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La ecología de saberes vibrantes de Bruno Latour

Texto publicado simultáneamente en Ankulegi & CTXT

La catástrofe ambiental nos trae de cabeza. Por todas partes aparecen movimientos activistas, pronunciamientos reaccionarios que se les oponen y propuestas de soluciones que se expresan sin ningún atisbo de duda. En esta situación de estupor, en la que empezamos a tomar conciencia de la finitud planetaria, el trabajo de Bruno Latour (fallecido el pasado 9 de octubre de 2022) pudiera ser de gran inspiración para cultivar ecologías vibrantes de pensamiento colectivo, con el fin de abordar los retos del “Nuevo Régimen Climático”. 


Ecologistas en guerra

En Alemania, donde he vivido los últimos 8 años, nadie habla de otra cosa: Lützerath. Quizá os suene, es el primer lugar donde han arrestado a Greta Thunberg, tras una prolongada ocupación, sentadas y una batalla campal por su desalojo. Desde hace casi dos años, una infinidad de activistas luchan en este pueblo del Oeste del país al grito de keep it in the ground (dejadlo en el suelo) o Klimaschutz ist Handarbeit (la protección del clima es un trabajo manual). Su objetivo es evitar la desaparición del pueblo ante la ampliación de la mina de lignito a cielo abierto de Garzweiler, que ya ha engullido varias localidades colindantes. 

Aunque la ampliación de la mina no es una nueva medida, ha cobrado un carácter extremadamente complejo tras la invasión de Ucrania. A pesar de ser cuestionada por más de 500 científicos, la retórica de cortar la dependencia energética de Rusia ha intensificado la necesidad de extraer carbón localmente, lo que algunos residentes han percibido como una traición por parte del partido Verde, integrante del gobierno de coalición alemán. Esta traición parece haberse visto refrendada por las declaraciones de un parlamentario de los Verdes, que acusa a estas personas que protestan (como también están haciendo grandes medios alemanes) de haber roto con la tradición de la no violencia del movimiento ambientalista, atentando contra la propiedad y la integridad física de otras personas. 

En mitad del ruido, una foto de Marius Michusch se ha hecho icónica; tanto por la excavadora que representa––un ser cometierra, verdadero devorador de paisajes––, como por la protección policial que documenta––reflejando la violencia de que no hay alternativas al modelo de producción extractivista––. La imagen constituye un buen resumen de los dilemas contemporáneos de un mundo ante el abismo. Espoleados por la sensación de que a nuestro alrededor el mundo arde y la gente sufre, vivimos una época de renovadas pasiones ambientalistas, a las que muchas veces se les oponen distintas formas de negacionismo. Frente a la defensa del pueblo, hay quienes sugieren que el desalojo se haga rapidito, que se dejen de tonterías, que hay que poder seguir calentando nuestras casas, que no pasa nada.

19:42 Bagger extrem nah an Arbeitern und Polizei. Strategie von RWE; Aktivistisch nutzbare Fläche schnell wegbaggern. #Luetzerath. Marius Michusch https://twitter.com/marius_mich/status/1610708837463474183/ (7:44 PM · Jan 4, 2023)

Pero claro que pasa. Estamos en un momento muy complicado y vertiginoso. Algo ha cambiado en muchos de nosotros. Quizá fue un poco antes de la pandemia, con esos fuegos desbocados de Australia y sus koalas calcinados. O quizá fueron las olas de calor que aplastaron Europa el pasado verano. Ya no somos los mismos, ni siquiera los que se niegan a aceptar que algo esté pasando. Algo no termina de funcionar en nuestra forma de vida. Ante los reiterados avisos de la catástrofe ambiental en curso, la búsqueda de seguridad lleva a algunas personas a aferrarse a pronunciamientos identitarios rotundos, cuando no profundamente violentos. Pero también se suceden las visiones apocalípticas. Y, para hacerlo todo aún más complicado, revolotean por todos lados soluciones de distintos expertos, muchas veces incompatibles, que se expresan sin un ápice de duda. Malos tiempos para la lírica o, lo que es lo mismo, la pausa, la discusión y el pensamiento colectivo.



La esperanza (de Pandora) es lo último que se pierde

Precisamente en un momento así, me gustaría reivindicar la relevancia del trabajo de Bruno Latour ––filósofo y antropólogo de la ciencia y la tecnología, ensayista de la ecología política–– que, tomando conciencia de la finitud planetaria, ha hecho relevante otra manera de pensar, más alegre y viva, vibrante y tentativa, para hacer frente a la mutación climática. El suyo era un modo de abordar problemas gigantescos (la verdad, la eficacia, la transformación de la política como un asunto más que humano) alejado de las grandes narrativas. Su planteamiento era siempre empírico, cuando no específicamente etnográfico. Latour fue uno de los grandes artífices de lo que se conoce como “teoría del actor-red”: una caja de herramientas descriptiva para entender los modos de existencia de los modernos, nuclear para aproximarse a los dilemas de la contemporaneidad.

Por ello, cuando supe de su muerte, el pasado 9 de octubre de 2022, no pude evitar llorar. Como uno llora cuando pierde a alguien que le ha cambiado el curso de la vida, con esa mezcla de desesperación y de reconocimiento. Y recordé cómo empecé a leerlo, de la forma más absurda. En 2002 cogí el libro La esperanza de Pandora de la biblioteca de la madre de un amigo. Lo abrí, me picó la curiosidad y no lo podía dejar: aquello era un relato apasionante de los procesos de construcción de los hechos o cómo las técnicas hacen mundo. Le pedí a mi amigo traerlo de vuelta al día siguiente, pero esto nunca ocurrió. No pude proteger el libro cuando comenzó un chaparrón espantoso mientras esperaba el autobús en una parada sin marquesina. A pesar de la vergüenza de no saber cómo devolver un libro maltrecho, desde entonces Bruno Latour me ha acompañado media vida. Siempre vuelvo a él cuando necesito recordarme que el oficio de investigar puede ser también divertido y apasionante: algo para lo que, seamos sinceros, tenemos muy poco soporte institucional. Pero como siempre me recuerda desde una de mis estanterías aquel libro mojado con el que empezó todo, la esperanza (de Pandora) es lo último que se pierde.

Le conocí en persona en 2005. Aún recuerdo la fascinación de merodear con él entre las instalaciones de la exposición Making Things Public, que comisarió en el ZKM de Karlsruhe, donde fui a entrevistarlo. Sin embargo, tener de cuerpo presente a la persona que a uno le inspira no es necesariamente lo más relevante. Lo que siempre me atrajo de su lectura fue que cada vez que lo leía vibraba. Literalmente, el mundo se movía: por ejemplo, aun con el libro mojado en la mano, ese autobús que me llevaba a casa era un ente vibrátil, una componenda azarosa e inestable de distintas entidades cooperando, a través del tiempo y el espacio, para transportarnos.

