En esta entrada quisiera prolongar algunas de las reflexiones en torno a ¿La vida en ‘single’ y la ‘vida independiente’? (1) a partir de un proyecto artístico con el que me crucé hace poco, que reflexiona explícitamente sobre los modos del habitar, la soledad y la socialidad.
El periódico El País se hacía eco recientemente en la noticia “Lavapiés como objeto de museo” de una instalación artística llevada a cabo en el estudio del arquitecto Andrés Jaque (del que hace tiempo descubrí su proyecto “All Age City“), que se ha inspirado en las prácticas de Candela Logrosán Pérez o “La Candela”, una vecina mayor del barrio madrileño de Lavapiés que, según relata la noticia: “[…] ha encontrado un remedio para la soledad. Ha llenado su casa de soledades. Su vivienda de protección oficial, en un primer piso de la calle Mesón de Paredes en el barrio de Lavapiés, es casi un centro de peregrinación. Por allí pasa ‘a llorarle’ Dulce, la dominicana; y Pilarucha, una ex compañera de trabajo, y ‘el abuelo’, un vecino mayor que le trae la ropa para que se la lave; y, cuando no está en la cárcel, el cubano que pasa hachís en la esquina; y viven sus seis perros y sus dos hijas con sus tres nietos; y su hijo, que ahora también ha vuelto a casa (los tres en la treintena); y suben algunos chavales que hacen malabares en la plaza; y algunos ‘negritos’… En la mesa del salón, o incluso con un cubo que sube y baja por el balcón, ‘la Candela’, como ella misma se denomina, le da de comer a quien puede si tiene. Unos días son unos y otros, otros”.
A partir de aquí han llevado a cabo la instalación “IKEA Desobedients“, que se presentó el pasado noviembre de 2011 en La Tabacalera de Madrid en el marco del encuentro internacional Arte es Acción, con la siguiente sinopsis: “¿Es posible construir un espacio público reuniendo situaciones que suelen ocurrir en la intimidad de las viviendas? El objetivo de este experimento es ensayar si esto es posible. Partimos de un amontonamiento indisciplinado de muebles de Ikea, con el que construimos algo parecido a un equipamiento urbano hogareño. Candela cocina. Manuel y Toñi se acicalan y cantan, acompañados al piano y la guitarra por Marina y Carlos. Aurora y Nayana estudian y se conectan con familiares y amigos en la distancia. Javier, Paco y Juan Daniel ejercitan sus músculos. Es una situación que desatiende el mandato principal del catálogo Ikea: trasladar la interacción social a interiores familiares, soleados, habitados por personas sanas, jóvenes, emparejadas, productoras de niños y con tendencia al pelo rubio. IKEA DISOBEDIENTS no es soleado, no está formado por personas rubias, ni exclusivamente jóvenes, ni únicamente sanas y productoras de niños.”
Como comenta la noticia de El País: “La pieza está formada por un archivo de personas que, como la Candela, realizan sus actividades domésticas cotidianas. Junta a esa mujer de raza, curtida en la dificultad y en la escasez de un matriarcado, están también Toñi con todos los de la chirigota de Vallecas. O Berta (ahora ya Teo) que vive en una nave industrial okupada por una comunidad de mujeres lesbianas que se organizan a todos los niveles: económico, de ocio… Todas ellas son personas localizadas por Silvia Rodríguez, la socióloga del estudio de Jaque encargada de nutrir el archivo que ahora se ha apropiado el museo neoyorkino y que ahora seguirá creciendo con habitantes de la Gran Manzana”
Interesante práctica archivística sobre la pluralidad de modos del habitar. Según comenta Andrés Jaque en la noticia de El País: “‘Llevábamos ya años investigando en la dicotomía entre el espacio público y el privado’, cuenta. ‘Y fuimos haciendo el archivo a base de contactar con asociaciones de vecinos o yéndonos directamente a las plazas y haciendo trabajo de campo allí, a pelo. Así encontramos a Candela y a todos los demás’, explica. ‘Se trata de formas de convivencia mucho más comunes y reales que las que aparecen en los catálogos de Ikea’, concluye”
Ciertamente, hay aspectos enormemente interesantes de esta propuesta, como el hecho de visibilizar lo que, en el entorno de Michel de Certeau, Luce Giard llamaba las “artes cotidianas de hacer” (véase el segundo volumen de “La invención de lo cotidiano: 2. habitar, cocinar“), que conecta con muchos trabajos de la época que buscaban la re-politización del ámbito de lo doméstico como la archiconocida obra “Semiotics of the Kitchen” de Martha Rosler (1975)
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Sin embargo, ¿qué se muestra y qué queda fuera de esta investigación-performance propuesta por el estudio de Andrés Jaque en “Ikea Desobedients” ? ¿Cuáles son los límites de esta acción? ¿Qué nos ayudaría a hacer esta visibilización que no hacen ya estadísticas como las del IMSERSO sobre las condiciones de soledad, falta de dinero, problemas para vivir de las personas mayores?
