El próximo 18 de noviembre a las 6pm (CET) Adolfo Estalella y yo presentaremos la nueva versión de #xcol en el Laboratorio de Antropología Audiovisual Experimental del MUSAC. La financiación de nuestro proyecto en la convocatoria Open LAAV_ nos ha permitido convertir el sitio web en un inventario etnográfico, esto es, una plataforma digital para cuidar de la inventiva del trabajo de campo.
Aquí adjunto el texto de presentación del seminario donde desvelaremos la nueva versión de la web:
“La etnografía es un acto de invención. Los antropólogos (y las antropólogas también) inventan siempre la manera de investigar con otras. La creatividad e inventiva que es integral a la actividad empírica de la antropología (y de manera amplia de la etnográfica), ha sido raramente reconocida por esta disciplina. Inventiva y creatividad parecen estar prescritas, muy al contrario de lo que ocurre en el mundo del arte, donde la creatividad es una de sus señas de identidad. Este encuentro online introduce un proyecto dedicado a documentar e inventariar la invención etnográfica: “xcol. An Ethnographic Inventory“. Una plataforma digital, abierta a la participación de cualquier interesada, que tiene como objetivo animar la inventiva que demanda la investigación etnográfica de nuestros mundos contemporáneos. El encuentro introducirá brevemente el argumento teórico sobre la inventiva etnográfica y presentará el inventario xcol“
Actividad gratuita previa inscripción en este enlace
¿Qué queréis decir exactamente con un inventario?
Pues, literalmente, hemos transformado #xcol en un modesto archivo digital colaborativo para inventariar la inventiva etnográfica. Durante la presentación mostraremos las diferentes secciones de la página: no sólo un inventario de inventos etnográficos, sino también ‘xpositions‘ (ensayos temáticos), colecciones de inventos, un glosario y un directorio de ‘xcolars‘ entre otras cosas.
Estamos dando las últimas pinceladas, pero tendrá una pinta parecida a esto:
¿Es una cosa sólo para antropólogxs?
Quienes lo hemos instigado somos antropólogxs, pero no, el inventario no es sólo para antropólogxs: Apelamos a etnógrafxs de todas las ramas a documentar e inventariar sus inventos etnográficos. De hecho, las formas de inventiva en los márgenes (inter-/trans-/a-) disciplinares han sido siempre cruciales para la etnografía.
Es más, la inspiración del diseño, la arquitectura y el arte son nuclear a la plataforma: queremos inventariar ‘inventos’ (en un sentido literal) etnográficos como ‘dispositivos de campo’, ‘formatos abiertos’ de encuentro, ‘prototipos’ o ‘intravenciones’ de una práctica a otra.
El argumento que da sentido a la plataforma es que el trabajo de campo siempre ha sido y será inventivo, pero los relatos metodológicos o disciplinares sobre qué es la etnografía tienden a aplanar o dejar fuera esas formas de invención: de ahí la razón de documentar colaborativamente esos gestos, para ¿quizá aprender de esa otra etnografía ya existente?
Una plataforma abierta de uso libre
Los contenidos serán de uso libre CC BY SA y la plataforma es de código libre y permitirá forks a quien quiera. La hemos desarrollado junto con Montera34, inspirados por la inventiva documental y archivística de Inteligencias Colectivas
El próximo 25 de noviembre de 6 a 7:30 pm30 de noviembre de 4 a 5:30pm [pospuesto por enfermedad] (CET) estaré impartiendo una sesión en el curso online de ANTIARQ (plataforma que busca crear espacios de complementariedad universitaria orientados a la producción de conocimiento interdisciplinar entre la Antropología y la Arquitectura) titulado EL URBANISMO COMO DISCURSO. ENFOQUES ALTERNATIVOS PARA RESIGNIFICAR LA PRAXIS
El curso consta de seis sesiones en donde analizaremos varias categorías empleadas de manera recurrente por los discursos promotores de las trasformaciones urbanísticas en la actualidad -tales como participación ciudadana, innovación tecnológica, sostenibilidad, accesibilidad universal, escala humana, etc.-, con la intención de analizarlas desde enfoques alternativos para evidenciar sus contradicciones, pero también como oportunidad para repensar los fundamentos de la práctica urbanística. Además, el contenido del curso rema a contra corriente de la proliferación de fórmulas urbanísticas que han surgido a raíz de la pandemia generada por la COVID-19, y que se difunden especulativamente como “mano de santo” para resolver problemáticas ligadas a la afectación entre el entorno urbano y las formas de sociabilidad que alberga, obviando e rol instrumental del urbanismo para el fortalecimiento de las políticas neoliberales, que son en última instancia, las que han dado innumerables pruebas de atentar sin reparos contra la reproducción de la vida –urbana-.
En la primera sesión se analiza la retórica proyectual del espacio público, ofertado como símbolo ligado a la democratización de la ciudad para ocultar la privatización de la gestión urbana y las políticas de control social. En la segunda sesión, se analiza el sentido de la participación ciudadana en el urbanismo neoliberal, evidenciando lo que opera tras su fachada de fácil consenso y sus efectos en la vida de los ciudadanos. En la tercera sesión, se presenta una mirada crítica de las ciudades inteligentes, poniendo de relieve la crucial implicación de las empresas de tecnología en las operaciones privatizadoras del espacio urbano, mostrando cómo los algoritmos suelen normalizar sus efectos de exclusión social para rehusar las contradicciones o conflictos, justificándolos como errores del sistema. En la cuarta sesión, se profundiza en el tema de la sostenibilidad y su conversión en un discurso vacío, al ser uno de los eslóganes necesarios para dar valor al producto ciudad como mercancía en el mercado global y nos invita a preguntarnos si urbanismo sostenible no es un oxímoron. La quinta sesión está enfocada en los retos pedagógicos e institucionales del diseño urbano en materia de accesibilidad universal, lo que supone no solo la democratización técnica de los procesos de diseño urbano, sino también la desestigmatización cultural de unos cuerpos considerados impropios. Finalmente, la sexta sesión pon en el centro del debate, la noción de ´escala humana´ empleada como coartada para el montaje de ciudades humanizadas, en donde ciertos usuarios o usuarias serán excluidos sistemáticamente del usufructo de las zonas reformadas por actuaciones urbanísticas.
Mi sesión: “Aprender a afectarse: la accesibilidad como reto pedagógico e institucional del Diseño Urbano”
Desde su eclosión en los ciclos de protestas civiles de los años 1970 en adelante, los activistas por los derechos de las ‘personas con discapacidad’ – actualmente ‘diversas funcionales’ – llevan luchando para que nuestras ciudades sean hospitalarias con la diversidad corporal. Esto no sólo ha supuesto articular procesos de desestigmatización cultural, buscando sostener la autonomía de unos cuerpos hasta ese momento considerados impropios. También, ha promovido el debate de la democratización técnica de los procesos de diseño urbano e infraestructural. En consecuencia, varias ciudades del Norte Global han desarrollado acciones para sensibilizar a arquitectos, ingenieros y funcionarios públicos, para que tales entornos pudieran existir, creando condiciones favorables para un diseño inclusivo de las infraestructuras urbanas. En no pocas ocasiones, este proceso de sensibilización requiere una profunda transformación pedagógica de las personas implicadas en el diseño y en el rediseño urbanístico. Este reto institucional y pedagógico que se analiza en esta sesión, implica un ‘aprender a afectarse’ por la diversidad corporal y visibilizar lo que ello supone desde la implementación de políticas de ‘supresión de barreras’ y estándares arquitectónicos, hasta problematizaciones en torno a enfoques ‘culturales’ y ‘multisensoriales’. Se expondrán ejemplos recabados desde un trabajo antropológico acerca de la transformación accesible de la ciudad de Barcelona, mostrando su constructo institucional en un intento de sensibilización de los técnicos municipales. Pero, también, se compartirá el impacto de este trabajo antropológico aplicado desde la docencia, como pedagogía experimental orientada a impartir otras metodologías de diseño desde la formación de arquitectos en la Universidad Politécnica de Múnich.
Lo aprendido en En torno a la silla, así como siguiendo a técnicos del Instituto Municipal de Personas con Discapacidad y formando arquitectos en Múnich me lleva a sugerir que esto supone una democratización técnica de los procesos de diseño urbano, así como la desestigmatización cultural de cuerpos considerados impropios.
Una democratización del diseño que antes que proveer soluciones para otros implica “aprender a afectarse” por los derechos, necesidades y aspiraciones de cuerpos diversos, experimentando con otras formas de hacer ciudades más hospitalarias.