Aunque tras el 15-M me distancié un poco, las prioridades eran otras y la creatividad salvaje omnipresente, desde 2019 me fascinaron sus entrevistas eléctricas en la radio France Inter. En ellas era siempre divertido y lúcido, comentando asuntos como los Gilets jaunes o el Brexit y la pandemia desde lugares interesantes. A causa de ello, poco a poco me enfrasqué en su trabajo reciente, que pone en el centro la actual mutación ecológica. Una situación que, según argumentaba, requiere de nosotros repensar el papel de los saberes, así como las formas políticas que tendremos que ensayar, pues el reto excede a nuestras actuales instituciones.

Hay muchas maneras de hacer un homenaje intelectual, también de hacerlo mal. Sólo se me ocurren algunas de intentar hacerlo bien. Frente a la idealización de personas, la historia intelectual, pues las aportaciones, para ser valoradas, requieren reconstruir bien el contexto de debates en que se hicieron: el trabajo de Latour sólo puede entenderse como un “vuelo compartido” con otra mucha gente, de entre quienes destacan, quizá, Michel Callon, Michel Serres e Isabelle Stengers (véanse estos dos artículos recientes de Callon, donde reconstruye muchas de estas interacciones: 1 | 2). Pero también, vindicar los “pequeños gestos” de una manera de pensar, como la centralidad del humor en la escritura de Latour que reseña Morgan Meyer en un reciente comentario. Y, por último, ensayar su puesta en uso, para lidiar con los problemas propios, que es lo que quisiera hacer aquí. 

Al reencontrarme con su lectura apasionada, me di cuenta de que hacía tiempo que no vivía esa frescura de volver a sentir el mundo vibrar cuando uno lee. Esta es la razón que me lleva a querer compartir mi pequeño homenaje a un pensador alegre que cultivó ecologías de pensamiento colectivo, cruciales para abordar las diatribas y los retos del momento presente. Esto no tiene que ver con hacer proselitismo, sino con querer resonar con su forma de pensar o, dicho de otro modo, con practicar un gesto latouriano. 



En la zona crítica

En su trabajo reciente hay una noción central: “Nuevo Régimen Climático”, que remite a los problemas a los que nos ha arrojado un modo de vida particular, la producción y su dependencia de las energías fósiles. Un régimen destructivo que ha transformado nuestros entornos, moldeado nuestros saberes e instituciones políticas durante más de un siglo, poniendo en riesgo la habitabilidad del planeta. Al mismo tiempo, esta caracterización sugiere la posibilidad de su transformación, de un antiguo a un nuevo régimen: lo que supone la búsqueda de otros horizontes de sentido para engendrar formas plurales de habitabilidad en un momento francamente complejo y problemático, sin garantías. De todo eso tratan el erudito Cara a cara con el planeta, los ensayos para el gran público que le han hecho popular recientemente, Dónde aterrizar y Dónde estoy, o el maravilloso catálogo de la exposición Critical Zones

Como Latour repetía incesantemente: a pesar de que la producción ha tenido efectos planetarios, no vivimos en el mismo planeta y necesitamos volver a aprender a vivir juntos. Pero para ello los modernos, principales artífices de este cambio, deben volver a entender su lugar en el mundo. El proyecto lo resumió muy bien Patrice Maniglier, en uno de los mejores obituarios académicos producidos tras la muerte de Latour: “Hacer aterrizar a los modernos supone … reabrir la pluralidad de las proyecciones terrestres. Y, también, reflexionar sobre las condiciones en las que la modernidad podría coexistir en la misma Tierra con otras formas de habitación terrestre, sin erradicarlas ni subyugarlas”. Para caracterizar esa pluralidad de proyecciones terrestres, Latour hablaba de Gaia: un término tomado de los trabajos científicos de James Lovelock y Lynn Margulis, pero que convierte en un concepto propio. 

Gaia no se trata ni de la madre tierra new age ni del planeta como totalidad sistémica o cibernética, como lo tratan las ciencias que estudian la simbiogénesis o el sistema Tierra. Antes bien, es un ente emergente, que aparece y desaparece, donde es central la actividad de los vivientes: quienes producen la inestabilidad atmosférica que hace única a la Tierra. Su consistencia es la de un tapiz parcheado, no unitario y complejo. Ese carácter requiere todos nuestros esfuerzos para conocer sus “intrusiones”, a muy diferentes escalas. Las ramificaciones e interpenetraciones complejas que Latour mostró y reflejaba en su trabajo colectivo con las científicas y los científicos de los Observatorios de la Zona Crítica, nos conminan a la tarea de no dejar de indagar nunca. Porque hacer describibles y discutibles esas “zonas críticas” (donde los vivientes se la juegan literalmente, pero también donde más se afanan para continuar haciendo mundos vivibles, en su pluralidad irreducible) no es fácil.

Lüzerath es un interesante ejemplo de ello. Según el politólogo Pierre Charbonnier, el retorno de la extracción minera a Europa tras la invasión de Ucrania rompe una distinción espacial fundacional moderna, crucial al extractivismo colonial de la producción: la que distingue “dónde vivimos” y “de dónde vivimos” los modernos. Parece previsible que, teniendo de nuevo las minas cerca de casa, estos conflictos irán a más y serán más duros, lo que podría traer nuevas vías para la ecología política. Pero esta ruptura parece habernos arrojado más bien a lo que Charbonnier llama una “ecología de guerra”, donde el frente se ha desplazado a nuestras formas cotidianas de uso energético: la situación paradójica de sostener desde el consumo la maquinaria de guerra a la que muchos nos oponemos políticamente, o donde parar la maquinaria de guerra puede tener que ver con transformar nuestra relación con la producción y sus usos energéticos. Esa ecología de guerra y sus dilemas son el trasfondo de la imagen de Marius Michusch que antes mencionaba. Es una fotografía potente que quizá gane premios, pero que, también, permite hacer una distinción demasiado rápida entre quiénes son “los buenos” y “los malos”. En la mayoría de casos la distinción es compleja. 

Pensemos en las acciones de colectivos que están redefiniendo los contornos de la acción directa del ambientalismo, como Letzte Generation (última generación) en Alemania, Just Stop Oil en Reino Unido o Futuro Vegetal en España. Más allá de la famosa y disputada curadoría de arte del fin del mundo, sopa vegetal y pegamento mediante, una de las acciones más peculiares de concienciación cívica de Letzte Generation ha sido pegarse al asfalto y hacer sentadas parando el tráfico en cruces urbanos. Tras el estupor inicial de quienes se veían forzados a parar sus coches, cada vez más conductores y viandantes reciben sus sentadas con violencia. En algunas acciones recientes, al ver que iban a bloquear la calle, los coches se han negado a parar, poniendo a los activistas en peligro y llegando a arrollarlos en ocasiones.

Ciertos medios alemanes se dirigen a estos activistas con el epíteto despectivo de Klima-Kleber (los que se pegan por el clima). Su ridiculización por parte de los medios me produce una profunda tristeza porque, a través de estas acciones, estos colectivos buscan politizar la catástrofe planetaria, advirtiendo del papel central que cumplen las energías fósiles en ello, empleando el tráfico rodado para demostrar su posición. Pero la rabia y el rechazo que muestran los conductores parece revelar que esa ecuación no es tan sencilla. Cuando menos, opera paradójicamente por abstracción: parar ese coche en concreto, no implica parar el problema y, lamentablemente, tampoco parece invitar a considerar las razones de dependencia del coche de aquellos a quienes paran. Lo que, sin duda, no hace la violencia menos desdeñable, pero ¿cómo salir de este dilema?



