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¿El cuidado desde/con las licencias libres?

El pasado 9 de octubre el amigo Adolfo Estalella publicó en su blog Prototyping, el post: Por favor, ¡comercien con mis artículos! (académicos), un alegato en favor del uso de licencias libres y, más concretamente, de licencias libres Creative Commons BY-SA que permiten que quienes derivan o remezclan a partir de nuestro original puedan extraer un rédito comercial siempre y cuando pongan en circulación su obra con la misma licencia (haciendo, por tanto, que cualquiera pueda aprovecharse de nuestros productos/invenciones/propuestas y que cualquiera pueda aprovecharse de los derivados que esto genere; una licencia que se ha venido empleando mucho en el ámbito del software libre).

Él intervenía, más bien y más en concreto, en el ámbito de la publicación científica, donde comúnmente han venido existiendo prácticas predatorias de los derechos de autor y su cesión por parte de editoriales de revistas y libros, y en donde la reacción de muchas personas ha sido poner en abierto papers u otros productos, pero de forma restringida empleando, licencias como la CC BY-NC-SA (Atribución, No comercial, Compatir igual) o CC BY-NC-ND (Atribución, No comercial, Sin obra derivada), siendo servidor uno de los que ha venido operando en ocasiones de esta manera: restringiendo el rédito económico posible de la obra derivada con la intención de evitar que en esa circulación en abierto y remezcla puedan lucrarse las mismas compañías o corporaciones que han generado una extracción indigna de valor a partir de nuestro trabajo (comúnmente sostenido por la hacienda pública, y a la que no se devuelve más que por impuestos indirectos –y en el caso español rara vez, puesto que si publicamos fuera de nuestro país es un dinero que va a fondo perdido a esas grandes editoriales del sector, como Thomson Reuters, dueña del ínclito ISI y gigante de la gestión de la información a todos los niveles en el mundo entero-).

En su post Adolfo, sin embargo, proponía una defensa/provocación del uso de una licencia libre Creative Commons que permite la comercialización (CC BY-SA) para la propagación de nuestros productos o derivados de la investigación científica (borradores de capítulos o artículos, proyectos, post, etc.), con la justificación de que al recibir dinero público no debemos privar a los demás de su máxima circulación, y que aplicando licencias libres que no permitan derivados comerciales limitamos la expansión de nuestras obras (no pudiendo, por ejemplo, colgar un vídeo para su uso y reuso en plataformas como YouTube, que automáticamente asume que si se publica un vídeo con licencia CC esta será CC BY), pero también que esto permitiría generar una economía de la cultura libre más tupida. Verbigracia:

[…] El sistema de la publicación académica, en manos de grandes editoriales privadas que controlan la economía del prestigio científico, hace imposible obtener remuneraciones significativas por las creaciones científicas. La mayor parte de nosotros aceptamos que esas grandes compañías hagan el mayor abuso comercial de nuestras obras, sin remunerarnos por nuestras creaciones (artículos, monografías, manuales, etc.) nos cobran por el acceso a ellas a precios desorbitados. Aceptamos eso pero sin embargo, no estamos dispuestos a que… nos sabemos quién obtenga un beneficio económico, por muy indirecto que este sea: la maestra en su asignatura, el profesor en su curso, la investigadora en la universidad. ¿Por qué habría de ser un problema que la circulación de nuestro conocimiento genere beneficios económicos entre colegas y, más aún, entre aquellos que probablemente sostienen económicamente con sus impuestos nuestros puestos de trabajo? Quizás sea una gran empresa editorial o audiovisual la que quiere beneficiarse: bienvenida sea su labor editorial si eso hace que circule nuestro conocimiento, pero quizás sea una asociación ciudadana, un aficionado o, lo que es muy habitual, otro de nuestros pares.”

– A. Estalella (2013): Por favor, ¡comercien con mis artículos! (académicos)

Sin embargo, en el tiempo que ha venido transcurriendo desde leer su post, discutir a viva voz y en otros foros sobre el tema con él y otras personas, me he venido preguntando (y no tengo la respuesta, si no no lo colgaría por aquí): ¿cómo plantearse, para la selección de una licencia libre, emplear una ética del cuidado (o, mejor dicho, del cuidado material)? ¿Podemos pensar un cuidado desde/con la invención y mantenimiento de ciertas licencias libres para ciertos casos y no otras? Un “cuidado con”, esto es, una llamada de atención y reflexión sobre qué licencias emplear y por qué. Pero también un “cuidado desde” porque, qué es la exploración e innovación en torno a las “licencias libres” sino la búsqueda de una intervención ética en la democratización del acceso y control a la circulación y extracción de valor de nuestro trabajo, un formato de cuidado colectivizado de las infraestructuras técnico-legales de las que nos dotamos para producir y hacer circular nuestros saberes y cacharros…

Una ética del cuidado material (derivada, por ejemplo, a partir de obras como las de Annemarie Mol) nos plantearía atender a la fragilidad del cacharreo y el mimo necesario para que emerjan nuestros productos y que estos puedan seguir en pie; pero también pensar y valorar los esfuerzos para que puedan tener otras vidas más allá de para lo que se pensaron o de lo que duraron con esa forma (no puedo recomendar con más insistencia visitar el blog/repositorio del proyecto de Blanca Callén “Políticas de la chatarra“, como modo de repensar el cuidado material de esas cosas frágiles por medio de las que vivimos). Es decir, un modo de atender a los procesos de materialización y distribución desde la consideración de la singularidad de cada caso; desde la atención a los formatos de relación que minan la construcción de relaciones igualitarias de interdependencia, a partir de descripciones detalladas de la distribución sociomaterial del trabajo y sus efectos (con especial atención a las obligaciones y recortes que acaban haciendo que esta sea en ocasiones una tarea distribuida en función de roles de género invisibilizadas, pero también en términos de relaciones discriminatorias de clase, raza o etnia), como lugar donde comenzar una exploración en este sentido.

¿Podemos, por tanto, pensar en un cierto cuidado por el modo en que se pone en circulación algo en unas ciertas condiciones y no en otras? ¿Podemos pensar en formatos siempre específicos que mimen o cuiden materialmente de nuestros proyectos comunes o colectivos (haciendo que estos sirvan para “construir una vida digna en condiciones de igualdad“, como dice Silvia L. Gil) a partir de un uso particular de licencias libres?