Lo que contaré, por tanto, son tres modos de activar urbanismos posibles: prototipos, infraestructura pública y cursos de proyectos. En todos ellos late esa aspiración por fabricar, sensibilizar o convocar una ciudad poco común (la de los cuerpos impropios y los encuentros extraordinarios con la posibilidad de una otra manera de hacer ciudad)
Mi sueño sería que esto sirviera para poder trabajar en paralelo en una copia en castellano del libro en inglés, para poder abrirlo a discusión densa y profunda, pero las fuerzas son las que son y por eso me hace especial ilusión poder contar el argumento en forma seminario.
Referencias bibliográficas
Blok, A., & Farías, I. (Eds.). (2016). Urban Cosmopolitics: Agencements, Assemblies, Atmospheres. London: Routledge. Callon, M., & Rabeharisoa, V. (2008). The growing engagement of emergent concerned groups in political and economic life: lessons from the French association of neuromuscular disease patients. Science, Technology & Human Values, 33(2), 230–261. Callon, M., Lascoumes, P., & Barthe, Y. (2011). Acting in an Uncertain World: An Essay on Technical Democracy. Cambridge, MA: MIT Press. Hamraie, A. (2017). Building Access: Universal Design and the Politics of Disability.Minneapolis, MN: Minnesota University Press. Latour, B. (2004a). Politics of Nature: How to Bring the Sciences into Democracy. Cambridge, MA: Harvard University Press. Latour, B. (2004b). How to talk about the body? The normative dimension of Science Studies. Body & Society, 10(2–3), 205–229. Marres, N., & Lezaun, J. (2011). Materials and devices of the public: an introduction. Economy and Society, 40(4), 489–509. Puig de la Bellacasa, M. (2017). Matters of care: Speculative Ethics for a More Than Human World. Minneapolis: Minnesota University Press. Stengers, I. (2019). Civiliser la modernité ? Whitehead et les ruminations du sens commun. Paris: Les presses du réel. Vilà, A. (Ed.). (1994). Crónica de una lucha por la igualdad: apuntes para la historia del movimiento asociativo de las personas con discapacidad física y sensorial en Catalunya. Barcelona: Fundació Institut Guttmann.
On November 19 at 6pm, I’ll be joining them to talk about a series of experiments in multimodal anthropology from my own ethnographic engagements in a wide variety of exploratory and speculative design milieus where care, openness and playfulness are vindicated as part of their attempts at articulating alternative modes of togetherness: what kind of anthropological practice can we learn from them, how do they teach us other ways of caring for intervention?
Thanks to an invitation by Kiven Strohm, Adolfo Estalella and I will have the pleasure to give a talk at the National University of Singapore‘s Sociology Webinar Series on ethnographic invention (poster and abstract below).
The event will take place on Zoom next October 15, 2020 at 3pm (Singapore time) / 9am (CET).
Ethnographic invention: Caring for the Modes of Inquiry of Anthropology
Adolfo Estalella (Complutense University of Madrid) & Tomás Criado (Humboldt-University of Berlin).
Abstract
What if rather than conceptualizing it as a ‘method’ ethnography was to be appreciated as an act of anthropological invention? Already decades ago Roy Wagner proposed that more than discovering the cultures they were studying anthropologists ‘invent’ them. In his usage, the anthropological invention happens at a conceptual level: in the process of analysis, when anthropologists are relating their ethnographic experience in textual form. Our fieldwork experiences might allow us to probe into another version of invention: one that happens in the empirical encounter, when anthropologists are engaged in relating with others and devising the conditions for their inquiry to be possible. Ethnography, we would like to advance, is a twofold act of invention that happens when constructing relations: in the field and out of the field.
Any anthropologist undertaking fieldwork must have surely faced the challenging circumstance of having to forge relations with complete strangers. Resorting to forms of sociality already known as well as guides and norms of learnt methods is never enough, since social life tends to overflow its own scripts and anthropologist have always to resort to their own creativity and invention in the field. Rarely though is the figure of invention acknowledged as integral to the ethnographic practice, and fieldwork is never conceptualized in those terms. And yet, alongside the traditional techniques (interview, field diary, observation, etc.) ethnography is always full of grand and minor gestures that make it possible to inquire with others. We thus propose to consider ethnography not as a method but as an act of invention of the very possibility of anthropological inquiries in the field.
This has an important corollary, affecting how we might approach its teaching and learning. Rather than manuals or handbooks of methods––where the invention integral to the field practices of anthropologists tends to be systematically obviated–perhaps ethnography requires a different mode of compiling its inventive condition. This is something that we belief the present moment demands from anthropologists, a situation requiring from us a different care of knowledge: one that looks after the inventiveness of our modes of inquiry because they open the possibility for future inquiries.
I was kindly invited to take part in the webinar POWER TO CO-PRODUCE: Careful power distribution in collaborative city-making, hosted on September 14th 2020 by Burcu Ateş, Predrag Milić, Laura Sobral and Sabine Knierbein at the Interdisciplinary Centre for Urban Culture and Public Space (SKUOR), Technische Universität Wien. As part of a session on ‘co-production practices’, I shared 15′ of my research on Democratising Urban Infrastructures: The technical democracy of accessibility urbanism (see full text below).
In this intervention I summarise my particular urban anthropological interest in accessibility urbanism as a peculiar form of a technical democratisation of city-making. ‘Technical democracy’ is a term used in STS to discuss different approaches participatory forms of technoscience, where an expansion of expertise to knowledges beyond hegemonic technical ones has been approached and experimented upon. It has many versions, but nearly all of them are concerned with the need to reverse the effects of technocracy and expertocracy. This has been done in a wide variety of ways: from searching to make science and technology amenable for public discussion and deliberation to expanding the who and the how of technoscientific practice (for an overview, see Callon, Lascoumes & Barthe, 2011).
This concern is particularly important in a context of planetary urbanisation with its concomitant development of urban infrastructures. A concern with technical democracy becomes crucial when these urban infrastructures are not only heavily managed by all kinds of experts, but are redefining in uncertain ways the scopes and practices of urban modes of togetherness. Following also in this an STS concern, rather than as large technical systems, infrastructures should be appreciated as sites for the controverted relational re-articulation of social and material worlds: that is, particular forms of bringing together and apart agents, material entities, knowledges… Or, to say it better, relational configurations that foreground some of these agents, material entities, knowledges neglecting or, even, excluding others (Farías & Blok, 2016).
Precisely because of this, urban infrastructures are also the sites where new forms of the demos are emerging: Indeed, multitude of concerned groups and affected publics mobilise and undertake research around these highly technical issues; sometimes they train themselves to become quasi-experts in order to challenge expert control, when not searching to manage those urban infrastructures themselves. Contemporary urban infrastructures are one of the most crucial sites where an experimentation and a reinvention of particular forms of technical democratisation are taking place: not just because of how urban infrastructural design might need to be democratized, but also because of how we might be engaging in and designing infrastructures of urban democratization (Harvey, Jensen & Morita, 2016).
In what follows I will show you a few instances from my work on the technical democracy of accessibility urbanism. Since 2012, I have been doing research on urban accessibility issues in Spain and Germany, with a comparative European gaze: in particular, I have been studying and engaging in a variety of emergent publics mobilised around accessible design and urbanism. As a pioneering field in the democratisation of urban infrastructures, urban accessibility teaches us that in order to democratize infrastructures, we might need to engage in the experimentation with and implementation of different infrastructures for urban democratisation. As I will show: (a) To manage complex socio-technical issues like this one requires the creation of infrastructures for inclusive policy-making, engaging publics and concerned groups in different forms of participatory governance; (b) The democratization of modes of designing and doing urban infrastructures also implies setting up infrastructures for epistemic collaboration with emergent publics; (c) But as I will suggest, in closing, for any of this to make any sense, we also need to intervene expert education: experimenting with pedagogic infrastructures for the ‘sensitization of experts.’
II. Participatory Governance
Since the 1970s, and through different forms of contestation, disability rights advocates have been searching to create public concern on the discrimination they suffer, making their bodily experiences of exclusion palpable to articulate more inclusive urban infrastructures (Hamraie, 2017; Williamson, 2019).
Allow me to give you an example. In what was known at the time in Barcelona as the cripples’ revolt diverse small associations of people with disabilities united to hold public demonstrations demanding ‘a city without barriers.’ These protests paved the way for the creation of a newly democratic municipal institution governing these matters in a participatory fashion since the early 1980s (the Institut Municipal de Personas amb Discapacitat, or Municipal Institute of People with Disabilities, IMPD, in its last denomination): in whose ‘hybrid’ board politicians and technical staff are joind by elected representatives of people with disabilities (IMPD, 2019).