La importancia de describir bien

Para hacer estas situaciones pensables creo que Latour puede ser de gran relevancia. En Dónde aterrizar, por ejemplo, propuso recuperar los “cuadernos de quejas” anteriores a la Revolución Francesa, donde los diferentes estamentos fueron llamados a describir los problemas que aquejaban a sus territorios. Esta herramienta descriptiva cobró sentido renovado en el contexto de las revueltas de los Gilets jaunes, donde se puso en discusión cómo ciertas políticas ambientales pudieran impactar paradójicamente en quienes no tienen dinero para renovar su viejo diésel. En un consorcio junto con profesionales de la arquitectura y las artes escénicas, Latour y sus colegas exploraron entre 2019 y 2020 en qué podrían consistir unos “nuevos cuadernos de quejas”, desarrollando para ello cartografías personales y territoriales en diferentes ciudades francesas. Se dibujaron, así, espacios de disputa y de alianza.

A mi juicio, estas experiencias empíricas son de gran inspiración si deseamos encarar los dilemas del “Nuevo Régimen Climático”. Para lidiar con el estupor necesitamos aprender a describir bien: tomándonos el tiempo para entender las redes de las que dependemos y su escala variable. La descripción es una forma de intervención: como en los cuadernos de quejas, implica también inscribir las desigualdades que aquejan a esos territorios, sus orígenes y disputas. Al hacerlo, se hace difícil, sin embargo, convertir a unos en heroínas o héroes incomprendidos y a otros en zombis de las energías fósiles. Pero, a la vez, esa propuesta descriptiva nos permite ir más allá del enfrentamiento entre gente que, de otra manera, pudiera compartir mundo o lucha, dando paso a otras políticas de re-ensamblaje de nuestras formas de vida, más allá de la producción. Se trata de una tarea compleja, sin duda.

El septiembre pasado, Philip Oltermann publicó un artículo en el diario The Guardian que lidiaba con esa complejidad. Relataba los retos que enfrenta una planta de la multinacional BASF, en la localidad alemana de Ludwigshafen, cuyo trabajo podría verse afectado por el racionamiento del gas ruso, tras las sanciones por la invasión de Ucrania. El artículo habla de un lugar difícil de pensar: con profundos y perversos lazos socio-ecológicos, en el centro de un brutal pliegue de escalas. No sólo por sus 2850 kilómetros de tuberías. Además, la planta consume una cantidad anual de gas semejante a la de toda Suiza. A pesar de su apariencia exótica y lejana, los productos químicos que produce están profundamente incrustados en el tejido de lo cotidiano: pasta de dientes, vitaminas, aislamiento para edificios, pañales, ibuprofeno para analgésicos o suministros para la industria automovilística de media Europa. 

Desde que lo leí no dejo de pensar en ello: ¿cómo intervenir en ese pliegue abigarrado, cuyo desmantelamiento o crisis afecta no sólo al consumo de combustibles fósiles o industrias de las que subsisten muchas personas, sino también a la posibilidad de contar con productos médicos y de higiene que permiten nuestra supervivencia? En su artículo Imaginar los gestos-barrera contra la vuelta a la producción anterior a la crisis, publicado durante el confinamiento, Latour argumentaba que: “No se trata ya de retomar o de modificar un sistema de producción, sino de salir de la producción como principio único de relación con el mundo”. Pero, ¿qué gestos-barrera podemos ensayar para reensamblar lo que Ludwigshafen ha plegado de otros modos? Esta es una tarea que requiere un ingente trabajo colectivo, toda una inventiva política para explorar ensamblajes alternativos.

La inmensidad del reto produce parálisis. A esto no ayuda la proliferación de diferentes formas de ignorancia instituida o negacionismo que nos abisman. Y, muy a nuestro pesar, tampoco los relatos simplistas y guerreros de la práctica científica, tan presentes en el movimiento ambientalista. El problema de lemas como “seguir a la ciencia” o “unirse contra el negacionismo” es de orden práctico, tanto en su sentido laxo —¿a dónde, cómo, por qué medios?— como en el filosófico pragmatista: es decir, hay que explorar con calma cómo se ha construido un hecho y sus efectos —“para qué” y “a costa de quiénes”—, sin dejarnos embaucar por soluciones en apariencia sencillas. Sea como fuere, debemos llevar a cabo un importante trabajo colectivo de descripción, lo que requerirá debates llenos de disputas, si aspiramos a dirimir cómo enfrentar la tarea de armar otra forma de vida.

Entrevista a Bruno Latour (6/12)
Inventar dispositivos colectivos


Hacia una nueva clase ecológica

Para ello, quizá necesitemos renovar el vocabulario y las prácticas de la ecología política. Eso implicará, por seguir con el gesto de inspiración latouriana, pluralizar y ampliar los modos de implicación pública de la ciencia más allá de formas tan iluministas como la divulgación o la pedagogía, centradas en “tener razón”; algo que no parece muy útil para hacerse con la complejidad de los problemas y la necesidad de perpetua indagación del presente. A pesar de que debemos congratularnos de que haya devenido asunto público, necesitaremos muchas más voces que las que copan las trifulcas mediáticas entre colapsistas, decrecentistas y partidarios del Green New Deal. También, aprender caso a caso a dimensionar los debates para participar de la composición de entornos más habitables para distintos seres: sin obviar la complejidad, pero sin abundar en la desesperanza ni la esperanza estériles.

En ese sentido, en su trabajo reciente con Nikolaj Schultz, Latour habla de la necesidad de una “nueva clase ecológica” que, al igual que la obrera en el siglo XIX, debe ser construida. Sin embargo, y aquí empiezan los problemas, la clase obrera no puede ser el molde: la materialidad y el sentido de la historia son distintos, la tarea de composición de otro orden. Para empezar, la afectación de los fenómenos ecológicos es muy diversa en sus expresiones, no hay una única naturaleza. Para seguir, la producción, y no sólo su redistribución o reapropiación, es el problema. Como Latour mencionaba en ese artículo durante el confinamiento antes citado: “quizá es el momento de inventar un socialismo que discuta la producción en sí misma … la injusticia no se limita únicamente a la redistribución de los frutos del progreso, sino a la manera misma de hacer fructífero el planeta”.

Para hacerse sensible a estos retos y la indagación que eso requiere, será importante, a su parecer, equipar a esa clase. Y hablan de la importancia de las artes y su capacidad de describir y de afectar para ello. No artes pedagógicas o divulgativas: con su moral ya precocinada o desplegando un saber ya cerrado. Más bien, se trataría de experimentar con lo que denominan unas “artes políticas”: la práctica especulativa y exploratoria de las condiciones (estéticas, epistémicas y morales) desde las que abordar el “Nuevo Régimen Climático”, así como de las configuraciones políticas que se harán ahí relevantes (un trabajo que Latour inició en su libro Políticas de la Naturaleza y desarrolló posteriormente en el catálogo de la exposición Making Things Public). 