Desde mi papel de inepto total en todos estos temas, a raíz de sus disquisiciones y dado que en diferentes facetas personal e investigadora esta discusión sobre “qué licencia libre emplear y cómo” ha venido teniendo una importancia creciente, he ido indagando, porque no acababa de tenerlo claro. Hay innumerables proyectos de licencias libres diferentes a las Creative Commons, como las Move Commons (empleadas en algunos proyectos sociales) o las GNU (empleadas en proyectos de software libre), o tantas otras que se han venido empleando en otros ámbitos…

En fin, con el ánimo de aprender y mantener vivo el debate, publiqué mis primeras inquietudes, muy personales, parciales y seguramente poco elaboradas, como una contestación/comentario a su post. Pero hemos pensado que quizá le otorgaría mayor visibilidad si se hiciera “de muro a muro” y por eso lo publico por aquí con su mismo formato epistolar, para poder seguir el intercambio y dedicarle un rato a darle más vueltas a esto. También esto permitiría que quien quisiera intervenir y participar en la discusión estaría más que bienvenidx.

Por mi parte, cuelgo por aquí una versión ligeramente remozada y adaptada a los formatos de un post para ver por dónde sale el asunto…

Hola Adolfo

Para continuar con la amplitud del debate quisiera preguntarte qué opinas de esta disquisición de Bernardo Gutiérrez en su post “Copyfarleft, más allá del copyleft”  donde plantea que: “Algunas voces critican el copyleft porque el mercado extrae provecho del procomún”. Y habla de que: “La licencia copyfarleft ideada por Dmytri Kleiner podría  ser una solución contra el copyright” [Mis agradecimientos a Alma Orozco por colocarme en la pista de este artículo en una conversación fugaz].

He dedicado un rato a bichear sobre esto y he estado dedicándome a explorar toda una panoplia de consideraciones positivas y críticas que esta licencia ha recibido.

Me han parecido especialmente interesantes dos:

a) un post de Anna Nimus que describe la invención que supondría esta licencia como una ruptura con el mantenimiento del derecho de autor y de la autoría, en las que se basan y mantienen las licencias CC, a pesar de intervenirlas abriéndolas a otros modos de circulación (ah, qué sería de la publicación científica sin una autoría clara y mantenida en el tiempo, sin un autor a quien atribuir sus trabajos…);

b) otro interesante post de crítica de Alan Toner a la propuesta original: entre los comentarios al post está una interesante respuesta de D. Kleiner, en la que comenta que las licencias CC no han contemplado la materialidad de la producción artística, sobre todo en el ámbito del vídeo y la música (pero por qué no pensar en otras nuevas formas de hardware abierto…) y donde comenta que estas licencias más bien articulan, producen una diferencia entre el BY-NC-SA y el BY-SA.

Un ejemplo de este tipo de propuestas sería el experimento que se ha planteado en torno a la “Peer Production License

Se trataría de una licencia abierta parecida a la BY-SA pero “con algunas restricciones de mercado” (es decir, impidiendo que ciertas empresas, corporaciones o negocios hagan uso o se lucren con las remezclas o derivados de nuestros productos si los beneficios no son repartidos entre los trabajadores y/o la propiedad de la empresa no es de los trabajadores). Es un tipo de licencia en la que tiene interés alguna gente implicada en que no caiga el movimiento cooperativo.

Entonces, esto me ha hecho pensar enormemente aunque un poco a contrapié de tu propuesta de emplear la licencia BY-SA como licencia prioritaria para ejercitar la cultura libre en el plano de las publicaciones académicas. Y me preguntaba, al margen de la decisión concreta ideológico-económica, si podemos pensar en aplicar una única licencia de forma genérica, de propósito general para las cosas que vayamos produciendo en diferentes espacios académicos, independientemente del producto, el tipo de circulación y formato de mercado académico que queremos articular para cada uno de ellos.

Es más, pensando a partir de la propuesta de innovación legal de algo como un “copyfarleft” y centrándome en el mercado editorial y las publicaciones en abierto de las que hablas: puede que no queramos que se lucren terceros como grandes corporaciones editoriales con nuestros trabajos académicos, pero sí pequeñas editoriales o colectivos de publicación en abierto…

Es más, me ha parecido interesante para intervenir en ese debate que comentas sobre la política del Research Council de UK, y para hacerlo desde otras coordenadas, no olvidar la contestación de D. Kleiner al análisis crítico de su propuesta por parte de Alan Toner. Éste pone un interesante ejemplo de lo que pudiera suponer este otro tipo de licencia, para lo que habla de las obras del colectivo “sin autor” Wu Ming (“autores” de “obras” tan interesantes como “Esta revolución no tiene rostro“):

“[…] for lack of a copyfarleft style license, many creative producers like Wu Ming are currently employing Non Commercial licenses which, not only deny free access to random house (a good thing as this means Random House must pay them to publish their books) but also prevents commons based producers from producing copies as well, which is a bad thing, as it means the only way physical copies of the work are produced and circulated is by Random House.”

– D. Kleiner, comment 2 al post “Copyfarleft: An Anarchist Gema?” (2007)

Creo que es un ejemplo bastante potente que puede dar mucho que pensar, tanto sobre los formatos de autoría propuestos como sobre los mercados de la publicación y circulación de diferentes objetos, productos, etc.

Seguimos charlando…

Abrazotes

T

 

 

[Addenda del 25 de Octubre de 2013: Guerrilla Translation han adoptado esta licencia, convirtiéndose en “cobayas” de la misma,  entrando en negociaciones con Creative Commons para convertirla en una más del conjunto de licencias CC, como así lo expresan en su blog]

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Figuraciones de la colaboración, accesibilidad y el diseño del cualquiera

Hace unas semanas (el 26 de septiembre) participé en una mesa junto con Paco González en la sesión “Diseño colaborativo del espacio público”, moderada por Marc Grau y Joan Subirats, parte del Ciclo de debates del posgrado ‘Espacio Público: políticas urbanas y ciudadanía’ (UOC-UAB), que:

tiene el propósito de tratar el análisis, el diseño y la gestión del espacio público desde una visión transversal. Abordarlo desde múltiples dimensiones y capas, de forma integral, asumiendo la heterogeneidad y complejidad. Como tal, el espacio público es espacio de encuentro y de relación, integrando los principales valores de la ciudad; pero a su vez también es espacio de desigualdad, donde emergen conflictos y resistencias.

En este ciclo de debates queremos reflejar precisamente esta complejidad del espacio público. En la primera jornada trataremos sobre las oportunidades (y las limitaciones) del diseño colaborativo del espacio público, en tanto que estrategia para reforzar la inclusividad y la apropiación ciudadana del espacio. Y en la segunda, abordaremos el espacio público como espacio de control y de represión social, en concreto, en relación a diferentes formas de sexualidad que, a pesar de todo, encuentran también en el espacio público posibilidades de expresarse y de confrontarse con la hegemonía dominante.”