The IMPD was quintessential in re-designing Barcelona’s urban infrastructures in preparation for the 1992 Olympics: this hybrid institution engaged in a comparative search for urban accessibility and inclusive design policies around the world; it was also a fundamental site for the legal training of disabled representatives to address highly complex technicalities, as well as the experiential training of professionals. This combination of comparative policy analysis, together with experiential and technical forms of knowledge exchange was important to develop new urban standards, building and technical codes that became a model in the country; a lasting urban infrastructure developed thanks to the participatory engagement of disability rights advocates.
But what this case shows is that a public engagement in the field of urban accessibility cannot just be an issue of merely allowing people to take part in, or to give very vulnerable people the means to appropriate technical knowledge or to transform technologies through consumption and user-led innovation. In a context in which regulation tends to happen in the extrastatecraft form of market-based building standards, ISO or DIN (Easterling, 2014), public institutional infrastructures are crucial to bring together concerned publics and experts to regulate, and assemble together inclusive forms of policy-making. Not only to be able to deal with the legal technicalities that policy-making on these issues requires, but also to ensure their implementation and sustainability for neglected actors. This is far from being an easy task. And it has usually entailed shaking the grounds of the classic means by which experts produce knowledge about these bodies.
III. Documentation interfaces
In the last decades, emergent publics and concerned groups with accessibility urbanism have been crucially developing particular infrastructures to mobilise and articulate their experiential knowledges, many times mobilising spatial registers going beyond expert-based Euclidean notions (Hall & Imrie, 1999; Imrie, 1999). I have been addressing them as ‘documentation interfaces’ (Criado & Cereceda, 2016): that is, not only as situations to frame, elicit and discuss diverse bodily experiences and the environmental and material affordances to host them; but also as situations that produce a trace in different kinds of media, forms of record whereby their experiential knowledge is mobilized to have an impact in design situations, such as in: (1) video-camera records to show what it means to move using a wheelchair; (2) urban explorations with blind people to discuss in situ whether different pavement textures, light settings or colours can be distinguished; (3) not to mention the increasing use of digital platforms for the audio-visual documentation of inaccessibility experiences by all kinds of disability experts, such as collaborative mapping apps.
These documentation interfaces are also interesting empirical sites to understand how particular alliances between concerned groups and experts or technicians are attempted, sometimes way beyond state-run institutional frameworks. One of the most interesting domains for this techno-political experimentation are the many do-it-yourself initiatives, makerspaces and hacklabs emerging throughout the world, and seeking to ‘democratize’ the access to technical knowledge and the users’ engagement in prototyping. I have collaborated in such endeavours as part of my long ethnographic engagement between 2012 and 2016 with the Barcelona-based open design collective En torno a la silla: part of a wider DIY network in the country including engaged professionals and technicians as crucial allies for people with disabilities.
Being able to work together in those settings entails implementing and managing infrastructures of documentation, requiring particular events and digital platforms. These infrastructures, in turn, have allowed intensive learning experiences of collaborative doing and making creating the conditions whereby alternative urban accessibility arrangements can be critically explored and tried out. Yet, despite the crucial importance of DIY forms of engagement for the democratisation of design they are far from being a ‘solution for all’. As we’ve also learnt, these engagements are extremely exhausting and time-consuming for people who also need many social and technical supports to take part in them. Also, without some degree of institutionalisation they prove fragile. Hence, they do not necessarily serve the purpose of bringing into existence safe, economically sustainable, and lasting urban infrastructures for personal autonomy and independence. Nevertheless, they are very relevant as documentation interfaces: that is, as infrastructures of epistemic collaboration where not just a redistribution of technical skills is being attempted, but where an exchange of knowledges becomes possible.
IV. Expert Education
But engaging in infrastructures of more inclusive policy-making or epistemic collaboration are not the only forms in which to create conditions of technical democracy. In closing, I would like to highlight another strategy that we could learn from accessibility issues: perhaps a more important one that we tend to overlook, even though it might open up fertile avenues to play a crucial role as scholars in technical universities like this one. What if democratizing technical decision-making did not just require citizens or lay people to become experts or hackers, but that professional experts in the private and public sector would be aware of the limits of their own expertise? What if technical democracy had to do with building pedagogic infrastructures to train these experts to open themselves to other forms of sensing, knowing and valuing?
Indeed, most urban designers do not usually receive proper accessibility training. This hinders the use of existing accessibility codes and policies. Beyond that, understanding the singular experiences and conditions of diverse bodies neglected by design disciplines is something that needs to be learnt by doing. When confronting with these issues many designers have to ‘retrain’ themselves, challenging their own expertise. For this they need to develop other skills as another kind of practitioners: not only inventing or adapting multi-sensorial gadgets to make possible co-design situations, but also creating collaborative devices to learn from disability advocates what it means to be different kinds of bodies. To make this process easier would require intervening early on in formal training and curricula, as in the ground-breaking experiments of Raymond Lifchez incorporating accessible concerns in design studio teaching (Lifchez, 1986): where disability rights advocates rather than being treated as end users in projects addressed at them were engaged throughout the duration of the course as design consultants of any kind of projects students were working on.
This became a key concern when having to teach at the Department of Architecture at the TU Munich between 2015 and 2018, together with my colleague Ignacio Farías (Farías & Criado, 2018). We realized that the space of the classroom and the training of future design professionals were largely unattended but critical aspects of the project of ‘technical democracy.’ In fact, training professionals to commit to other forms of producing knowledge and making things might be crucial to make more democratic forms of science and technology possible. But this requires inverting the so-called ‘deficit model’ of participation that aims to enhance the public engagement in science and technology: that is, we need to address the potential knowledge deficits of experts.
In the nearly three years we worked there, we plunged in the development of a series of teaching experiments called Design in crisis. In them we felt the need for STS to move from the ‘expertization of laypersons’–a classic public engagement trend, such as in citizen science–to the creation of pedagogic infrastructures for the ‘re-sensitization of experts.’ One example of what this might mean could be the ManualCAD:
“a portable game for architectural design in which both blind or visually impaired architects, and architects who have the sense of sight can participate and create together.”
Taken from https://designincrisis.wixsite.com/designincrisis2017
It was developed by students in the MA in Architecture in a studio project I taught in 2017. After a several weeks’ intensive training to raise awareness of the need to re-appreciate the multi-sensory features of the built environment they had to undertake a group assignment: to collectively prototype a new architectural toolkit for a blind architect. This led them to explore and do research about multi-sensory devices, methods, and skills. Rather than a solution for an almost impossible challenge, the device they came up with was an interesting object to ask good questions or, rather, to open up design as a problem: A tool, perhaps, to re-learn what it might mean to engage in non-visual forms of architecture?
After engaging in this and many other similar teaching experiments, I have come to believe that for technical democracy to take place in city-making, it has to be always reinvented in specific terms from within the technical practices of experts, sensitizing them through different pedagogical experiments and interventions to be another kind of professionals, more open to the wide diversity of actors they could be designing with.
References
Callon, M., Lascoumes, P., & Barthe, Y. (2011). Acting in an Uncertain World: An Essay on Technical Democracy. Cambridge, MA: MIT Press.
Criado, T. S., & Cereceda, M. (2016). Urban accessibility issues: Techno-scientific democratizations at the documentation interface. City, 20(4), 619–636.
Easterling, K. (2014). Extrastatecraft: The Power of Infrastructure Space. London: Verso.
Farías, I., & Blok, A. (2016). Technical democracy as a challenge to urban studies. City, 20(4), 539–548.
Farías, I., & Criado, T.S. (2018). Co-laborations, Entrapments, Intraventions: Pedagogical Approaches to Technical Democracy in Architectural Design. DISEÑA, 12, 228–255.
Hall, P., & Imrie, R. (1999). Architectural practices and disabling design in the built environment. Environment and Planning B, 26, 409–426.
Hamraie, A. (2017). Building Access: Universal Design and the Politics of Disability. Minneapolis, MN: Minnesota University Press
Harvey, P., Jensen, C. B., & Morita, A. (Eds.) (2016). Infrastructures and Social Complexity: A Companion. London: Routledge.
IMPD. (2009). Barcelona, una ciutat per a tothom : 30 anys treballant amb les persones amb discapacitat. Barcelona: Ajuntament de Barcelona, Institut Municipal de Persones amb Discapacitat (IMPD).
Imrie, R. (1999). The body, disability and Le Corbusier’s conception of the radiant environment. In R. Butler & H. Parr (Eds.), Mind and Body Spaces: Geographies of Illness, Impairment and Disability (pp. 25–44). New York: Routledge.
Lifchez, R. (Ed.). (1986). Rethinking Architecture: Design Students and Physically Disabled People. Berkeley, CA: University of California Press.
Williamson, B. (2019). Accessible America: A History of Disability and Design. New York: New York University Press.