El reto, como recordaba recientemente Latour en su contribución al libro que relata la experimentación durante más de una década de la Escuela de Artes Políticas (programa de estudios que dirigía en Sciences Po), es que “no hay mundo común ni nunca lo ha habido. El pluralismo estará siempre con nosotros”. Esto requiere de exploraciones y tanteos siempre situados, dimensionando los problemas caso a caso, para explorar los contornos de lo común, pero también las divergencias. En diferentes iniciativas colectivas del propio Latour, junto con Frédérique Aït-Touati y Alexandra Arènes, la dramaturgia y el arte de los diagramas han sido dispositivos experimentales centrales, junto con las exposiciones antes mencionadas, para describir y poner en discusión distintos problemas, así como para explorar las formas de abordarlos políticamente.

La tarea de esas artes políticas para componer una clase ecológica, sin embargo, requiere el acompañamiento de una ciencia que no se centre en perpetuar el estilo aberrante que ha popularizado Don’t look up: echándose las manos a la cabeza ante lo idiotas que somos, porque no escuchamos. Antes bien, hace falta una ciencia que participe del proceso vibrante de indagación de lo existente y de lo posible. La clase ecológica, según Latour y Schultz, debiera estar integrada también por cuadros políticos y funcionarios del Estado. A pesar de la prevención que este aserto pueda generar, esto pudiera ser crucial para su éxito. Asimismo, los partidos y movimientos ecologistas deberían pasar de moralizar, apesadumbrar y regodearse en la catástrofe, a explorar, recuperar y defender, con alegría, distintos sentidos, no unitarios, de buena vida más allá del proyecto moderno (como, por ejemplo, el Sumak kawsay, pero también como en Lützerath).

Todo ello será necesario para pensar la des-economización que necesitamos emprender. Ese proceso requerirá dejar cosas de lado, frugalidad y sobriedad, pero también hacer existir distribuciones más justas de la habitabilidad y la imaginación de lo posible: ensayando distintas nociones de prosperidad para convertir esa clase ecológica en una clase abiertamente múltiple o, como diría Marisol de la Cadena, “común a través de la divergencia” (lo que hace falta en un kampong de Yakarta puede no ser lo mismo que en una eco-granja de los Alpes, y no serán lo mismo hoy que mañana). ¿Quizá esta idea de una clase ecológica permita construir puentes ayudando a confederar, sin perder las diferencias, a eco-feministas, decrecentistas, movimientos de ecología negra, decoloniales e indigenistas o a diferentes vertientes de eco-marxismo y ecosocialismo?

Frente a la dureza de lo que los próximos años traerán y para desactivar la desesperanza de los cambios que tendremos acometer, será más relevante que nunca la ecología de saberes vibrantes que Bruno Latour cultivó en vida: con su experimentación descriptiva y su pensamiento colectivo generativo. Ante el serio reto del “Nuevo Régimen Climático”, en situaciones donde el miedo nos atrapa, no nos deja pensar y caemos en la tentación de abrazarnos a quienes nos ofrecen soluciones fáciles, quizá sólo esa alegría del pensar colectivo pueda ayudar a engendrar la habitabilidad plural de nuestras zonas críticas. Ese sería su mejor legado.

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Multimodal Values: The Challenge of Institutionalizing and Evaluating More-than-textual Ethnography

The last issue of the wonderful journal project entanglements: experiments in multimodal ethnography came with the sad news that they’re closing down shop. It’s perhaps telling that our call for institutionalising more-than-textual ethnography appears in that very last issue. Perhaps it symbolically means that there’s loads of work to be done for multimodality to thrive.

This is also a text that came to be published as I discovered I would be moving to greener career pastures, after many wonderful years developing the vision we here present, and that I hope I can continue to work on as associate researcher of the Stadtlabor for Multimodal Anthropology.

Many thanks to Ignacio Farías, Julia Schröder and our many collaborators in different projects for their inspiration to think together more-than-textual anthropological worlds!

The end is the beginning is the end is the beginning!

Abstract

In this collective text, we introduce the vision and work of the Stadtlabor for Multimodal Anthropology at the Humboldt-University of Berlin and propose to explore the values of multimodal ethnographic projects, broadly construed. Thinking from our very explorations in multimodal production, foregrounding a concern on values is critical to share a conundrum that has been haunting us in recent times. Indeed, while engaging in various multimodal projects, we have been confronted with a predicament that we assume many multimodally-invested colleagues must have faced at some point: the problem of how to evaluate and even institutionalize multimodal anthropological projects. This question has started to become pressing when discussing our projects in different academic contexts. In what follows, we aim to expound and discuss the particular challenges of evaluating multimodal productions and thus of institutionalizing values for the multimodal. 

Keywords: valuation, ethnography, multimodality, evaluation, Institutionalization

Recommended citation: Criado, T., Farías, I. and Schröder, J. (2022). ‘Multimodal Values: The Challenge of Institutionalizing and Evaluating More-than-textual Ethnography’, entanglements, 5(1/2): 94-107 | PDF

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Studienprojekt “Ageing Cities” > Presentation at the IfEE’s Institutskolloquium on Collective Access

Next Tuesday 19.07.2022 2:30-4pm (CET) please join us for the presentation of the Studienprojekt Ageing Cities by Maximilian Apel, Erman Dinc, Christine Maicher, Adam Petras, Doreen Sauer, and Anna Maria Schlotmann, the wonderful group of people with whom I have had the immense luck to work with in the last year.

In this year we’ve been exploring ethnographically how cities & urban designers are responding to the challenge of population ageing, and how we could understand as ethnographers the social & material transformations underway in their efforts to make ‘ageing-friendly’ cities (check the syllabus of the project)

In this choral presentation we aim to show our findings, searching to answer these questions through specific cases, most of them taking place in Berlin (on variegated issues like intergenerational and intercultural gardens or queer housing projects; the urban activism of the gray panthers; the controversies in public space design, focusing particularly on the conflicts of bike infrastructure; and VR projects to enable urban displacement or travel for older people living in residential care homes).

The picture describes a steep street from Alicante. The left part shows the sidewalk, where an older woman with her walker can be seen from behind. The middle part of the picture displays the bike infrastructures. The right part the street and parking spaces. Framing it from both sides there are 4-storey buildings.

The course has also included an excursion in April 2022 to Alicante, Benidorm and neighbouring urban enclaves in Costa Blanca (Spain). This is a very relevant area because of how ageing concerns have turned, since the 1960s, into a vector of urbanisation in the region – developing into what some geographers call “the pensioners’ coast.” But also, and perhaps more importantly, they have sensitised urban designers from the area to respond to these intergenerational design challenges in different ways. In a joint endeavour with STS-inspired architectural researchers from the Critical Pedagogies, Ecological Politics and Material Practices research group of the University of Alicante, this visit allowed us to explore different approaches to architectural practice where older people have more active roles in the design and management of ageing cities.