Aproveché la ocasión para experimentar con algunas ideas a las que le vengo dando vueltas en el último año (como parte de mi participación activa en el colectivo “En torno a la silla”, así como a raíz de numerosos debates con otra mucha gente vinculada y querida) y a las que en los últimos meses estoy en proceso de dar un poco más de forma:

1. ¿Cómo pensar qué significa participar en el diseño y cómo dar cuenta de ello? Ando explorando hacer algo así como una pequeña tipología de “figuraciones de la colaboración” en el desarrollo de tecnologías y productos de apoyo (a lo que me he venido dedicando tanto en la tesis como en mi investigación postdoctoral): esto es, una tipificación de los diferentes dispositivos o formatos de colaboración en procesos de creación colectiva por medio de los que se reúne y convoca de forma específica a personas, así como se delegan, recortan, presentan y esconden técnicamente diferentes distribuciones de tareas a las que serán sometidas, produciendo como efecto diferentes articulaciones o ensamblajes sociotécnicos:

Las tecnologías […] son formas de figuración materializada; esto es, aúnan ensamblajes [assemblages] de cosas [stuff] y significados en arreglos [arrangements] más o menos estables. Estos arreglos implican, por su parte, formas particulares de asociar humanos y máquinas. Una de las maneras de intervenir en las actuales prácticas de desarrollo tecnológico, por tanto, sería a través de la consideración crítica de cómo los humanos y las máquinas son actualmente figurados en esas prácticas y cómo podrían ser figurados –y configurados- de otra manera”

– L. Suchman (2007: p.227). Human-Machine Reconfigurations. Plans ans Situated Actions 2nd edition. Cambridge: Cambridge University Press (traducción propia).

El primer paso en nuestro método es reanimar la figura en el corazón de una determinada configuración, con el objetivo de recuperar las prácticas a través de las que viene a la existencia y se mantienen sus efectos. Reanimar una figura requiere prestar atención a su construcción retórica como ‘categoría de la existencia’, así como a las formas de corporeización que aparecen como sus ejemplos [stand as its instances]”

– L. Suchman (2012: p.49). Configuration. In C. Lury & N. Wakeford (Eds.), Inventive Methods: The happening of the social (pp. 48–60). London: Routledge ( traducción propia).

Y hablé en ese sentido, de algunos “falsos amigos del diseño colaborativo”, comúnmente empleados en el diseño urbano (véase, por ejemplo, algunas críticas recientes al formato participativo de Pensar Sol en Madrid: 1 y 2) y tecnológico:

(a)  usos validadores o sancionadores de procesos de diseño cuasi-completos (a los que denominé “diseño consultivo” o “diseño corroborativo” en función de la fase en la que se incorpora la voz del usuario);

(b) dispositivos en los que se pide a los usuarios que colaboren con su trabajo usando los cacharros o que proporcionen mucha información sobre sí mismos, pero haciendo esto comúnmente de un modo que impide que los usuarios puedan participar en el formateo de la información relevante para el curso de esos proyectos, productos y servicios (a lo que denominé formatos de “diseño colabodativo“).

2. Para interferir sobre esa tipificación de un modo política y éticamente relevante me está resultando increíblemente útil plantearme “a qué da acceso la accesibilidad”. Esto es, en qué nos permite pensar y cómo los discursos y prácticas en torno a la “accesibilidad urbana” (comúnmente entendida como un nicho discursivo de sistemas de medida antropométrica, tipificaciones de ambientes arquitectónicos y codificaciones legales que especifican las condiciones mínimas de tipos constructivos y sistemas de señalización para la diversidad funcional de sus habitantes, con el fin de hacer la ciudad más acogedora u hospitalaria, inscribiendo estas garantías o derechos en diseños urbanos “por defecto”, con los problemas que esto ha podido generar).

En estos meses, sin embargo, he venido ensayando la propuesta de que quizá la accesibilidad pudiera ser vista, si la leyéramos a partir de las reivindicaciones de los grupos concernidos y colectivos activistas por la vida independiente, más bien como una propuesta de radicalización de la democracia, en tanto significaría: revitalizar una cierta idea de autogestión o de gestión participada (como la implicada en un lema como “nada sobre nosotros sin nosotros”), que nos conmina no sólo a dar voz a todo el mundo en cómo quiere gestionar su vida (incluso con todas las dificultades que en ello puede interferir la diversidad de cualquiera), sino también hacer que nuestros formatos de diseño político y tecnológico sean más atentos a esas alteridades, a esos cuerpos diversos que comúnmente quedan fuera de las reflexiones y las consideraciones sobre cómo articular la vida en común (incluso en lugares donde esto no debiera ocurrir, por su vocación horizontal e integradora del cualquiera, como en los estallidos comunitarios experimentales del 15M en los que un olvido sistemático de estas cuestiones ha venido siendo denunciando, entre otras, por las comisiones de diversidad funcional, tanto en Sol como en Plaça Catalunya).

La accesibilidad, por tanto, emerge como némesis del diseño entendido como actividad creativa de un genio solitario que sabe lo que nos hace falta. La accesibilidad pudiera pensarse, en suma, como némesis de una cierta política tecnológica y del diseño de nuestros entornos que se plantea desde una distribución asimétrica de tareas y desde un modo de convocarnos a una vida regida por criterios ajenos a los propios de cada quién.

3. E intenté cerrar, vinculando ambas cosas, hablando de cómo en el fondo en situaciones como las que propician talleres de diseño colaborativo de productos de apoyo (como los propuestos por Bajo Coste o Funcionamientos en el Medialab-Prado, estos últimos más bien en la línea del diseño abierto/libre) pudiera observarse la articulación o la infraestructuración de nuevos formatos y sujetos de la colaboración que, atravesados por esta versión radicalizada de la accesibilidad, nos sitúan ante nuevos retos urbanos, políticos y de diseño (si es que estos términos pueden separarse): proponía, por tanto, pensar en y desde el “diseño de, por y para el cualquiera”.