In 2018-2019, my colleague Vincent Duclos and I worked on different versions of an essay that was given green light by the Medical Anthropology Quarterly last August and has now been included in the 34(2) issue. It was a hard process, but also a wonderful occasion to learn from the inspiring work of many colleagues and a joyful opportunity to experiment together with a conceptual writing repertoire.
Titled “Care in Trouble: Ecologies of Support from Below and Beyond” the article wishes to map out how care has proliferated as an analytical and technical term aimed at capturing a vast array of practices, conditions, and sentiments. As we argue in our exploratory orienting essay–rather than a deep dive ethnography–care seems to have also expanded to many other reproductive domains of life, where it has been mobilized as a conceptual lens that affords privileged access to the human condition.
This essay is premised on the conviction that, in spite of and perhaps also because of its rising popularity, the analytics of care is in trouble. Drawing inspiration from STS, “new materialist” work, and the writings in black, Indigenous, anticolonial, feminist, and crip studies, we suggest that discussions within anthropology might benefit from opening care from both “below” and “beyond” in what we are calling “ecologies of support.”
Ecologies of support are not to be mistaken for all-encompassing environments. Their protective effects more often than not are discontinuous and unevenly distributed. Thinking about ecologies of support entails placing a new focus on how different kinds of bodies are differentially supported, cared for, and capable of influencing their own conditions of support. Because spaces of care and safety can also easily morph into forms of containment and exclusion, what is needed are more accurate cartographies of the many intersections and frictions between the enveloping and the diverging, the protecting and the containing, the enduring and the engendering, as they play out in care practices.
Our proposal is for anthropology to not simply seek to represent or bear witness to these practices, but also to reinvigorate care by experimenting with modes of inquiry and intervention that operate along new axes of movement and new relational possibilities—a dynamic ecosystem if you will.
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We would be happy and eager to learn from your comments and reactions to it, if you had any.
Abstract
Over the last decades, care has proliferated as a notion aimed at capturing a vast array of practices, conditions, and sentiments. In this article, we argue that the analytics of care may benefit from being troubled, as it too often reduces the reproduction of life to matters of palliation and repair, fueling a politics of nationalism and identitarianism. Picking up the threads of insight from STS, “new materialisms,” and postcolonial feminist and indigenous scholarship, we discuss care from “below” and “beyond,” thus exposing tensions between the enveloping and the diverging, the enduring and the engendering, that play out in care practices. We propose “ecologies of support” as an analytic that attends to how humans are grounded in, traversed by, and undermined by more‐than‐human and often opaque, speculative, subterranean elements. Our proposal is for anthropology to not simply map life‐sustaining ecologies, but to experimentally engage with troubling modes of inquiry and intervention.
Ever since the COVID-19 outbreak unfolded into a major health and social crisis in Spain Adolfo Estalella and I have been taking part in a peculiar Telegram-based messaging group. ‘Cor on Collaboration’, as the space was named, turned into our main source of news, links, experiences, appreciations, reflections and collective debates. It was originally set up by some of our ethnographic acquaintances in the last years, a loose group of architects, designers and cultural workers with the goal of developing a version of a podcast radio show based in Madrid, devoted to exploring manifold forms of urban collaboration. From 20 people by mid-March to the actual 84, the group soon became a frantic and lively space where all participants have been sharing personal experiences, commenting media articles, discussing specialized papers and pre-prints or analysing collectively anything relevant to understand the unfolding of the COVID crisis. From its onset the convening team encouraged us to send audio messages to compile and edit them, together with other material, as podcasts that could reach out to a wider public beyond the group. Here we reflect on the methodological inspiration we could draw from this peculiar use of a regular off-the-shelf collaborative digital platform for our work as social scientists. Shocked and perplexed by the present situation, we (as the rest of our companions) have found in ‘Cor on collaboration’ a resource to navigate uncertain times: Not just a place for solidarity, debate and contact, but a place driven by the shared effort to problematize the present situation. Contributing to the rising debate on how to undertake ethnographic work in times of lockdown we would like to intimate the affordances of this particular ‘telegrammatic’ correspondence that has allowed us (and our counterparts in this conversation) to inquire into the uncertainty of these strange times.
Munich, Germany – Only seldom do constitutional debates take the streets. However, these bureaucratically heated disputes–regularly discussed in the secluded spaces of courts–sometimes catch media attention and stir political debate. After the implementation of stark public health measures to fight against the expansion of the SARS-CoV-2 pandemic in Germany, a mounting controversy has opened up in the last weeks. Federal states like Bavaria have issued public space use guidelines to prevent the virus to spread: these recommend not only a safety distance of 1,5m, but also include bans affecting many institutions and big shops, which have closed or been reduced to essential-mode only; in the streets and parks groups of only 3 people are allowed, with the sole exception of larger groups living in the same household. When appreciated in a comparative gaze, these measures are far less strict than most of the neighboring EU countries. However, different political factions in Germany consider that they affect the rights of free protest and the freedom of assembly.
In the last weeks there have been scattered protests all over the country, having some support across the political spectrum, against what some have called a ‘Demoverbot’ (ban of demonstrations). Some wonder: What should go first, fundamental rights or health? The debate, of course, takes different connotations, left or right. And there are different expressions related to it. Some weeks ago, a man was photographed in Karlsruhe carrying a makeshift book copy of the Constitution tied to his back. On May Day several ‘Spontis’ (spontaneous demonstrations) took the streets in the popular districts of Berlin in protest for the ban. Walking by the Isar – Munich’s river – some days ago, I found another modality: a graffiti fight painted on the pavement in a bike lane from the green spaces running parallel to the water in the Glockenbachviertel’s embankment. A collision of political views in yellow and white. In yellow someone had painted a statement whereby ‘Corona’ came to stand as the ‘Demoverbot’ in itself. In white, someone felt compelled to correct this: ‘Corona’, that person thought, is a ‘virus’, whereas ‘capitalism’ would be ‘the problem.’
[FR] Munich, Allemagne – Il est rare que les débats constitutionnels se déroulent dans la rue. Malgré tout, il arrive que ces disputes bureaucratiques de haute volée — habituellement réservées aux espaces confinés des tribunaux — attirent l’attention des médias et suscitent un débat politique. Ces dernières semaines, après la mise en œuvre de mesures de santé publique draconiennes pour lutter contre l’expansion de la pandémie de SRAS-CoV-2 en Allemagne, une controverse grandissante a émergé. Des États fédéraux comme la Bavière ont publié des directives sur l’usage de l’espace public pour empêcher le virus de se propager : celles-ci recommandent non seulement que soit respectée une distance de sécurité d’1,5 mètre, mais comprennent également des interdictions touchant de nombreuses institutions et de grands magasins, dont la plupart ont fermés ou ont été réduits à un service minimum ; dans les rues et dans les parcs, seuls les groupes de 3 personnes sont autorisés, à l’exception des collectifs pour peu nombreux qui vivent sous le même toit. Lorsqu’on les compare, ces mesures sont beaucoup moins strictes que dans la plupart des pays voisins de l’UE. Cependant, différentes factions politiques en Allemagne considèrent qu’elles affectent les droits de manifestation et la liberté de réunion.
Au cours des dernières semaines, quelques manifestations ont été organisées dans le pays, avec un certain soutien de l’ensemble du spectre politique, contre ce que certains ont appelé un « Demoverbot » (une interdiction de manifester). On s’interroge : qu’est-ce qui devrait passer en premier, les droits fondamentaux ou la santé ? Le débat, bien sûr, prend différentes connotations, à gauche ou à droite. Et différentes expressions y sont associées. Il y a quelques semaines, un homme a été photographié à Karlsruhe avec un exemplaire de la constitution fait maison attaché dans le dos. Le 1er mai, plusieurs « Spontis » (cortèges spontanés de protestation) sont descendus dans les rues des quartiers populaires de Berlin pour contester l’interdiction. En me promenant le long de la rivière Isar-Munich, j’ai découvert il y a quelques jours une autre modalité d’expression : un combat de graffitis peints sur une piste cyclable du Glockenbachviertel, au niveau des espaces verts qui longent l’eau. Une confrontation de points de vue politiques en jaune et blanc. En blanc, quelqu’un avait peint une équation dans laquelle le « Corona » se substituait au « Demoverbot ». En jaune, quelqu’un s’est senti obligé d’en rectifier les termes : Le « Corona », selon cette personne, est un « virus », tandis que le « capitalisme » serait « le problème » (kindly translated by Jérôme Denis)
Publication and rationale
This short picture & text is a guest contribution to Scriptopolis (11 May 2020), the wonderful archive documenting material approaches to writing phenomena curated by Marie Alauzen, Jérôme Denis, David Pontille & Didier Torny.