In showing all of this we not only wish to tell specific stories, but want to share our conceptual and methodological explorations, and the many questions this process brought about around the contested scripts and the distinctive intergenerational challenges of late life urbanism projects

This will be the last session of the Instituskolloquium of the Institut für Europäische Ethnologie (HU Berlin), which this semester had as a theme ‘Collective Access‘.

Here you could view the video recorded from Zoom
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Problemas de cuidado y el cuidado de los problemas > Vidas Descontadas

Gracias a la amable invitación de María Martínez, Maite Martín Palomo e Iñaki Rubio, en el marco del seminario permanente del proyecto “Mundo(s) de víctimas 3: Proyecto Vidas Descontadas. Refugios para habitar la desaparición social”, el próximo 15 de junio a las 11:00 estaré compartiendo mi trabajo en torno a: “Problemas de cuidado y el cuidado de los problemas“.

Para ello, revisitaré algunas publicaciones propias recientes (Care in Trouble & Anthropology as a careful design practice?) donde he estado interrogándome sobre la noción de cuidado como concepto y como cualidad de ciertas prácticas “cuidadosas” vinculadas al diseño. Esta indagación ha tenido lugar en un contexto de generalización presente de sus usos, no sólo en la jerga académica de campos como la antropología o los estudios de la ciencia y la tecnología (donde suelo habitar y pasar mi tiempo). A pesar de la relevancia de recuperar sus orígenes combativos e inclusivos prometedores en el pensamiento feminista, la expansión del cuidado más allá de los contextos de salud o cuidado interpersonal ha dado lugar a la aparición de un vocabulario político en toda regla, reivindicado en discursos muchas veces securitarios, trascendiendo a lenguajes institucionales del orden y el mantenimiento, así como alegatos etno-nacionalistas. A pesar de que esta generalización pudiera hacernos pensar en el éxito del término y la gran suerte de vivir en un presente más habitable, la violencia ambiente en que vivimos no parece augurar que esta popularidad tenga un fácil correlato en nuestra cotidianidad, ¿quizá como síntoma de un deseo o una aspiración evanescente? Antes que sugerir arrojar el término por la borda, me gustaría abordar los problemas de cuidado ante los que nos sitúan intervenciones sobre lo social en nombre de una aspiración cuidadosa que parecen tener claro lo que se necesita y cómo, donde la violencia efectiva también aparece como una violencia epistémica. Más allá de usos paliativos o vinculados a la reparación de órdenes existentes, quizá la única vía para que el cuidado no sea parte del problema, pudiera pasar por tratarlo como una práctica del cuidado de los problemas: un modo de abrirnos a los contornos de lo posible de frágiles ecologías de soportes, con conocimientos y maneras de hacer muchas veces relegadas al olvido, cuando no invisibilizadas, donde antes que vidas con contornos claros, la especulación de lo por venir participa de la ingente tarea de construir entornos para la vida plural en el presente (donde, muchas veces, antes que reparar o continuar, necesitaremos desarmar y tirar abajo). Una tarea que, en mi propio trabajo, ha ido vinculada a repensar la etnografía como práctica de diseño cuidadoso (de la que pondré algunos ejemplos vinculados a participar de colectivos de diseño activista desde el montaje de ecologías de documentación abierta, o el trabajo pedagógico para re-sensibilizar a profesionales del diseño urbano a que re-aprendan colaborativamente su práctica ante la radical presencia de quienes suelen hacerse cargo de sus designios). Esto es, una tarea donde el cuidado aparece no tanto como un concepto que clausura, sino como práctica emergente para las ciencias sociales, re-equipando o engendrando formas y dispositivos de indagación cuidadosa (atenta al cuidado de los problemas), para participar de la problematización conjunta de ecologías de soportes en condiciones de violencia ambiente.

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Paisajes activos para sobrevivir al capitalismo > Público

[VERSIÓN CORREGIDA, PUBLICADO ORIGINALMENTE EN PÚBLICO, 25/04/2022]

¿Cómo hacer posible la vida en las ruinas del capitalismo? Aunque en los tiempos devastadores que corren llevamos a rastras hasta nuestras hipérboles, esa es la pregunta que vertebra el libro La seta del fin del mundo: Sobre la posibilidad de la vida en las ruinas capitalistas de la antropóloga Anna Tsing. Un relato que captura el espíritu atormentado de una época donde el crecimiento y el progreso como los conocíamos han mostrado su cara más aciaga y tenebrosa. Pensado y escrito desde una sensibilidad etnográfica atenta a la complejidad de nuestro presente en llamas, recabando materiales e historias diversos, La seta del fin del mundo no es, pues, ni un recetario de soluciones baratas ni un ensayo que abrace el dulce láudano del apocalipsis.

Publicado originalmente en 2015 en Estados Unidos, la cuidada edición reciente de Capitán Swing es un artefacto tan embriagador (buen papel, imágenes en alta definición, letra legible, cartoné con altorrelieve, manejable y a precio asequible) y complejo como el original. Su gran hallazgo, también su elección más desconcertante, es el lugar desde el que indaga. A partir de un trabajo etnográfico de equipo realizado entre 2004 y 2011 en diversos lugares de la costa oeste de EE.UU., Japón, China y Finlandia, el libro analiza los complejos nudos entre capitalismo y ecología.

Tsing traza con gran detalle las cadenas globales de recolección, venta, estudio científico y experimentos en silvicultura para intentar cultivar, sin éxito, una rara seta que desata pasiones desenfrenadas en Japón: el matsutake, usado comúnmente como regalo o bien de lujo. Su interés por practicar una antropología de las relaciones interespecíficas en el capitalismo avanzado le lleva a desplegar un aparataje metodológico que privilegia unas “artes de la observación” para hacernos sensibles al funcionamiento de lo que llama “conjuntos polifónicos”: patchworks plagados de fricciones, antes que tejidos homogéneos, de los que el mejor ejemplo serían las relaciones interespecíficas de las que el matsutake pende. De hecho, como cuenta Tsing, el matsutake no es sólo un bien de lujo para los japoneses: un producto que condensa la nostalgia del otoño perdido y la vida de aldea, vector de la seriedad de las relaciones que se marcan con su regalo. Es, también, una forma de emergencia y supervivencia en la ruina forestal, en al menos dos sentidos, contenidos en las partes II y III del libro.

La parte II es un breve tratado de antropología económica que estudia el capitalismo de cadenas de suministro. Aquí se narra el proceso de lo que Tsing llama “acumulación de rescate”: los complejos procesos de creación de valor (como bien de regalo o de lujo) de una seta no cultivable, que crece donde nadie se la espera en antiguos bosques industriales depredados; una seta recolectada por diferentes agentes (nómadas, libertarios y migrantes) que viven “en los propios límites del capitalismo” (p.377), esto es, ni dentro ni fuera del mismo. Una cadena de creación de valor que tiene por origen una emergencia extraña de la vida, una aparición cuando todo parece perdido, en el otoño de nuestras ideas de progreso.