El diseño de un cualquiera que quiere ser más que un consumidor o un pagador para ser libre, que se junta con otros cualquiera más o menos ignorantes a pensar/hacer y que para hacerlo necesita algunas condiciones: colocar a los expertos y profesionales en un plano de paridad y ponerse a cacharrear y a aprender a hacer de un modo más acorde a cómo quiere vivir su vida (convocando a otros cualquiera a que le ayuden a mejorar lo que hace a través de la documentación y difusión de su proceso, intentando, por tanto, “hacer la accesibilidad accesible”); pero también el diseño hecho por ese cualquiera que necesita las cosas de una manera determinada y no le vale exactamente de otra, que quiere poder decidir sobre ellas y que a veces no tiene más remedio que cacharrear para poder seguir adelante, siendo todo el proceso frágil y requiriendo de un tipo particular de mimo para poder seguir haciendo (cuando las condiciones institucionales y económicas que nos fragilizan no parecen hacer más que dilatarse y extenderse, requiriendo de nosotros que pensemos en otros formatos comunitarios de mercados y relaciones económicas); el diseño, en fin, para que ese cualquiera pueda intervenir en tener una vida personal y colectiva más digna y vivible

Un diseño para darse acceso a la vida pública, para poder fabricar (literalmente) esa posibilidad de un “nada sobre nosotros sin nosotros”, aunque para poder decir eso con orgullo haya veces que sea imposible no gritar: “Cualquier sistema que montéis sin nosotros, será derribado“:

[…] La acción humana depende de todo tipo de apoyos, siempre es una acción apoyada […] No podemos actuar sin apoyos, y sin embargo tenemos que luchar por los apoyos que nos permitan actuar”

– J. Butler (2012).  Cuerpos en alianza y la política de la calle,  Revista Trasversales, 26 (junio)

Os dejo por aquí el vídeo de la intervención.
Pero podéis también echar un vistazo a la reseña de la jornada hecha por el propio Marc Grau aquí.

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Ese conocimiento que la razón tecnocrática ignora (1): ¿Del doctor como el mejor gobernador?

Podéis descargar el PDF aquí

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Fragmento de la ‘Alegoría del Mal Gobierno y consecuencias en la ciudad’ de los hermanos Lorenzetti (Fuente: Wikipedia)

 

La otra noche vagaba mentalmente leyendo la edición digital de El País. Buscaba algo de seudo-pornografía parlamentaria que llevarme a la boca para conciliar el sueño y, aplatanado por el calor, me crucé con el artículo El ‘blues del establishment’. Intrigado –el título era el mismo que el de la canción del recientemente recuperadoRodríguez–, pinché y entré… Y lo que vi no me ayudó a dormir porque, para que os hagáis una idea, ha acabado desembocando en la necesidad imperiosa de escribir estas líneas…

A modo de resumen: El artículo trazaba un paralelismo entre la bajeza moral y formativa de nuestra clase política y los desastres de nuestra situación actual. Dos temas muy en boga, que han llegado a su apogeo en los últimos años. Y entre sus propuestas para salir de esta diatriba… no, no hablaba de algo como el 15M o las innumerables propuestas que se han venido planteando en los últimos años de una política participativa, horizontal e inclusiva. Nuestro tecnocrático articulista abogaba más bien por que nuestra clase política debiera ser reformada por completo, incluyendo “a los mejores” (the best and brightest) en los puestos de dirección y decisión de nuestras instituciones públicas. Y para muestra un botón:

“[…] un Consejo de Ministros con seis doctores estaría mejor preparado y sería más independiente que el que tenemos para decidir sobre las complejas reformas financieras, tributarias o constitucionales que necesita el país.
[…] España se enfrenta a un enorme reto histórico de reforma que requiere recuperar la confianza de los ciudadanos en la política y a los mejores políticos al frente para llevar adelante las reformas”

Tuve que releerlo un par de veces, tomando aire. Una serie de preguntas tontas me rondaba la cabeza, sin cesar: ¿Por qué clase de arte de birlibirloque a una persona que ha cumplido todas las etapas de su ciclo formativo tal y como éste es definido por las instituciones certificadoras que rigen nuestra educación, por qué a alguien que ha obtenido el “más alto” título posible en una institución como la universidad, se le asume dotada de competencias que pudieran trasladarse sin mediar palabra a la vida pública? ¿Qué clase de cualidades harían de ella la más competente autoridad política, la que puede legislar y regir nuestros designios? ¿Qué hace de un doctor un buen gobernador?

De esta afirmación y lo que la sustentaba, no pude evitarlo, me sorprendió la simpleza de sus análisis. En primer lugar, ese conocimiento técnico de nuestras complejas sociedades modernas no suele residir en los políticos, como si fueran solitarios monarcas de la Alta Edad Media. Como representantes electos del pueblo (que pudieran y debieran venir de cualquier lugar y estrato social) sus decisiones se suelen tomar con la asistencia de un cuerpo de técnicos, asesores y funcionarios del estado (elegidos por concursos públicos de méritos), a los que se les consulta y pide su criterio en toda esta serie de materias, ya sea en la redacción de un texto legal como de una medida gubernamental. Pero incluso esta es una imagen bastante simplona. Sin entrar en complejos temas que nos asolan, como los cálculos del sistema de representación parlamentaria, las listas cerradas o una partitocracia anquilosados en lo que algunos llaman la Cultura de la Transición, siempre nos olvidamos que nuestros estados contemporáneos son animales extraños: entramados de instituciones pobladas por expertos que ocupan diferentes cargos, con sus distintos criterios de valoración; complejas maquinarias hechas para durar, pensadas para que las cosas funcionen incluso sin la existencia de representantes electos, como ocurre en momentos de crisis o estado de excepción.

En segundo lugar, la afirmación del articulista iguala nivel de formación a calidad y conocimiento como indicadores de lo que será un buen gobernante, cuestión que podríamos discutir ampliamente. Para empezar, sobre la calidad y el conocimiento: no le vendría mal considerar los enrevesados debates contemporáneos que existen sobre el significado de la calidad de nuestra formación científica y lo que quiere decir la excelencia en los espacios académicos (cuestión enormemente peliaguda y compleja que mejor dejamos para un futuro post y a la que podéis echar un vistazo en profundidad en este reciente debate en la revista Papers). Y, para continuar, se posiciona a favor de igualar nivel educativo a altura de cargo gubernamental sin cuestionar la curiosa asunción meritocrática que esto contiene…