Although the brief accompanying text provides contextual info on the picture, some relevant phenomena (like the 9pm clapping & the vast support of the measures) are obviously missing in this attempt at charting out landscapes of protest in German cities under Corona public health regulations. However, I wanted to document this to reflect how different liberal versions of ‘exposure’ might be emerging…
Interestingly, there are also newer landscapes of protest operating with an idea of ‘shared protection’: Disability rights movements like AbilityWatch have been exploring forms of demonstrating ‘at a distance’, particularly at a time when they feel even more exposed by a re-enactment of eugenic-like measures in health care using the hashtag #UNsichtbar. +info here: https://maiprotest.de/
Come what may, and beyond the more or less spectacular display of street protests, a looming question seems to linger: even if might sound like a minor issue, a too-civil concern, appreciating the constitutionality of these measures has become also a debate between jurists, given that they might have a jurisprudential value – hence, exploring their juridical and scientific grounding becomes quintessential, since they might be having a future impact.
Felix Bohr, Uwe Buse, Anna Clauß, Markus Feldenkirchen, Barbara Hardinghaus, Wolfgang Höbel, Guido Kleinhubbert, Martin Knobbe, Julia Koch, Dialika Neufeld, Christopher Piltz, Max Polonyi, Andreas Wassermann and Alfred Weinzierl (1 May 2020). Germans Split Over Lifting of Lockdown. Der Spiegel.
Maik Baumgärtner, Felix Bohr, Roman Höfner, Timo Lehmann, Ann-Katrin Müller, Sven Röbel, Marcel Rosenbach, Jonas Schaible, Wolf Wiedmann-Schmidt und Steffen Winter (8 May 2020). Sturm der Lügen. Der Spiegel.
El equipo editorial de la revista (con)textos: revista d’antropologia i investigació social de l’Associació Antropologies y, en particular, Violeta Agudo-Portal han tenido la amabilidad de entrevistarnos a Adolfo Estalella y a mí inaugurando su sección de entrevistas.
Esta entrevista surge como un espacio para charlar sabre la etnografía, las colaboraciones y la experimentación. El libro que editan recoge y extiende las reflexiones surgidas en las años ochenta en el marco de la publicación de Writing Culture (1986). El volumen no pretende formular nuevas metodologías, sino que aporta una recopilación que George E. Marcus denomina “minimalista” en este sentido. En esta ocasión, la etnografía y el “campo” (the field) se piensan con y a través de la conceptualización y práctica de la colaboración. Se distinguen tres tipos de colaboraciones: El Modo 1, apunta a la prexistente colaboración en el campo, con practicas de origen extractivista asentadas en la jerarquización de las posiciones y relaciones. El Modo 2, aborda la antropología publica y sus alianzas con el activismo, enmarcadas en un trabajo de campo que tiende a estar prediseñado y donde la colaboración esta a su servicio en gran medida. El Modo 3, al que las editores dedican el título del volumen, concibe la colaboración conceptualmente y en la practica coma innovación. Para ello elaboran este modo con términos coma experimento o dispositivo. “Colaboraciones experimentales,” una experimentación que Estalella y Sánchez Criado puntualizan no es novedosa en el trabajo de campo, pero que, sin embargo, no ha encontrado lugar en la mayoría de las textos o monografías, y par lo tanto cuenta con un vocabulario reducido.
ETNOGRAFIA, EXPERIMENTACIÓN, DISPOSITIVOS DE CAMPO Y COLABORACIONES: UNA ENTREVISTA CON ADOLFO ESTALELLA Y TOMÁS SÁNCHEZ CRIADO
ENTREVISTA REALIZADA POR: VIOLETA ARGUDO-PORTAL
EQUIPO EDITORIAL REVISTA (CON)TEXTOS ASSOCIACIÓ ANTROPOLOGIES
VIDEOCONFERENCIA, 2 DE MAYO DE 2019
[Durante la videoconferencia Adolfo Estalella tuvo problemas de conexión y, por lo tanto, Tomás Sánchez Criado retomó parte de la conversación cuando esto ocurría]
V.A-P: Nos gustaría que nos explicarais, sobretodo para quienes no han tenido oportunidad de leer el volumen o no conocen vuestro trabajo, cómo surge esta reflexión en torno a las colaboraciones experimentales y la etnografía.
A.E: Pues cómo surge… yo diría que surge de un encuentro personal entre nosotros dos cuando estábamos haciendo trabajo de campo tanto en Madrid coma en Barcelona. Así lo contamos en un artículo en espera de ser publicado, en el que detallamos cómo llegamos algunas de estas reflexiones. Creo que el título del artículo es lo suficientemente iluminador de la propuesta que hacemos: “Do it Yourself Anthropology”. Uno de los dos elementos fundamentales del contexto en el que nos encontramos es el 15M, una época de intensa efervescencia urbana, cuando la ciudad esta poblada de todo tipo de colectivos tratando de habilitar nuevas formas de vida en común, en ese marasmo estamos nosotros investigando y aprendiendo de gentes distintas: activistas, diseñadoras, arquitectos….
Estamos en una ciudad que, coma decimos en el artículo, se ha poblado de vacíos urbanos, vacíos que invitan a repensar y a reinventar la ciudad. Y nosotros paradójicamente nos movemos, en torno a esos vacíos, pensando con otra gente, y al mismo tiempo nos encontramos con un vacío disciplinar, pues no tenemos ningún tipo de enraizamiento dentro de la tradición antropológica española, y no lo tenemos no par desapego sino par las vicisitudes de nuestra trayectoria profesional.
Entonces, tenemos par un lado la falta de interlocutores dentro la academia y, por otro lado, la experiencia de que el tipo de investigación que hacemos ha cambiado con respecto a proyectos previos, nuestros modos de indagar con la gente que nos encontramos son otros… y creemos que merecen ser narrados. Así surge el volumen de Experimental Collaborations, que no es otra cosa que un intento por narrar modos de indagación etnográfica que no se ajustan a los tradicionales ‘tales of the field’…
Sin pretender expresar ningún tipo de novismo o de novedad en la disciplina, no hacemos un argumento sobre la novedad de estas formas de indagaci6n experimental, al contrario, pues pensamos que siempre han formado parte de los modos de indagar antropológicos. Nuestro argumento va en otro sentido y señala la necesidad de describir empíricamente y conceptualizar de manera precisa esos modos experimentales que han sido ignorados, pero que son muy relevantes al abrir la posibilidad de modos de indagación antropológica.
T.S.C: Creo que hay un espacio que nos conecta más personalmente a Adolfo y a mí, y que conecta mucho con estas maneras de pensar y de indagar en relación con una crisis de los saberes expertos que ocurre más genéricamente con el 15M, que es el ámbito de las estudios sociales de la ciencia y la tecnología, en cuyo intento de institucionalización ambos hemos estado también muy implicados.
Por un lado, hemos estado haciendo trabajo de campo con profesionales técnicos y científicos: en el caso de Adolfo ha estado trabajando con arquitectos, colectivos de arquitectura. En mi caso, con diseñadores amateurs y profesionales implicados en el ámbito del cuidado y la vida independiente. Pero, por otro lado, la Red de estudios sociales de la ciencia y la tecnología (RedesCTS) fue un espacio en el que nos encontramos muy cómodos, porque se trataba casi de una extitución antes que una institución. Allí nos encontramos con mucha otra gente que venía de campos coma la sociología, la psicología social y cultural o la historia de la ciencia. Hablo de extitución porque aparecimos coma una especie de prototipo de una nueva forma de asociación científica: explícitamente híbridos y mixtos, con la voluntad de juntarnos con la propia gente con la que estábamos colaborando en nuestros trabajos de campo, pensar junto con ellas, generar contextos de interlocución, modos de indagación común, más o menos complicados. A veces ha salido, otras no.
Ese espacio extitucional que son los estudios de la ciencia y la tecnología digamos que nos abrió a un montón de reflexiones muy poderosas. Nuestra relación con ese espacio de alguna manera se refleja en el vocabulario que también empleamos a la hora de plantear esta exploración sobre las maneras en que hemos estado haciendo trabajo de campo. Ahí encontramos por qué utilizamos un vocabulario relacionado con la experimentación y no sólo la colaboración, que es lo mas común quizás en la literatura etnográfica que reflexiona sobre las nuevas condiciones del trabajo de campo en la contemporaneidad y demás. Pero bueno, curiosamente, muchas de las reflexiones que en el ámbito de la antropología en lengua inglesa sobre cómo repensar, modificar y reapropiarse los modos de hacer trabajo de campo, se hacen también en esa encrucijada.
La encrucijada entre una antropología de la contemporaneidad que se piensa muy vinculada a la transformación de los saberes, que piensa la crisis de la modernidad, que piensa la crisis del saber experto, que piensa la pluralidad de saberes que tienen que ser convocados en la propia antropología o que abre la antropología a otras para que la ocupen. Estoy pensando par ejemplo en el caso de Estados Unidos donde gente como Kim Fortun, o claro, anteriormente George E. Marcus, Michael Fischer o Paul Rabinow abrieron toda una conversaci6n en esta dirección. Par situar un poco dónde surge lo que comentamos.