La parte III es un estudio de las complejas relaciones natura-culturales e interespecíficas en las que emerge el matsutake. Un relato que, antes que poner en el centro a al matsutake como especie, toma como unidad de análisis al “holobionte” del que es parte, así como sus relaciones de “simbiopoiesis”: esto es, la co-evolución y relaciones simbióticas, desde lo parasitario al apoyo mutuo, entre diferentes especies. En particular, el análisis se centra en explorar las “perturbaciones” y “diseños involuntarios” en la gestión forestal que permitieron y permiten la emergencia no diseñada del matsutake, vinculada a determinados árboles con los que co-evoluciona. Esta parte contiene, asimismo, un detallado análisis y loa del trabajo cuasi-activista de campesinos, científicos o gestores forestales implicados en la defensa del satoyama japonés, un territorio intersticial entre el bosque y el cultivo. Un trabajo de recuperación de ciertas lindes entre lo urbano y lo rural, que busca hacer viable una economía y modos de relación con el bosque alternativos. Una formación interespecífica o, mejor, un “paisaje activo” que opera, en el relato de la autora, como una suerte de “antiplantación”.

Lo que conecta ambas partes es la descripción de la precariedad existencial causada por la depredación planetaria antropogénica y, particularmente, capitalista (lo que se conoce comúnmente como la era geológica del Antropoceno). Y, más aún, el intento por mostrar distintos relatos que puedan inspirar otros paisajes activos que la sobrevivan. En ese sentido, La seta del fin del mundo desafía las historias lineales del progreso, así como los relatos conservacionistas simplistas. Parte de su complejidad radica en que sus historias crecen como las setas, alumbrando distintas “parcelas” o “retales” (patches) de los efectos interconectados, pero no unitarios de eso que llamamos el Antropoceno.

El resultado, por tanto, no es una oda a lo pre-industrial, el retorno a la naturaleza prístina y originaria, o el neo-ruralismo. Más bien la propuesta que nos hace Tsing es explorar qué capacidades de acción pueden hacerse existir en complejas situaciones ecológicas. Situaciones donde se mezclan los efectos de perturbación industrial, así como los resurgimientos simbióticos que habilitan posibles respuestas. Situaciones donde la agencia humana (a través de, por ejemplo, el cuidado, limpieza y uso del bosque) puede tener un papel relevante, pero no único. Como apunta Tsing:

“Los bosques campesinos de roble y pino han formado remolinos de estabilidad y convivencia. Pero a menudo tienen origen en grandes cataclismos, como la deforestación que acompaña a la industrialización nacional. Son pequeños remolinos de vidas interconectadas dentro de grandes corrientes de perturbación: seguramente, constituyen un buen lugar para reflexionar sobre el talento humano para poner remedio a las cosas. Pero también existe la perspectiva del bosque” (p.262)

En su “antifinal” el libro hace un enérgico alegato en favor de la ciencia abierta, abogando por la necesidad de abrir la producción del conocimiento a una multitud de colaboraciones “fúngicas” o rizomáticas (como las setas mismas), entre saberes académicos y populares. Esto es, la creación de un “paisaje activo” que permita el cultivo de saberes y prácticas no instrumentales: como el trabajo sin garantías de los bosques, con su paciencia y tiempos extraños, así como las relaciones interespecíficas a las que invita. Relaciones que a veces “no surgen gracias a los planes humanos, sino a pesar de ellos” (p.363) y que requieren ir más allá de soluciones utópicas prefabricadas o multiuso. A pesar de su compleja factura (es indudablemente un libro académico, denso y erudito) y su radical concreción en torno al matsutake, el libro nos invita a prestar atención a las complejas relaciones entre naturaleza y cultura.

Y es ahí donde el libro, en su vertiente más poética, nos sugiere rearmar nuestra imaginación ante las crisis en curso. ¿Quizá podamos inspirarnos en los valores ecológicos de las setas, así como en los proyectos de ciencia activista que el libro relata, como complejas formas de construir paisajes activos más vivibles y plurales? Donde la precariedad impera, quizá no nos quede más remedio que intentar armar muchas formas de relación fúngicas, pensando e interviniendo, desde nuestras parcelas, entornos y territorios, en los desastres en curso, aunque eso no sea garantía de nada. ¿Seremos capaces de crear paisajes activos, de muchos tipos, para sobrevivir al capitalismo y su destrucción planetaria?

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House of Gossip > Open-source game developed by the Stadtlabor for Multimodal Anthropology

House of Gossip is an open-source downloadable game (developed by the Stadtlabor for Multimodal Anthropology of the HU Berlin) that stages and creates the grounds for reflection on conflicts regarding housing and the different viewpoints in a volatile real estate market.

A first prototype of the game was developed – in collaboration with colleagues at the Zentrum für Kunst und Urbanistik (ZK/U) – in a hackathon together with MA students of the Studienprojekt “The only game in town? Anthropology and the housing markets in Berlin” (2018-2019) at the Institut für Europäische Ethnologie (HU Berlin), and showcased in the “Open Form neu denken” exhibition (organized by Z/KU at the Werkstatt of Haus der Statistik in October 25–27 2019). In the last two years we’ve been working on creating a downloadable and playable version of it.

Credits

Game concept (in alphabetical order): Tomás Criado, Ignacio Farías, Lena Heiss, Marie Aline Klinger, Lilian Krischer, Leonie Schipke & Tan Weigand. 

Game art by Vasylysa Shchogoleva

CC BY NC SA 2021 Stadtlabor for Multimodal Anthropology, HU Berlin

Context

Berlin, late 2010s, all across the city real estate is changing hands fast, the market is hot and many are investing, houses are revaluing. As it tends to happen, this situation has at least two different sides:

Scene 1

– “What about this building? Might you have found a good opportunity here?”
– “It indeed looks nice, but have we explored if it’s in good condition?”

– “The architect sent me this report, look, all clear.” – “It certainly looks promising.”
– “It’s time to act fast.”
– “Ok, yes, let’s go for this house!”

Scene 2

– “Hi, how was your day?”
– “Nothing special, yours?”
– “I heard rumours, two neighbours speaking in the corridor: the building is finally going to be bought!” – “Yes, there was a letter in the mail, look”.
– “But… What will happen to us? Will we have to move if they raise the rent?”
– “We have to do something…”
– “But we know nearly no one in the house.”

“When an apartment building is to be sold, every single alarm bell sets off for the residents. In view of the horrendous purchase prices, there is a danger of being displaced by higher rents or even conversion into condominiums.”

Rationale

House of Gossip is  an open-source downloadable game that stages and creates the grounds for reflection on conflicts regarding housing and the different viewpoints in a volatile real estate market. In the game, you will have the opportunity to play either as a resident of the house or as a covert buyer, acting as one of the house’s residents.

In a process where no one can be certain about anything, gossip abounds: In the game you will have to gather information form alliances and find your way to save (as residents) or buy (as the buyer) the house! Think twice about who and when you want to share your information with!