Me pregunto: ¿Qué hace de la institución universitaria el último bastión, el guardián y baluarte de la creencia en la meritocracia? Cuesta entenderlo si no se ve como una enrevesada maniobra de devolver el lustre a tan denostada institución. Por otro lado, la meritocracia, como idea, no por estar muy extendida es menos cuestionable. Esa noción puebla nuestra vida social de imágenes de mundos justos, escalafones basados en el esfuerzo, permitiendo distinguir la posición que una persona ocupa en la vida de la de otras personas por sus virtudes morales, de conocimiento o de trabajo; esta idea permite justificar la creencia de que siempre en lo más alto de una sociedad estarán y debieran estar esos trabajadores honrados y esas estudiosas hormigas que merecen cobrar más y vivir mejor que esas perezosas y desarrapadas cigarras veraniegas. Un “fantástico” ideal de justicia social por el cual las mujeres con hijos, los parados, los desahuciados por las burbujas inmobiliarias o los colectivos con diversidad funcional merecen y deben vivir en la miseria…

No les negaré que algo de razón tiene al pedir que necesitamos una vida política un poco más digna, con un nivel de debate un poco más alto. No nos irían mal en ocasiones personalidades políticas de renombre que en lugar de espetarnos que eso no lo ha dicho“ni pixie ni dixie” pudieran recitar “de pe a pa” los recientes cambios evolutivos que han permitido escudriñar nuevas similitudes y diferencias entre el Homo Sapiens y los Nenderthales tras las recientes excavaciones en Atapuerca, por no hablar de los pros y contras y la potencia explicativa de un nuevo algoritmo de cómputo aplicado a la estimación de impago de un crédito por riesgo de desempleo, o de las últimas interpretaciones queer de ciertos personajes de la obra de Garcilaso de la Vega… Aunque suene a ironía, esto es de lo que muchas personas con título de doctor son expertas, siendo estos temas de investigación de lo más digno. Y sin duda creo que esa especificidad, rareza y pluralidad debiera ser defendida para que nuestras universidades sean esos lugares del saber erudito que a veces tanto nos hace falta.

Sin embargo, creo que la dignidad de nuestra vida política debe pasar por pensar en otros ideales de gobierno que no sólo sean los planteamientos tecnocráticos de ser gobernados por los más sabios y formados. A pesar de que ciertamente este sea un ideal republicano (en tanto que muestra una preocupación por el gobierno de la cosa pública sobre la base de razones y no de la fuerza), y que este ideal haya tenido no poco seguimiento, si lo siguiéramos más que ante una república de ciudadanos con igualdad de oportunidades estaríamos ante el gobierno de los herederos contemporáneos de la milenaria república de Platón. Esto debiera hacérsele relevante al articulista cuando, para apuntalar su falsa utopía del gobierno de los best and brightest pone el ejemplo de países como Chile, con profundas desigualdades sociales marcadas por el acceso a la educación, pero también en los que el acceso a la educación superior dista mucho de situarse en condiciones de igualdad de oportunidades. Aunque no hace falta irse al otro lado del charco para ver esto: el acceso educativo de los más desfavorecidos ha estado comúnmente mediado por estigmas de clase, género, raza y etnia o capacidad –baste una lectura somera de Los herederos de Pierre Bourdieu y Jean Claude Passeron para ver esto, pero recomiendo también escudriñar el informe de 2008 del Ministerio Español de Educación, Política Social y Deporte “Sociedad desigual, ¿educación desigual?” o bichear entre cualquiera de las más de 2000 referencias que podemos encontrar en Google Académico que tratan sobre la “desigualdad educativa” Asimismo, hablemos claro, es más que probable que las condiciones de acceso universal a la educación que apuntalarían su argumento como argumento democrático estén en peligro creciente por las recientes medidas neoliberales emprendidas en los últimos años.

Por mi parte, creo que necesitamos pensar de otra manera la relación entre formación, educación y práctica política a la tecnocrática propuesta del artículo que aquí me ha servido como excusa. Aunque, más allá de asegurar la igualdad de oportunidades educativa y la justicia y la transparencia de la meritocracia gubernamental, creo que eso pasa necesariamente por una cierta transformación del saber experto. Necesitamos transformar el lugar de privilegio que ciertas posiciones de enunciación tienen porque su criterio afecta a la vida de muchas personas, que no pueden sentarse en la mesa de negociaciones con esos expertos aunque se les vaya la vida con lo que esas personas decidan o designen. ¿Acaso es una triste y tonta utopía que el gobierno y nuestras instituciones estatales, que nuestra democracia, en fin, pueda pensarse horizontalmente y que en ella participen las propias personas que la sufren, de todo pelaje y condición, contando quizá con consejo experto, pero sin quedar atrapados en una tecnocracia más falsamente transparente, en la que ya no sólo no podríamos participar porque no somos los gobernantes electos sino porque “no sabemos”?

Este es una de los caballos de batalla del pequeño ámbito de trabajo de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología, en los que se ha venido planteando con fuerza el dilema de cómo construir democracias “más dialógicas”. Y no quisiera dejar pasar la oportunidad de compartir alguna de las interesantes ideas para ello que nos propondrían investigadoras como Sheila Jassanoff, que ya hace años argumentaba que no sólo necesitamos promover una mayor participación ciudadana para evitar los juegos tecnocráticos, sino que para que esa participación sea interesante o útil necesitaríamos desarrollar lo que ella denomina unas “tecnologías de la humildad”:

“Hay una creciente necesidad […] de lo que pudiéramos llamar ‘tecnologías de la humildad’. Éstas son métodos, o mejor, hábitos de pensamiento institucionalizados que intentan hacerse cargo de los precarios límites del entendimiento humano –lo desconocido, lo incierto, lo ambiguo, lo incontrolable-. Al reconocer los límites de la predicción y el control, las tecnologías de la humildad confrontan ‘frontalmente’ las implicaciones normativas de nuestra falta de predicción perfecta. Requieren de habilidades expertas y de formatos de relación entre los expertos, los que toman las decisiones y la opinión pública, diferentes de los que se consideraban necesarios en las estructuras de gobierno de la alta modernidad. Implican no sólo la necesidad de mecanismos de participación, sino también de una atmósfera intelectual en la que los ciudadanos sean alentados a poner en funcionamiento sus conocimientos y habilidades para la resolución de los problemas comunes” (Jassanoff, 2003: p.227; traducción propia)[1].

A esta mayor participación y creciente articulación de algo parecido a esas tecnologías de la humildad creo que apuntan la ingente cantidad de colectivos productores de conocimiento y las acciones experimentales que han venido emergiendo a borbotones en los últimos años, en cuyo desarrollo el estallido colectivo cultural del 15M ha tenido un gran impacto. Comunidades epistémicas construidas desde lo que vivimos cada cual, contando con el conocimiento de un cualquiera y lo que le afecta. Redes abiertas, “fuera de clase”, en las que experimentamos sobre nuestros límites morales y de conocimiento, sobre lo que podemos y queremos, pero no de cualquier manera… ¿Por qué no prestar más atención a esos formatos de conocimiento que la razón tecnocrática ignora?