Adolfo y yo nos conocemos, antes que como antropó1ogos a secas, como antropó1ogos interesados en pensar una antropología de la ciencia y la tecnología: en ese espacio extitucional, en el momento de cierre de nuestras tesis y en momento de apertura de otros trabajos de campo. Es ahí donde surgió la conversaci6n en torno a una pregunta muy sencilla: ¿Qué narices nos está pasando? A él le pasa trabajando con colectivos de arquitectura en Madrid, que se ponen a pensar infraestructuras abiertas para rehacer la ciudad. Y a mí me pasa en Barcelona, muy vinculado a la gente del foro de vida independiente y al activismo de la diversidad funcional, que de repente entran en una especie de delirio que quieren rediseñar sus espacios de encuentro, sus sillas de ruedas, quieren rediseñar la manera en que de relacionan con lo que se suelen denominar ‘ayudas técnicas’. Ambos grupos ponen patas arriba el orden instituido y las jerarquías del diseño de la ciudad y de las tecnologías.
Como veis esto tiene que ver con una cosa más complicada que un mero contexto. Más bien se trató de una transformación del papel que tenía el saber y, por lo tanto, que impactó directamente en nuestra propia manera de producir conocimiento a través de la etnografía. Vivir esa situación transforma la manera en que la etnografía ocurre porque no puedes estar en el campo única y exclusivamente con un cuaderno de notas, a tu bola. Tienes que generar unos contextos para compartir lo que allí está ocurriendo. Todo esto alteró profundamente para nosotros las maneras en que solemos pensar cómo debe ser la etnografía canónicamente, o al menos sobre cómo nos la explican las manuales.
V.A-P: La verdad es que habéis ido respondiendo muchas de las preguntas que tenía, pero voy a compilar varias cuestiones. Por un lado, en relación con una curiosidad sobre un dato que acabáis de comentar sobre la próxima publicación de un artículo que se titula “Do it Yourself Anthropology”. En este caso elegís hablar de antropología y no de etnografía. Sin necesidad de meternos a fondo en el campo de las distinciones entre ambas, pero nos gustaría saber que hay detrás de este traspaso terminológico de la etnografía a la antropología. Pero antes de ir a esa cuestión también quería retomar lo que comentaba Tomás, que ya se ha hablado en numerosas ocasiones sobre la colaboración en la antropología de la contemporaneidad, etc. Es interesante cómo en el volumen no sólo se aborda la acepción más romántica de colaboración, sino que también se reconocen otros aspectos menos idealizados. En este marco, ¿qué entendemos par “colaboraciones experimentales” en el trabajo de campo? ¿Y cómo se relaciona el volumen y esta propuesta con las diferentes crisis de reflexividad en torno a la etnografía, especialmente a partir de las arias ochenta?
T.S.C: Todo esto se inicia en 2014 con un panel en la EASA (Ethnography as collaboration/experiment) con un intento de pensar, después de varios años con Adolfo debatiendo sobre las vicisitudes de nuestro trabajo de campo. Empezamos a leer mucho sobre el giro colaborativo en la antropología: una crítica bastante temprana sobre el modo extractivista de pensar las relaciones de campo, que suele distinguir entre el informante y el informado, entre quien tiene preguntas y quien da respuestas, un modo de indagación criticado por su carácter individualista o colonial donde la estancia en el campo se transmuta en una autoridad como autor que da fe de aquello que ha visto.
Es un pacto o de cláusula de objetividad basada en la indexicalidad, similar a la que tienen las periodistas. Esta manera de narrar el encuentro etnográfico entra en crisis en los años 80, pero tambien los modos y maneras de hacer trabajo de campo. En nuestra revisión, sin embargo, también nos distanciamos de ciertas maneras que han sido reivindicadas como la solución a esto, en la forma de programas implicados o comprometidos.
De forma heurística en nuestra revisión, par tanto, hablamos de tres modos de colaboración. Hablamos de un modo 1, una forma extractivista de entender la circulación de información, donde se distingue quien informa y es informado. A continuación, repasamos lo que llamamos el modo 2, que sería el modo de la antropología implicada o comprometida, que genera espacios de co-escritura y co-análisis. Muchos de estos trabajos han sido una gran inspiración al estar trabajando ambos en espacios activistas. Sin embargo, nos parece que este modo suele tener demasiado claros los objetivos políticos de la intervencion, y se suele seguir haciendo una distinción muy fuerte entre quien es antropóloga y quien no. Es por ello que distinguimos un modo 3, o experimental, donde la colaboración requiere un enorme trabajo de diseño para generar espacios abiertos de problematización conjunta, de co-investigación y donde los otros devienen pares epistémicos.
Este modo 3 remite mucho al momento en que estábamos haciendo nuestro trabajo de campo. En el momento posterior al 15M, con todas sus ramificaciones enormes, es un momento de gran incertidumbre. La crisis, que es también una crisis de los saberes expertos, no sólo una crisis económica como se suele narrar, también va vinculada a una fortísima apropiación activista crítica de la manera en que debe repensarse quién o cómo se investiga. El modo 3 es nuestro hallazgo etnográfico. Nos dimos cuenta que muchas de las cosas que estábamos haciendo no podían ser descritas al modo 1 ni en el modo 2, que la inventiva de las situaciones vividas con esos pares epistémicos necesitaba quizá de otro vocabulario para poder ser descrita. Aquí nuevamente los estudios sociales de la ciencia y la tecnología fueron muy relevantes para describir y dar cuenta de su detalle concreto. Autores coma John Law han venido trabajando sobre lo que denominan ‘la vida social de los métodos’, prestando atención a los métodos coma peculiares dispositivos que ordenan el mundo y las relaciones de modos siempre peculiares, donde la actividad investigativa es generativa de mundo.
Nuestro trabajo hacía muy presente el papel de diferentes dispositivos: plataformas web para pensar juntas o blogs para documentar y reflexionar conjuntamente nuestras experiencias transformaban la investigación solitaria en un campo común, donde las espacios de análisis y la toma de notas se convertían en algo compartido, generativo de otras relaciones de problematización conjunta: donde infraestructuras abiertas coma Ciudad Escuela permitían repensar la ciudad contemporánea y sus propiedades, donde el diseño abierto desde la diversidad funcional de En torno a la silla nos permitía ensayar otras posibilidades de relación distintas a las que ofrece y hace posible la concepción dependentista del estado de bienestar. Así, empezamos, poco a poco, a hablar e intentar nombrar los “dispositivos etnográficos” que nuestros trabajos de campo en esos lugares tan peculiares habían hecho disponibles.
Entonces, par ejemplo, nos encontrábamos con cómo nuestras investigaciones estaban repletas de dispositivos u ocasiones generativas: de repente acabas organizando eventos, donde acaban hablando muchas de las personas con las que estas trabajando, que se convertían no en lugares para enseñar lo ya sabido, sino para pensar juntas lo que nos estaba ocurriendo. Donde de repente los eventos que uno produce ya no son el producto final de un trabajo etnográfico, sino un dinamizador de la propia etnografía: Hacer una charla, hacer un evento, una documentación de un proceso, hacer una exposición, etc. se convertían en dispositivos para hacer trabajo de campo, no tanto para representarlo a posteriori.
Esa atención a los dispositivos de campo nos permitía describir las formas experimentales que nuestros trabajos de campo estaban tomando en situaciones que se parecen mucho a esas formas de vida emergentes (emergent forms of life) de las que habla Michael Fischer, el antrópologo norteamericano, tomando inspiración del filósofo e historiador de la ciencia Hans-Jörg Rheinberger y su análisis de los “sistemas experimentales”, como las laboratorios, que son entornos singulares donde se inscribe de muchas maneras lo que ocurre, y donde lo mas relevante es que lo que ocurre sirva para hacernos nuevas preguntas.
Pero antes que en el espacio cerrado de una ciencia institucionalizada, nuestras etnografías tomaban características de las propias condiciones experimentales ‘salvajes’ donde nos movíamos: con muchas personas generando dispositivos y condiciones de indagación sobre lo que les ocurre, lo que les pasa, sobre quienes son, a dónde vamos, de todo tipo. Pensemos, por ejemplo, en la PAH con un gran aparato de producción de inteligibilidades sobre las condiciones de la crisis inmobiliaria en España, donde además de toda la red de soporte interpersonal generan condiciones para hacer a la gente compartir sus experiencias, se sistematizan esos conocimientos y se producen informes, que a su vez sirven para generar una manera de repensar las relaciones con otros. De alguna manera peculiar hacían cosas que se parecen mucho a las que hacemos nosotros como antropólogos.