Al centrarse en el espacio privado y luego mostrar la sorpresa de las conexiones y los modos de habitar diversos, lo que supuestamente sería crítico con la idea de “república independiente de mi casa” se generan dos efectos muy extraños:
(1) ¿Acaso La Candela no puede practicar ese espacio múltiple de solidaridad en el barrio llenando su casa de muebles de IKEA? Por tanto, ¿se trata de una acción contra las representaciones o el imaginario normativo del catálogo y la publicidad o contra el tipo de diseño de estos muebles? Y espero que sea evidente que lo primero no captura totalmente lo segundo (es decir, se puede vivir solo o acompañado más allá de los límites de la vivienda para una familia nuclear con o sin muebles de IKEA)
(2) ¿No se asume, aunque invertido en cierta manera, el propio discurso de IKEA sobre la primacía del espacio privado –”la república independiente de mi casa”- al meramente mostrar la socialidad, al olvidar que la conexión también es, de hecho, un problema y no un bien en sí mismo? Pareciera como si en la performance, la mera mención a un aspecto colectivo sin cualificar qué tipo de formas de lo social y lo que implican, pudiera ser ya en sí mismo o por sí misma indicadora de una política de lo común bondadosa, de una mejor manera de abordar las relaciones entre prácticas del espacio y la política del diseño de estos espacios…
Sin embargo, a mi juicio, el asunto será más bien: ¿Qué implicaría conectar con quiénes, cómo, de qué maneras? Un problema que puede permitir conexiones fecundas entre las ciencias sociales y cualquier disciplina orientada al diseño y a los efectos de los mismos en la vida social como la arquitectura no puede dejar de plantearse, a lo que creo apunta la propuesta del estudio de arquitectura de Jaque.
Sin embargo, la propuesta parece quedarse en una mera señalación de un continente (no explicado, ni reflexionado en profundidad) de otras maneras de hacer el hogar, cuestión criticada por Anatxu Zabalbeascoa en su reseña aparecida en la misma noticia de El País:
“[…] La adquisición del MoMA es importante para Jaque, que ve reconocido su sentido crítico y su encomiable voluntad de romper la tradicional endogamia de la arquitectura para repensarla como una actividad dependiente de, y con consecuencias para, la sociedad. La compra es también positiva para el museo, que demuestra conexión con su tiempo y con los sectores de la sociedad que este siglo se han convertido en tema para el arte. Sin embargo, que el proyecto de Jaque entre en el MoMA puede no ser una buena noticia para la arquitectura. La arquitectura empieza detectando un problema, pero exige desarrollar una solución. Ikea Disobedients recibe el aplauso por un diagnóstico, no por una curación. Así, expuesta en Nueva York, o formando parte de la colección del MOMA, se estanca. El principal problema de la performance de Jaque es, justamente, el arte. Que sea considerada arte, eso es una performance, es en realidad una derrota para la arquitectura. Si una arquitectura tan hipersocial como la que propone termina convertida en pieza de museo, el problema no se comunica, se estetiza, queda desactivado. Toda institución exige sus obediencias.”
En rigor, que esta performance (como género artístico) implique o actualice su carácter de performance, independientemente de que este producto precocinado sea capturado por una de las instituciones museísticas sancionadoras de lo artístico más importante (con sus potenciales efectos de mirada contempladora y no rupturista), es algo que está por ver… Si pensamos desde la teoría de los actos de habla sólo lo será si produce efectos constatables, efectos de realidad, efectos en otras maneras de vivir y practicar el habitar (como el caso de La Candela…), no sólo a partir de nuevos diseños que definan nuevas situaciones a partir de nuevas posibilidades y constricciones en los modos de vivir en el hogar, sino de proponer un inventario, un catálogo de otras formas de vivir posibles y de hacerlas disponibles (convirtiendo esta actividad de catalogación en un inventario vivo de métodos con los que poder practicar el habitar de otra manera…)
Quizá faltó algo más de malicia, como en la intervención Søkkømb, diseñando e instalando para su exposición en los centros de IKEA una guillotina para uso doméstico:
“Diseñada para todos los públicos, SØKKØMB es una solución práctica y accesible a los problemas securitarios que acechan el mundo: “SØKKØMB”, una guillotina doméstica, ligera y fácil de desembalar y montar en el salón de casa, elaborada con madera de pino y equipada con hojas de acero inoxidable con las que se pueden realizar hasta 100 ejecuciones al día.”
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