(Continuará)

*Tomás Sánchez Criado


[1] Jasanoff, S. (2003). Technologies of humility: citizen participation in governing science. Minerva,41(3), 223–244.
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FUERA DE CLASE | Blog en Diagonal

Fuera de ClaseHemos iniciado una experiencia, el blog-experimento colectivo FUERA DE CLASE en el periódico Diagonal web.

Os dejo por aquí el texto del primer post

Esto que tenemos entre manos y que hemos llamado FUERA DE CLASE es un proyecto cuyo fin es pensar sobre los procesos de aprendizaje(s), en plural. Y es por eso que, en lugar de hacer de este post una presentación, queremos desplegar una serie de apuntes que hemos ido tomando mientras imaginábamos este proyecto que, más que iluminar, apuesta por producir cortocircuitos, pequeños fuegos y quizás fugas.

Creemos que construir este espacio supone tres -o al menos tres- cosas:

  • Desbordar las concepciones productivistas y sin duda limitantes que ligan la educación únicamente a la escuela, la universidad, la formación profesional, al aprendizaje formal, a la socialización primaria  o a tantas otras confusiones que solemos arrastrar con las nociones de educación, enseñanza y aprendizaje.
  • Pensar los procesos de aprendizaje como procesos abiertos, desde la potencia que les aporta el marco de una cultura libre (una cultura que facilita, genera y cuida de los aprendizajes liberados, liberadores o liberables).
  • Continuar/difundir la práctica de la “educación expandida”: término que alude a aquellas experiencias, ideas o metodologías educativas que se producen fuera de lugar y que ocurren a destiempo (a la ZEMOS98).

Proponemos, pues, un blog que se caracterice por ser una zona de experimentación; es decir, que opere como un espacio de problematización y de ensayo/error. Porque, creemos, debería ser un lugar de aprendizajes tanto para quienes interactúan con él (leyéndolo, escribiéndolo, comentándolo, copiándolo y por supuesto, incendiándolo) como para quienes lo construimos. Lo entendemos como una superficie de ensamblaje que funcionaría como espacio mediador entre distintos agentes, textos, discursos y experiencias. Esto es: que permita un flujo (tendente a) horizontal de los conocimientos y saberes sobre lo educativo. Que active encuentros y también -por supuesto- desencuentros entre ellos. Sería algo así como una tecnología “aprendiente”. Se trataría de ser capaces de explorar de modo amplio -entre lo global y local, arriba y abajo, fuera y dentro, al norte y al sur- los procesos educativos y las situaciones de aprendizaje más allá de lo entendido como “la educación”.

También hemos decidido que FUERA DE CLASE se dividirá en varias categorías temáticas que son los que más nos interesan:

1. Genealogías educativas más acá y más allá de la escuela
Una posibilidad para pensar y discutir, desde una perspectiva contra-histórica,  diferentes propuestas y experiencias más allá y más acá de la escuela. Un lugar para ir reflexionando sobre las posiciones ideológicas, las trayectorias y los lugares desde los que son y fueron enunciadas y puestas en práctica. Un espacio desde, y en el que, plantear diferentes concepciones de la educación con el fin de interpelarlas y ponerlas en marcha. Una grieta desde la que mostrar el pasado plural y a veces contradictorio que revelan las huellas de la influencia que ha tenido el poder sobre los discursos y prácticas en torno a la educación.

2. Política, prácticas públicas/colectivas/comunes: estilos de gobierno/modos de gobernanza en educación
Las políticas públicas, privadas o colectivas, como actividad orientada a alcanzar objetivos sociales, se formulan en un proceso sociocultural inmerso en tramas y estructuras de poder y de construcciones ideológicas, aunque en muchas ocasiones se presentan como un mero saber experto. Analizar y problematizar las políticas y prácticas en espacios educativos es imprescindible en un contexto de cambio de modelo sociopolítico como el que vivimos y por tanto de cambio de modelo educativo. Queremos dar cuenta de cómo son vividas y experimentadas por las personas afectadas por ellas y cómo construyen un proyecto social al servicio de uno económico. Queremos poner en evidencia los mecanismos de construcción de la desigualdad, de selección, de reproducción, de desmovilización, y también de las experiencias que construyen otras formas de contrapoder, concientización, resistencia y de transformación.

3. Ese es efe (la ciencia es ficción)
Viena. Mitad del XX. Un grupo de señores blancos, europeos y canosos se reúnen y deciden que el conocimiento científico es un atributo esencial de un sujeto universal, imparcial y ahistórico, cuyo hábitat principal son las universidades y los centros académicos. Dictaminaron que la ciencia se sostiene sobre la pretensión de la existencia de una identificación entre la así llamada verdad y el método. Sin embargo, no nos dijeron que para dominar la geopolítica del conocimiento, eliminarían la situación de descubrimiento de sus consideraciones epistemológicas y políticas. Por ello, en este espacio queremos poner la ciencia bajo sospecha indagando, a través de diferentes aproximaciones (fantasiosas, antropológicas, epistémicas, ficticias, etc.), cuáles son esas situaciones de descubrimiento y qué esconden.

4. Cuidados, crianzas y prácticas de socialización
Por último, quisiéramos tener un espacio desde el que pensar sobre los procesos de socialización, los cuidados y la crianza. Por una parte, nos proponemos reflexionar sobre la socialización y la crianza en un contexto en el que las dinámicas familiares se encuentran marcadas por cambios sociales, económicos y políticos (globalización, migraciones, crisis…) que afectan directamente la organización en torno a la educación en los espacios familiares. Por otra parte y en relación a lo anterior, nos interesa abordar el aprendizaje de los cuidados. Creemos que es importante pensar cómo hemos aprendido e incorporado la regla tácita de que hay quienes deben cuidar “porque sí” y quienes “no lo hacen nunca”. En tercer lugar, nos interesa reflexionar sobre otras formas de cuidado que hasta ahora quizá no han sido tomadas en cuenta, esto es, otras prácticas de colectivización de y socialización en lo que han venido siendo las actividades tradicionales de cuidado, pero también una extensión del cuidado para pensar cómo aprender a cuidar de otras formas y en otros contextos (por ejemplo, el aprendizaje de cómo cuidar material y corporalmente para que podamos continuar en nuestros quehaceres colectivos). Por ello, quisiéramos tener un espacio para pensar sobre cómo desclasificar el aprendizaje del cuidado y su socialización en el hacer común. ¿Cómo resistiría la idea de cuidado a esta condición inclasificable, cómo pensar un cuidado “fuera de clase”?