Entonces, bueno, nos dimos cuenta de que quizás lo que ocurre es que ya no es sólo una forma colaborativa en un sentido implicado o involucrado o comprometido, sino que estamos ante gente que está investigando. De alguna manera, lo que hace experimental nuestro trabajo no es el juego más o menos ficcional con las formatos de representación, sino el hecho de que estamos produciendo experimentos de campo al trabajar con “comunidades epistémicas” (coma las llaman Holmes y Marcus) más o menos en crisis, más o menos consolidadas, más o menos activadas donde el conocimiento y el saber forman parte de la propia manera de la que esta gente se conduce y que por eso mismo disputan la propia manera de producción de saber nuestra.
Pero, claro, lo que nos parece fascinante es cómo esto nos hace repensar qué puede ser la etnografía hoy, que es una reflexión que no es sólo nuestra evidentemente, es una reflexión muy profunda en los últimos treinta años de la antropología que se abre hacia muchos sitios: se la hace la gente de la antropología visual, sensorial, la gente que trabaja en la encrucijada con las STS, la gente que trabaja en diseño o en el ámbito urbano; hay hoy día muchas encrucijadas donde el objeto de interés de la disciplina, cómo hacemos trabajo de campo, para qué lo hacemos y cuáles son las condiciones de relevancia son objetos de indagación y experimentación constante.
V.A-P: Interesante… También nos ha llamado la atención que el “experimento etnográfico” no es tanto una desviación de la observación participante como una modalidad en sí misma. ¿Cómo se interrelacionaría la observación con la experimentación? Quizás a través de algún ejemplo…
T.S.C: En la introducción intentamos repasar el origen de la distinción entre experimentación y observación, que es mucho más reciente y más compleja de hacer de lo que pudiera parecer. Los orígenes del trabajo de campo antropológico, a finales del XIX, remiten a un momento de grandes prestamos epistémicos, y sus formas son un compuesto con gran inspiración naturalista en el trabajo de observación de bió1ogos o zoó1ogos, en muchas ocasiones en expediciones conjuntas. Pero el trabajo de campo de los naturalistas, como muchos trabajos en historia de la ciencia vienen mostrando repetidamente, está siempre en una relación constante con el trabajo experimental de laboratorio. En antropología, sin embargo, la experimentación ha tenido mala fama coma modo de explicar las modos de hacer de la etnografía. Reivindicar la experimentaci6n es un argumento complejo de hacer.
Como explican historiadores de la antropología como George Stocking Jr. la obsesión con la observación parece obra de la antropología social británica. Pero frente al relato malinowskiano de la observación participante como una relación naturalista, trabajos más recientes nos permitirían pensar si quizá la observación en el campo también fue una forma experimental para la antropología. El reciente libro de Hviding y Berg The Ethnographic Experiment: A.M. Hocart and WH.R. Rivers in Island Melanesia, 1908, de alguna manera recupera otra manera de narrar la inventiva etnográfica que supusieron las primeras formas de estancia prolongada en el campo, condiciones experimentales a partir de las cuales surge lo que hemos llamado observación participante.
Este trabajo fue muy importante para pensar si quizá antes que algo nuevo o radical, la experimentación hubiera estado a la base de todas las formas de inventiva metodológica en el trabajo de campo etnográfico. ¿Qué ocurre si todas las formas de indagación etnográfica que hoy solemos denominar con el epíteto “observación participante” no fueran sino dispositivos que en un momento fueron experimentos en los modos de describir, relacionarse o relatar? Desde los diagramas de relaciones de parentesco, hasta las relatos poéticos fragmentarios ahí hay una gran inventiva de modos y maneras de estar en el campo, generar registros y dar cuenta de lo que allí sucede…. Y nos parece que antes que una defensa de la observación, esto llama a buscar un género de explicar y describir el trabajo etnográfico haciendo relevante el pulso experimental que siempre ha existido en el trabajo antropológico, y que se traduce cuando solemos hablar coloquialmente de que el trabajo etnográfico es en realidad un método muy flexible. Por tanto, ¿y si la experimentación no fuera nada nuevo?
Sin embargo, tenemos pocos relatos como el que nos ofrecen Hviding y Berg, donde la experimentación de campo quede bien reflejada. Muchos de nuestros manuales etnográficos construyen un catálogo de herramientas o instrumentos precocinados. Y muchos de los relatos informales sobre cómo se hace trabajo de campo tienen mucho de “vete, aprende a hacerlo haciendo y ya nos cuentas una historia interesante al volver”. Entre la etnografía de manual y la relación etnográfica improvisada nos parece que habría al menos otra manera de describir de forma mas fehaciente en qué consiste hacer etnografía, otra manera de narrar lo que hacemos en el campo, para la que quizá no tenemos un vocabulario.
Es por eso por lo que el libro, más allá de nuestros propios trabajos, de alguna manera intenta convocarnos a describir denodadamente el carácter experimental de los “dispositivos de campo” de la etnografía. El trabajo del resto de capítulos nos parece que ilustran que la experimentación no sólo ocurre en el modo marcadamente explícito como el 15M, sino en cualquier aproximación a la construcción de una indagación antropológica singular: cómo hacer una etnografía de las giras de una banda, cómo aprender que quizá antes que refrendar sus ideas de lo que es la etnografía quizá la mejor manera de relacionarse con los diseñadores es friccionar, y así toda una pléyade de pequeñas invenciones de campo que el libro quiere documentar.
V.A-P: Para ir cerrando, os resumo las últimas cuestiones que podríamos abordar. En el libro encontramos que la mayoría de los casos se tratan de lo que se llama en ocasiones, “etnografía hecha en casa” o “at home”. Es decir, cuando no hay una ruptura de coordenadas espaciales en ese sentido, cuando “ir allí” puede ser ir a un sitio en el que ya habías estado o que pasas a menudo, pero en esta ocasión quizás hablando con gente que no habías hablado, etc. ¿Cómo relacionaríais vuestra propuesta y reflexión con llevar a cabo la etnografía en tu propio contexto geográfico? ¿Y qué pasa con la evocación de integridad que ha tenido la etnografía, especialmente como -grafía, a la hora de generar una narración descriptiva que evocaba una cierta integración dentro del trabajo de campo? Por ultimo, comentaros en relación con el trabajo que hacemos en la Associació Antropologies nos encontramos que en los contextos urbanos hay una proliferación de personas con perfiles muy variados haciendo etnografias o incluso para-etnografias. Y esto nos ha hecho reflexionar sobre una tendencia y un cierto énfasis en clasificar las indagaciones como ‘etnográficas’. Un encuentro constante con la palabra etnografía, ¿qué os sugiere el auge de esta adjetivación?
A.E: Con respecto a la primera pregunta, no sabemos el alcance que la propuesta de colaboraciones experimentales puede tener en contextos distintos a aquellos en las que surge la reflexión. Eso en realidad queda en manos de aquellos antropólogos y antropólogas que pueda considerar inspiradora la propuesta. Uno de los esfuerzos que hacemos no es señalar la novedad de ciertos trabajos de campo, ciertas prácticas etnográficas que diríamos no son absolutamente novedosas. Lo que sí hay de novedoso es el intento de conceptualizarlas, el vocabulario que tenemos para describir las prácticas etnográficas es bastante limitado en este sentido. Una observación participante es insuficiente para dar cuenta de las prácticas epistémicas de campo. Lo que estamos explorando es un vocabulario conceptual para dar cuenta de la etnografía. No es sólo una propuesta para la práctica, sino un ejercicio también de conceptualización de la etnografía. Desde esta perspectiva, lo que esta en juego entonces no es si los dispositivos de campo que describimos, esos modos de relación que permiten la relación en el campo pueden ser aplicables en otras geografías, lo que verdaderamente esta en juego es un esfuerzo par documentar, describir y conceptualizar los gestos de inventiva que son parte esencial de la construcción de nuestras relaciones etnográficas.
T.S.C: Simplemente añadir una pequeña nota, la distinción “casa” o “fuera”, a mi personalmente me parece francamente problemática.
A.E: Sobre todo qué hay detrás de esa idea.
T.S.C: Es un problema, que Marilyn Strathern o George Marcus o Paul Rabinow se plantean con mucho detalle. A la hora de abordar sociedades complejas, llenas de encuentros fugaces o formas de socialidad emergente y gente de la que no tenemos ni idea de lo que son mantener la mirada un tanto etnicista o culturalista que hay detrás de esta idea casa/fuera es un imaginario muy problemático. No porque no tenga sentido pensar los contrastes de todo tipo: lingüísticos, en las prácticas, en las relaciones de dominación, etc. Pero si algo hemos aprendido de la antropología de la ciencia y la tecnología es que hay muchas formas esotéricas de sociedad o socialidad que el proyecto moderno ha ayudado a traer a la presencia, y donde no está tan claro que podamos entender lo que suponen por mucho que ocurran en un edificio a dos manzanas de donde vivimos.