During the course of the game you will repeatedly encounter your neighbours in the stairway to exchange gossip. Your main goal is not just to understand to whom you’re talking to, but also to perform in front of others and form alliances for one of the two competing purposes of the game: Buying or saving the house.

Those who manage to gather the necessary gossips will in the end win the game. Will the house community manage to resist or could the buyer succeed in acquiring the new property?

Download links

The games files can be downloaded here below

Assembly instructions

In order to build your own House of Gossip board game, you will need the following:

● Box A4 size or 23.5 x 31.5 x 3.7 cm
● Paper cutting knife
● Paper cutting board
● Ruler
● Glue suitable for paper and cupboard
● Printing paper (170 g/m2 and 200g/m2 or higher, eco-paper is advised)
● Ink jet or laser printer filled with black ink

  1. Download the necessary game parts:
    ● Game Instructions
    ● Playing Cards
    ● Board/Box and Tokens
  2. Print out the downloaded parts. You can print all part on the 170 g/m2 or higher eco paper, unless other is stated:

○ Game Instructions
It is an A4 double-sided print. Fold it in three parts, following the dashed lines markings at the top and bottom of the paper.

○ Playing Cards
It is an A4 double-sided print. Advised paper thickness for this element is 350 g/m2, but if you don’t have such paper, use the 170 g/m2 or higher eco paper.
Cut the cards following the black markings on the sheet. In the end, you must have cards that are 59 x 92 mm big.

○ Board/Box and Tokens
It is an A4 one-sided print. All the prints, except the file called “HoG_Staircase-Cutout_A4_ENG.pdf” can be printed on the 170 g/m2 or higher eco paper. The file “HoG_Staircase-Cutout_A4_ENG.pdf” should be printed on 200/220 g/m2 or higher eco paper. This will ensure the stability and longevity of the board. After all the parts are printed, do the following:

A. Glue the “HoG_Box-Top_A4_ENG.pdf” file on the top of your box. You can adjust it in the middle if the box is bigger than A4.
B. Glue the “HoG_Box-Top-Inside_A4_ENG.pdf” file on the inner side of the top part of the box.
C. Glue the “HoG_Box-Back_A4_ENG.pdf” file on the outer back part of the box.
D. The files “.pdf” and “.pdf” need to be cut out following the black lines markings, while the dashed line markings are for folding (in order to have an easier folding, you can first use the paper cutter and applying not full, but medium pressure, prepare the paper for folding). For the more detailing step-by-step instruction on the staircase assembly, following the pictures (video, in case applicable).

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The values of multimodal projects (26.1 & 9.2.2022) > Stadtlabor Online Seminar Series (WiSe 21-22)

In the Winter Semester’s 21-22 Stadtlabor Online Seminar SeriesThe values of multimodal projects“, we aim to invite ground-breaking anthropological projects where multimodality features not just as an add-on of particular inquiries, but as a central mode of research and intervention.

+info: http://hu.berlin/multimodalvalues

Rationale

At a time where the conversation around ‘multimodality’ is gaining momentum, we aim to discuss ‘the values’ of multimodal projects. By this, we mean two main things: The aim of our series would not just be to find the conditions to praise (‘valorise’), but also to appraise (‘evaluate’) multimodal projects. In a nutshell, we want this event series to be an attempt at creating the conceptual grounds for evaluating and institutionalising multimodal endeavours. Hence, to foster multimodal productions.

In particular, we wish to discuss the anthropological value of (i) dramaturgical / performance interventions, and anthropological approaches to (ii) exhibiting and curating. In opening up this space, we seek to highlight projects that we take as valuable contributions: not only to make them more visible but also so that these projects could help us in articulating their multimodal values, as well as inspiring others in their own work.

Not only we want to be able to learn from concrete multimodal approaches – the peculiarity of the media employed, the reasons for their choices – but we wish to create the grounds for a detailed conversation between projects of the same kind, touching upon criteria of anthropological worth.

Video-Summary



26.1.22 (3-5:30pm CET) – How to exhibit anthropologically? 

1. Francisco Martínez: How to Make Ethnographic Research with Exhibitions

Francisco Martínez is an anthropologist dealing with contemporary issues of material culture through ethnographic experiments. In 2018, he was awarded with the Early Career Prize of the European Association of Social Anthropologists. Currently, he works as Associate Professor at Tallinn University and convenes the Collaboratory for Ethnographic Experimentation (EASA Network). Francisco has published two monographs – Ethnographic Experiments with Artists, Designers and Boundary Objects (UCL Press, 2021) and Remains of the Soviet Past in Estonia (UCL Press, 2018). He has also edited several books, including Peripheral Methodologies (Routledge, 2021); Politics of Recuperation in Post-Crisis Portugal (Bloomsbury, 2020), and Repair, Brokenness, Breakthrough (Berghahn, 2019), He has also curated different exhibitions – including ‘Objects of Attention’ (Estonian Museum of Applied Art & Design, 2019), and ‘Life in Decline’ (Estonian Mining Museum, 2021).

2. Manuela Bojadžijev: Archive of Refuge

Manuela Bojadžijev, professor at the Institute for European Ethnology (HU Berlin) together with the publicist Carolin Emcke and in cooperation with the Haus der Kulturen der Welt (HKW), have created the Archive of Refuge as a digital place of remembrance where stories of flight and expulsion to Germany in the 20th and 21st centuries are preserved and reflected upon. The people who tell their stories in the archive tell of flight and expulsion, of torture, exploitation and deprivation of rights, but also of hope and happiness; they tell of home and exile, of belonging and new beginnings – and ultimately also show surprising, far-reaching perspectives on German history. The archive asks: What does it actually mean to seek refuge?


9.2.22 (2:30-5pm CET) – How to stage issues anthropologically?


1.  Cristiana Giordano & Greg Pierotti: Affect Theater: Collaborations between Anthropology and Performance

Cristiana Giordano is Associate Professor of Anthropology at the University of California, Davis. She received her Ph.D. from UC Berkeley. Her book, Migrants in Translation. Caring and the Logics of Difference in Contemporary Italy (2014), won the Victor Turner Book Prize for ethnographic writing (2016), and the Boyer Prize in Psychoanalytic Anthropology (2017). Her current research investigates new ways of rendering ethnographic material into artistic forms. She has been collaborating with playwright and director Greg Pierotti on a new methodology, Affect Theater, at the intersection of the social sciences and performance. They have created Unstories and and Unstories II (roaming), two 50-minute performances around the current “refugee crisis” in Europe.

Greg Pierotti is a theater artist and assistant professor of theater studies at University of Arizona. His plays, including Unstoriesb moreThe Laramie Project, and The People’s Temple, have been seen in venues around the world and translated into over a dozen languages. He is a recipient of the Humanitas Prize, the Will Glickman Award, the San Francisco Critics Award, and has been nominated for an Emmy, a New York Drama Desk Award, and the Alpert Award for outstanding individual contribution to the theater. He and Cristiana Giordano investigate the intersection of ethnographic and theatrical research and production methods.