Y, last but not least, dos ideas para terminar. No querríamos presentarnos sin compartir con vosotrxs la sensación de que este proyecto se genera bajo el signo de numerosas perplejidades, tensiones y contradicciones que preferimos no dejar en la sombra. No queremos generar conocimientos expertos aunque algunos seamos profesorxs en la universidad, comisarixs, activistas, amigxs y amantes de otras expertxs, investigadorxs independientes o asociadxs a espacios académicos. Somos un grupo heterogéneo con distintos grados de expertaje (experienciales, situados, amateurs, legos, etc.), y habitamos distintas posiciones ahora dentro, ahora fuera de clase – en un sentido amplio.

Dicho esto, en FUERA DE CLASE nos proponemos incorporar de modo horizontal el punto de vista de las otras como un acto político, una práctica pedagógica y una apuesta metodológica. Aquí caben casi todas las voces (se quedan fuera cosas tales como el sexismo, la homofobia, el racismo, el clasismo, el capacitismo, el etnocentrismo,…) y varios formatos: vídeos, entrevistas, fotografías, artículos, net objects, etc. De modo que cerramos este post, abriendo: quedáis invitadxs, aquí y allí, a participar, como podáis y queráis.

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“Las infraestructuras de la vida cotidiana” | Entrevista en la Revista Estudios Cotidianos

El pasado mes de febrero, Marcos Cereceda me planteó una divagación en forma de entrevista para la chilena Revista Estudios Cotidianos 1(2), 2013, pp. 104-120, que acaba de ser publicada.

Forma parte de todo un número interesantísimo, con el sugerente título de “Una casa para la investigación”. A mí me han hecho el enorme honor de invitarme a su “Sala de estar”, en la que charlamos sobre “las infraestructuras de la vida cotidiana”.

¡Gracias de nuevo por la amabilidad y felicidades por el número!

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¿Cómo se mantiene una usuaria? Prácticas de apuntalamiento en la teleasistencia para personas mayores

F. J. Tirado & D. López (Eds.), Teoría del actor-red: más allá de los estudios de ciencia y tecnología. Barcelona: Amentia.

Por fin, después de una larga espera se publica el libro Teoría del actor-red: más allá de los estudios de ciencia y tecnología que presentamos en el II Encuentro de la Red de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de Gijón, que editan Francisco Tirado y Daniel López y que publica la editorial Amentia. Gracias a ambos por las labores de gestión a la hora de compilar este libro, con un montón de contribuciones interesantes, lo que auguran que quizá se convierta en un, como alguna vez lo ha llamado Isaac Marrero,  futuro “clásico underground”. También gracias a la editorial por atreverse a seguir sacando proyectos tan interesantes en estos tiempos económicamente inciertos. Aunque en breve estará disponible para su venta online, os dejo por aquí como aperitivo toda la información. Si todo va bien, estará disponible en el próximo III encuentro de la Red de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología en Barcelona. ¡Qué ganas de tener un ejemplar físico entre mis manos! Dejo por aquí un enlace a mi capítulo…

¿Cómo se mantiene una usuaria? Prácticas de apuntalamiento en la teleasistencia para personas mayores

PDF 

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INFORMACIÓN SOBRE EL LIBRO

F. J. Tirado & D. López (Eds.). (2012). Teoría del actor-red: más allá de los estudios de ciencia y tecnología. Barcelona: Amentia | ISBN: 978-84-938318-8-2

Índice

Teoría del actor-red: un pragmatismo contemporáneo | Daniel López Gómez y Francisco J. Tirado: 1

La nueva materialidad del cáncer. Teoría del actor-red y objetos potenciales | Jorge Castillo Sepúlveda y Francisco Tirado:  17

Software Libre: Abriendo las cajas negras de la tecnociencia | Blanca Callén Moreu:  71

¿Cómo se mantiene una usuaria? Prácticas de apuntalamiento en la teleasistencia para personas mayores | Tomás Sánchez Criado: 111

Transiciones hacia otra(s) teoría(s) del actor-red: agnosticismo, interés y cuidado | Daniel López Gómez: 157

El rol diplomático del científico social y el modelo de normatividad interpretativa de Bruno Latour | Paloma García Díaz: 187

Aportes y límites de la cosmopolítica en la Teoría del Actor-Red | Yann Bona Beauvois y Salvador Iván Rodríguez Preciado: 217

Habitando espacios socionaturales: reflexiones desde la ecología política | Ignacio Mendiola: 243

Jamás hemos sido ingenuos (dóciles sí, pero ingenuos jamás): un estudio sobre la constitución del sujeto ingenuo en los laboratorios psicológicos | Arthur Arruda Leal Ferreira: 283

La diferenciación de los colectivos: ensamblajes, comunicaciones y simetría total | Ignacio Farías: 301

Por una teoría del actor-red menor: perspectivismo y monadología | Isaac Marrero-Guillamón: 331

De redes y otros enredos: acerca de la ontología política de la red |Israel Rodríguez-Giralt: 357

 

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El cacharreo y su mimo | Panel “Arreglos, apaños, chapuzas y pegotes. Hacia una etnografía del cuidado material”, Sociología Ordinaria

Comunicación mía presentada en el marco del Encuentro Sociología Ordinaria el pasado 8 de mayo en el Medialab, hablando sobre ética del cuidado material y del proyecto en el que colaboro “En torno a la silla
El título que en un primer momento di era:

Haciendo sitio a colgantes y rampas. Mimo y apuntalamiento de las infraestructuras para la vida independiente

Pero para la charla lo cambié a:

El cacharreo y su mimo: Etnografiando el cuidado material en un proyecto de diseño activista para la vida independiente

Puede verse y descargarse el vídeo original aquí

Os dejo el vídeo de YouTube por acá…

[youtube=http://youtu.be/GE5IaWMj_KI]

En cualquier caso, esta presentación no se entiende sin las otras que conformaban la mesa, de las que os dejo aquí los enlaces:

– Daniel López: “El descuido del telecuidado

– Blanca Callén: “La vejez electrónica: hacia una ética del cuidado y la reparación (material)

– Vanina Hofman: “Historias de pantallas, ratones y teclados. Un acercamiento crítico a la preservación del arte digital

– Ronda final de preguntas y respuestas

Todas estas ponencias integraban el panel:
“Arreglos, apaños, chapuzas y pegotes. Hacia una etnografía del cuidado material”, del que os dejo aquí el abstract

El cuidado ha sido tradicionalmente una práctica alejada de la discusión pública, justamente, por su carácter ordinario. De hecho, su ordinariez ha sido lo que los estudios feministas han contribuido a poner en cuestión. Y es precisamente porque es ordinario, porque remite a aspectos mundanos e imprescindibles, que el cuidado debe estar en la agenda pública y política. Desde los primeros trabajos feministas sobre la ética del cuidado, esto ha conducido a una reconsideración de las complejas características del trabajo de cuidado: el reconocimiento público de necesidades, ya sea mediante leyes y/o políticas; la responsabilización en relación a dichas necesidades, ya sean definidas como individuales o colectivas; la correspondiente distribución equitativa de las tareas asociadas al cuidado y el trabajo material que todo esto implica, o la relación de cuidado tanto en su dimensión física como emocional (Tronto, 1993).