V.A-P: Me parece relevante comentar alga que ya ha ido saliendo, coma es la toma de notas. En etnografías en las que estás involucrada haciendo muchas otras cosas que no te permiten tomar notas, esa estética de tomar notas y el tipo de descripciones que se espera surjan de ellas se desmorona y aparecen otro tipo de registros… ¿Nos podéis poner algunos ejemplos de esta parte más práctica?
T.S.C: Creo que todas esas rupturas que comentaba antes, la antropología visual, la sensorial, digital, la design anthropology han venido abriendo modos y maneras formas de representar, o incluso de no-representar muy diversas. Todo ese campo de experimentación que hoy día se conoce como antropología multimodal, es decir, la producción etnográfica más allá del registro textual y visual están inventando todo otro tipo de registros y maneras de documentar y producir situaciones de campo. Esa inventiva multimodal lleva aparejadas formas de “hacer con otros”, hacer investigación a través de las formas de documentación diagramática de personas coma Carla Boserman, una colega con la que también hemos aprendido a tomar notas de campo de otro modo. Sus relatogramas, como ella los llama, son composiciones de dibujo y texto que relatan situaciones y sus atmósferas. Pero no se acaban ahí: luego los escanea, sube a la red, provocan discusiones…no son sólo registros, sino también plataformas relacionales que abren a otras conversaciones.
A.E: Regreso sobre la extensión de la utilización del concepto de etnografía o su invocación constante en distintos colectivos de la figura de la etnografía que comentabas. Es algo a lo que se ha referido de manera provocadora Tim Ingold. Por ejemplo, en mi caso, yo diría que una de las cosas más interesantes trabajando con muchas de mis contrapartes (arquitectos, activistas, etc.) ha sido el descubrimiento de otras formas de indagación para investigar la ciudad. En mis proyectos yo no me he preocupado par la ortodoxia disciplinar, de hecho, no describiría mis proyectos coma interdisciplinares o multidisciplinares sino como colaboraciones experimentales. Siempre me he personado coma antropólogo y es precisamente eso lo que les resulta relevante a mis contrapartes en el campo. Desde esa perspectiva disciplinar, un aspecto destacado de la relación con las otros ha sido el descubrimiento de que la etnografía se puede enriquecer prestando atención y aprendiendo de esas otras formas de indagación… A la propuesta de Ingold y otros de pensar la antropología no como una practica que investiga a otros, sino una empresa en la que investigamos con otros le podemos añadir un nuevo nivel. La idea de que aprendemos con otros a investigar en nuevos términos. La manera de enriquecer y expandir la antropología es aprendiendo de las formas y modos de indagar de nuestras contrapartes.
En mi caso, he aprendido mucho de la sensibilidad material de arquitectos y arquitectas que operan mediante intervenciones materiales. Si tienen que hacer entrevistas, pues fabrican una silla, una infraestructura que colocan en la calle para interpelar a los viandantes, y por mundana que sea nos abre toda una serie de preguntas sobre la materialidad de nuestros métodos. Y de repente, la silla se convierte en una especie de atractor de la gente que se acerca… Se convierte en una especie de escenario, una especie de dramaturgia material en el espacio público. Puede parecer una anécdota, pero revela una particular sensibilidad, en este caso de los arquitectos, para pensar los métodos de investigación y las formas de indagación. Y eso representa toda una oportunidad para reaprender y reincorporar algunos de estos dispositivos o formas de investigación dentro de la propia antropología. Yo lo veo con mis alumnos, donde los modos tradicionales de hacer son insuficientes especialmente en la ciudad para pensar la complejidad de los mundos urbanos actuales. En esta situación quizás tenemos que empezar a equiparnos con otro tipo de técnicas, métodos o dispositivos, que es el vocabulario que nosotros manejamos. Otros modos de indagación.
V.A-P: La parte sobre la etnografía como etiqueta que prolifera, no la pensábamos tanto como quién tiene derecho a hacer etnografía, sino que nos parecía interesante como si hubiese una autoridad inscrita en adjetivar así, que nos puede parecer incluso paradójica por nuestra experiencia, al decir que aquello que haces es etnográfico como un argumento de autoridad.Y luego, para cerrar la entrevista. Después de la publicación del libro, que ha pasado un año… ¿hay algún tipo de reflexión sobre los comentarios o feedback que habéis recibido que os gustaría comentar?
A.E: En realidad el libro lo que hace es poner un primer ladrillo de un trabajo que todavía estamos desarrollando en la plataforma xcol, un proyecto que queremos abrir a la colaboración de otros, que se articula a través de dos líneas de reflexión, intervención (también intravenciones) y práctica. Una de ellas tiene que ver con la idea de que, si las colaboraciones experimentales son un modo particular de etnografía, una de las preguntas que podemos hacernos es qué tipo de contextos, de recursos pedagógicos son necesarios para aprenderla.
Ahí tenemos toda una reflexión en torno a lo que llamamos, en ocasiones, ‘formatos abiertos’, metodologías del encuentro que adoptan la forma de talleres – la clínica de experimentaciones etnográficas que llamamos Cleenik – o laboratorios. La pregunta que nos planteamos es qué contextos específicos podemos diseñar para el aprendizaje de estos modos de indagación y cómo podemos documentar esos formatos. Documentarlos de manera que puedan viajar a otros lugares y puedan ser reproducidos por otros. Esa es una preocupación que tenemos y es lo que hicimos en #Colleex que es la red que montamos dentro de la EASA. Uno de los trabajos que hemos hecho ha sido documentar varios de estos formatos y ahí la pregunta es cómo documentamos estas metodologías, qué tipo de lenguajes visuales podemos utilizar y dónde podemos encontrar inspiración para la documentación de este tipo de eventos. Esta sería una de las vías de indagación que se nos abre a partir del libro.
Y la otra tiene que ver con este ejercicio documental de los dispositivos de campo. Una de las ideas que estamos desarrollando ahora, muy inspiradas en algunos de los trabajos de P. Rabinow es esta idea de que nuestros trabajos etnográficos están repletos de invención. Frente a la idea de que la colaboración es el resultado de la aplicación de un método, que es lo que podemos encontrar en algunas ocasiones, ¿no? Así se expresa en la idea de las metodologías colaborativas, metodologías para producir colaboraciones. Eso nos resulta bastante incómodo, y en su lugar planteamos que el trabajo de campo esta siempre repleto de invención. Y esta figura, la invención, no es completamente ajena a la antropología, si nos remitimos a Roy Wagner cuando describe la empresa antropológica coma dedicada a la invención de la cultura.
Siguiendo este argumento, una de las cuestiones que nos planteamos es cómo podemos documentar todos estos gestos inventivos que han sido completamente marginados, invisibilizados o relegados al olvido en tantas etnografías. Los ‘tales of the field’ con los que hemos tendido a narrar y a describir en que consiste la etnografía lo que han hecho ha sido ignorar la increíble complejidad de nuestros trabajos de campo… porque no se han documentado ni conceptualizado esos modos de relación etnográfica tan habitualmente cargados de inventiva. Entonces una de las cosas a las que andamos dándole vueltas es a inventar una especie de inventario etnográfico.
Un inventario que por un lado reconozca que la etnografía es siempre un ejercicio de invención y que, par otro lado, produzca un inventario donde se recopilen y documenten todos esos dispositivos de campo que son diseñados o inventados en distintas etnografías. Y entonces estamos dándole vueltas a esta idea de pensar la etnografía coma inventario o coma un inventario. Un inventario en el sentido que toda etnografía es un ejercicio de invención y un ejercicio de invención que demanda ser inventariado, que requiere el diseño de inventarios que lo que hagan sea alojan o documentar y hacer disponibles para otros esos dispositivos que resultan de nuestros trabajos de campo. Estas son las dos líneas en las que ahora estamos trabajando.
V.A-P: Justamente por esta cuestión de la colaboración y su complejidad que es interesante esta idea de contar con una caja de herramientas más creativas, para no acabar recurriendo a las formas de hacer que ya conocemos y que en muchas ocasiones no son suficientes para muchos de los lugares en los que llevamos a cabo etnografías en la actualidad. Ya sean etnografías urbanas o en instituciones, como comentabas el caso de P. Rabinow. O también es interesante cuando la colaboración viene prediseñada de forma externa. Así que estaremos alerta para ver de qué se va componiendo el inventario que comentabais… Muchas gracias por vuestro tiempo.