriblemente complejos arreglos sociomateriales, aprendiendo a “comprometernos” –en el sentido que le dota Marina Garcés a este término–, a explicitar que “el compromiso empieza en el hecho de reconocer que ya vivimos implicados, que ya vivimos en esas relaciones de interdependencia que nos vinculan los unos a los otros” y que comprometerse es ponerse en un compromiso, explorar las formas cambiantes de nuestra vulnerabilidad, compartiendo los problemas con los otros para poder ser más autónomos.

¿Cómo aprender, por tanto, a comprometernos, a sostener o, mejor, a institucionalizar este mimo, este cuidado de la experimentación que no puede sino ser experimental? Esa es la tarea colectiva que tenemos ante nosotras –y a la que quizá podamos ir contribuyendo desde este blog–, porque sostener y defender la experimentación del cualquiera, requiere pensar en instituciones que puedan mantener no sólo a las personas que experimentan o sus efectos, sino también las infraestructuras a partir de las que cualquiera pueda devenir experimentador, para que pueda seguir existiendo el conocimiento libre para que quien quiera pueda ponerse a experimentar con unas mínimas garantías. De hecho, algo parecido a esta reivindicación del mimo creo que se integra en recientes debates entre lo público y lo común (entre los formatos de gestión estatalizada o comunalizada, sus pros y sus contras).
Cómo hacer una incubadora casera (1944)

Experimentar con el mimo de la vulnerabilidad experimental para no vulnerabilizar la experimentación

“Internet permite que aquellos saberes que se consideraban informales, saberes comunes y corrientes pertenecientes a la vida cotidiana, competencias y pericias para desenvolverse en la realidad más mundana se transmitan, formalicen y compartan y, de esa manera, se revaloricen y cobren una relevancia que, de otra manera, quizás, hubiera pasado desapercibida […]. De lo que se trata, en el fondo, es de rescatar del olvido saberes valiosos para quien los necesite, de conceder cierta forma de reconocimiento comunitario a quien los comparte, de reivindicar la importancia de esos conocimientos supuestamente disminuidos frente a los conocimientos que la ciencia da por prevalentes” (A. Lafuente, A. Alonso & J. Rodríguez, ¡Todos sabios! Ciencia ciudadana y conocimiento expandido. Madrid, Cátedra, 2013: p. 53).

Dado que necesitamos aprender a mimar y encontrar modos y maneras de sostener nuestras comunidades epistémicas experimentales para que estas no sólo no se marchiten, sino que nos permitan seguir haciendo futuros mejores, quisiera sólo, proponer algunas vías de indagación a partir de las que pudiéramos dotar de contenido a esas instituciones que acogieran ese imperativo, así como  reconocer y mejorar como tales a esas instituciones que nos han venido ayudando a  sostener y dar sentido a nuestra experimentación desde el reconocimiento de su vulnerabilidad:

(a) ¿Qué modos de experimentación epistémica seremos capaces de producir con diferentes formatos incipientes o más desarrollados de institucionalidad?
(b) ¿Cómo articularemos, daremos voz y sitio en ellos a las vulnerabilidades (que no conocemos más que en la práctica o montando dispositivos para reconocerlas) de todo ejercicio experimental? ¿Cómo se podrá elaborar la conciencia de las mismas y de los modos de acometerlas, tomarlas en consideración?
(c) ¿Qué ejercicios de mimo se han venido ya planteando para sostenerlas o sortearlas, ya sea a partir de prácticas ad hoc o de ejercicios de construcción de un entorno sociomaterial (organizativo, técnico, económico, legal, etc.) acogedor para las mismas?
(d) ¿Cómo debieran ser, en suma, las instituciones que pudieran acoger ese mimo que permita la experimentación del cualquiera?

Quizá no sea suficiente la atención a la conservación de la diversidad epistémica mediante repositorios u otros formatos diagramáticos de documentación de nuestras prácticas de creación y experimentación archivando el conocimiento, haciendo la clasificación visible, permitiendo “su descarga para que no muera y siga vivo” (como no ha venido bastando en áreas como la biodiversidad o la diversidad cultural).

Quizá tampoco sirvan únicamente espacios proliferatorios o dinamizadores y potenciadores de las comunidades epistémicas experimentales, ayudando a hacer propuestas de mundos posibles, germen de millares de nuevas sociedades, formatos de relaciones y dispositivos de pensamiento…

Quizá debemos refundar o luchar por nuevos formatos de institucionalidad para nuestras prácticas epistémicas experimentales, pensados para que el cualquiera pueda venir a poblarlos, atentos a todas las voces que quedan fuera; y eso no lo podremos hacer sin cuidar de la experimentación epistémica: porque siempre necesitaremos de otros arreglos o de arreglos cada vez más específicos, sin los cuales nuestra vida no sólo sería menos interesante, sino en ocasiones inviable. La experimentación será crucial para pensar espacios pensados desde la vulnerabilidad y la necesidad de un cuidado emancipador e igualitario, desde la promoción la igualdad de oportunidades, el desarrollo colectivo de las singularidades y la diferencia.

Quizá necesitemos, por tanto, montar o refundar mimatorios, donde estas prácticas experimentales tengan cobijo, pero no como las fallidas incubadoras neoliberales (esosviveros de iniciativas de negocio), que no nos dan más que un cascarón vacío en el que sólo quedan los restos de la experimentación con olor a huevo podrido. Pienso más bien en espacios auto-gestionados por construir donde poder llevar a cabo nuestros quehaceres experimentales, donde poder controlar nuestro sostén, manteniendo vivos nuestros saberes de la experimentación y su relación particular con materiales, prácticas, ideas, herramientas, etc. Pero también espacios donde se mimen estas prácticas para que redunden en un buen hacer, donde se prueben y se experimenten formatos para dotarlas de condiciones mínimas de subsistencia y remuneración.

Necesitamos espacios donde experimentar con el mimo de la vulnerabilidad experimental para no vulnerabilizar la experimentación, porque en momentos aciagos como éste nos va la vida en ello…

[Dedicado a toda la gente linda con la que he venido aprendiendo a reconocer la vulnerabilidad, así como la necesidad de mimar la experimentación en diferentes espacios experimentales: como los que he venido compartiendo con lxs colegas de En torno a la silla y la OVI de Barcelona, EXPDEM y la Red esCTS, Fuera de Clase y TEO.
Agradezco especialmente a Adolfo Estalella su lectura atenta de este texto y sus sugerencias con alguna de las partes más oscuras del mismo, y también a Blanca Callén, con quien he venido en los últimos meses dando algunas cuantas vueltas a este problema de la vulnerabilidad y la experimentación]