Sin embargo, si bien el “carácter material del cuidado” ha comenzado a estudiarse desde las ciencias sociales (Twigg, 2000, 2002; Mol, 2008; Mol et al., 2010), el “cuidado de lo material” parece que no ha profesado el mismo interés (Graham & Thrift, 2007; Gregson, Metcalfe y Crewe, 2009; Henke, 1999; Denis & Pontille, 2011; Puig de la Bellacasa, 2011, 2012). Probablemente esto se debe, una vez más, a su carácter doblemente ordinario. Dado que los objetos aparecen como “infraestructuras” de nuestra actividad, incluida la actividad de cuidar, el cuidado de los material es doblemente invisibilizado. En este simposio queremos prestar la atención que se merece a los arreglos, apaños, chapuzas y pegotes de nuestro mundo material más inmediato. A esas prácticas ordinarias de cuidado material que nos permiten “tirar p’adelante”, sostenernos y dar continuidad a las actividades que llevamos a cabo. Ya sea como profesionales, activistas del “hazlo tú mismo” o como gente “apañada” o “manazas”, nos interesa explorar tanto las prácticas de reparación como las de mantenimiento, las que de un modo más o menos intencional buscan esquivar la reparación anticipando el desgaste y la ruptura. A través de ellas queremos interrogarnos por los efectos que genera su in/visibilización a nivel político, económico, social o ético, así como por qué efectos efectos de exclusión / inclusión genera en términos de los actores implicados y la distribución de responsabilidades.

Fe de erratas (publicado en el blog de En torno a la silla)

“[…] con las prisas, Tomás no contó bien la historia de la rampa primigenia y su lema (aquella de la que tenéis la foto colgada como portada del blog), de la que surgen gran parte de nuestras inquietudes. Para hacer justicia, os contamos un poco mejor por acá: la rampa amarilla fue un encargo hecho por la Comissió de festas del Carrer Fraternitat, la calle de Sebastián Ledesma, en el marco de las Festas de Gràcia de 2011, para devolverle la accesibilidad que por la disposición de los adornos, escenario, se pierde en los días de fiesta, etc.

Alida, Rai y Pepe se pusieron manos a la obra con ello y pensaron en darle otro toque, para que fuera algo más que una tarima, de donde salió el lema ‘La revolució serà accessible o no serà’ que tiene escrito.

A esto se añadieron otras iniciativas, como la impulsada por Xavier Duacastilla de hacer un informe sobre la situación de inaccesibilidad durante las fiestas, a partir de un paseo que visibilizara que “para nosotros no nos hacen gracia estas fiestas”. Las rampas y la visita a las fiestas tienen mucho que ver con la existencia de la Comisión de Diversidad Funcional del 15M en Pl Catalunya y, en cierta manera, expresan el espíritu de la misma…

Para una historia más detallada ved estos dos post del blog de la Comissió de Diversitat Funcional del 15M Plaça Catalunya de agosto (1) y septiembre (2) de 2011.”

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Completa tu equipamiento etnográfico: Ciclo de seminarios “Culturas tecnocientíficas”

“Culturas tecnocientíficas” es un ciclo de seminarios para poner la mirada en el espacio de diálogo entre la antropología y los STS, reivindicándolo como una zona de contacto extremadamente fértil y potencialmente revitalizadora de nuestra disciplina.

Nos preguntamos si este diálogo entre antropología y STS pudiera implicar, además de un renovado interés por un dominio empírico (la tecnociencia), una cierta transformación de nuestras sensibilidades etnográficas (y, por qué no, antropológicas) desde las que informar productivamente debates y dominios teóricos de la disciplina

– Un proyecto de El CACO

vía Culturas tecnocientíficas.

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EL ADN DE LA VIDA. Crianza, cuidados y comunidad

Imprescindible

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En torno a la silla


Llevo desde finales de noviembre colaborando etnográficamente y participando activamente en el proyecto “En torno a la silla“, auspiciado por el MediaLab-Prado en su convocatoria Funcionamientos. Diseños abiertos y remezcla social.

La convocatoria de Funcionamientos. Diseños abiertos y remezcla social del Medialab-Prado nos ha facilitado concretar una propuesta de entre el infinito universo de posibilidades que ofrece la complejidad de la diversidad funcional. Cuando decimos diversidad funcional, no estamos diciendo “discapacidad” o “minusvalía” de otro modo, estamos diciendo: todos somos diversos funcionales y estamos reivindicando esa condición, contra la idea del cuerpo normalizado, contra el cuerpo excluido por un funcionamiento singular, pero también contra el cuerpo sujeto en la producción y reproducción del sistema, contra el cuerpo expoliado de sus potencias. Entonces es importante para nosotros llevar esta noción a cuestas, dejar que ella interpele, conforme e impregne nuestros territorios: diseñando desde la diversidad, acortando los requerimientos funcionales de nuestros lugares, creando caminos de participación en los procesos de diseño de nuestras bases territoriales: vecinales, barriales, creando entornos capacitantes en el verdadero sentido, estimulantes, alegres, inquietos…

El proyecto propuesto consiste en diseñar y prototipar tres objetos que constituyan un kit y que acoplados a la silla habiliten otras posibilidades al usuario: una rampa portátil, una mesita abatible y un reposabrazos-maleta. Por lo mismo, la idea es poder diseñar también una plantilla básica de los objetos y un esquema de montaje que faciliten su construcción y su adaptación a las posibilidades técnicas de las que se disponga.

Acabamos de abrir el blog y en él iremos buscando documentar la experiencia y reflexionar sobre el proceso en el que nos estamos metiendo…