2. AnthropoScenes: Linking participatory methods with theatre to imagine sustainable futures

The Project AnthropoScenes is run by a group of people from interdisciplinary human-environment research and the Theatre of the Anthropocene. Competences reach from hard science to pop-up theatre. We aim to involve diverse publics in debates about water futures and bring two questions: Can multimodality help to balance divergent logics of science and theatre? What are tips and tricks to move beyond the usual suspects? Jörg Niewöhner (anthropology), Pauline Münch (science communication) and Frank Raddatz (theatre) will represent the team.

Questions we want to raise

1. What were the reasons to choose this peculiar approach, media or art form? What relation do these forms bear to specific ethnographic fieldwork studies or particular anthropological modes of inquiry? What were your aims in exploring this multimodal form?

2. What have been the knowledges you’ve needed to become acquainted with to use these media/forms? What does anthropological research and knowledge production become when shaped in this particular form or using these devices? Also, how could we critically reflect, as anthropologists, on the affordances, promises, challenges and predicaments of the particular devices of your multimodal ethnographic engagement? In a nutshell, what are the promises and challenges of this form for anthropological inquiries?

3. What effects have your multimodal form of choice had on the people you were working with: your interlocutors, your peers? How could we learn to appreciate and value these effects: that is, what contours of anthropological practice are being delineated in what your multimodal explorations made emerge?

4. Have you been able to document your project, in what form? What have been the main challenges or difficulties in doing so? Who have you addressed in doing so: that is, who are your audiences, publics?

A more informal conversation on these issues, with questions and comments from the hosts and the audience, will ensue.

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xcol, an ethnographic inventory > Call for Inventions 1.0: Field Devices

How can our modes of ethnographic inquiry respond to the challenges of the day? Amidst rampant planetary and health crisis revealing our worlds’ constitutive vulnerability, it has become more urgent than ever to open up speculative spaces to make emerge the possible. We think that this invocation needs to go hand in hand with a speculation of the many possible forms of ethnographic practice. A challenge that, in our opinion, needs to acknowledge and animate the intrinsic inventive condition of ethnography.

This is our point of departure: Ethnography is an act of invention. By that we mean that anthropologists invent the relations allowing them to inquire with others. Sadly, these forms of inventiveness that is part and parcel of ethnographic inquiries are rarely accounted for and shared. xcol, an ethnographic inventory invites ethnographers to join this inventorying endeavour.

The inventiveness that permeates the modes of anthropological inquiry takes expression in very different socio-material techniques: ranging from digital infrastructures used in fieldwork to novel modes of documenting through drawing or very diverse forms of relationality. We call these field devices for they devise the socio-spatial and material conditions of fieldwork.

Any anthropologist has faced in their fieldwork the challenging circumstance of forging out of nothing relations with complete strangers in an unknown situation. Ethnographers draw on the forms of relationality they already know and the guides and norms of the ethnographic method they have learnt. But this knowledge is never enough. As any experienced ethnographer very well knows from their own field experience, there is no script for social life and no sufficient method to guide the construction of relations in the field. Hence, anthropological inquiries always demand inventing the modes of relationality allowing anthropologists to investigate with others (whoever they are).

The starting point of the inventory assumes that besides, or rather beyond, the conventional conceptualization of ethnography as a ‘method’ we may conceive it as an act of invention. The language of creativity, improvisation and invention is seldom, if ever, present in the anthropological accounts of ethnography. Our proposal goes against this state of affairs, positing a different conception that signals out the always creative and improvisational nature of ethnography.

The xcol ethnographic inventory is a curated open-source digital archive seeking to document and display this endless invention integral to any ethnographic inquiry. In our first Call for Inventions (CfI) we are particularly aiming to inventory accounts of ‘field devices: to insist, the inventive social and material arrangements undertaken, created, made or repurposed in the course of doing fieldwork with others.

What we have in mind are texts of at least 2000 words accounting for these field devices in at least two senses: (1) fleshing out the context as well as the social and material arrangements of particular ‘field devices’ as they are put into practice in empirical situations; and (2) hinting at the particular modes of ethnographic inquiry they enable or make emerge.

We particularly welcome texts experimenting with genres in between recipes or instruction manuals and ethnographic descriptive accounts.

As an inspiration, you might check this existing invention in our platform: How to ‘device’ an ethnographic infrastructure

But also, please consult our how to guide on the writing of field devices.

Deadline

For this first call we would like to receive fully-fledged proposals for these pieces by February 18, 2022.

To know more about the platform

Care review

In the spirit of what we call ‘care review’ xcol, an ethnographic inventory commits to publishing all proposals we would receive, whenever they might be ready to be shared: hence taking care to bring them to fruition and working together with interested xcolars in their writing in subsequent months.

Contact info

If you wanted to submit or discuss an individual contribution, but also, if you thought about organising with us a workshop on inventions (an inventathon) around some of these topics, please do not hesitate to contact us here: inventory@xcol.org

PDF

You can download a PDF version of this call here

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Infraestructuras de la invención etnográfica > 2º Seminario Internacional Arquitectura y Etnografía

Gracias a la intermediación de Ricardo Greene, Adolfo Estalella y yo, presentaremos en el 2º Seminario Internacional Arquitectura y Etnografía, que tendrá lugar los días 6, 7 y 8 de octubre de 2021.

Más información del seminario

El Seminario Internacional Arquitectura y Etnografía es un espacio de intersección y encuentro para quienes estudiamos el espacio y el sentido. Entre la arquitectura, la antropología, la geografía, el urbanismo y la sociología nos sentamos junto al fuego para pensar nuevas formas de abordar los fenómenos territoriales. ¿Cuáles son las relaciones entre etnografía y arquitectura? ¿cuáles los alcances y desafíos de las nuevas tecnologías y métodos de investigación espacial? ¿de qué formas distintas disciplinas pueden encontrarse ante un mismo objeto de estudio? ¿cuál es el rol de los sentidos en la epistemología de lo socio-espacial? En ese terreno acampamos.

Si en su primera versión el seminario se centró en el dibujo como herramienta que posibilita estos cruces disciplinarios y metodológicos, el segundo encuentro amplia su mirada hacia otros mecanismos y sensibilidades, incluidos sonidos, imágenes y biografías situadas, con invitados internacionales diversos, y de trayectorias innovadoras y rigurosas.

Organizan

Facultad de Arquitectura, Diseño y Construcción, UDLA
José Abásolo, jabasolo [arroba] udla.cl
Ricardo Greene, rgreene [arroba] udla.cl
info@arquitecturayetnografia.cl

Colaboran

Núcleo Lenguaje y Creación UDLA
AriztíaLab
Revista Bifurcaciones

Link de inscripción (gratuito)

https://udla.zoom.us/webinar/register/WN_5fZ_DLbpSqeRrRHOero-Pg

Programa (horario chileno, GMT-3)

miércoles 6 / 16h
LA BÊKA & LOUISE LEMOINE
Homo Urbanus. For a wandering cinema.

jueves 7 / 10h
HUDA TAYOB
Transnational Architecture of Care.

jueves 7 / 12h
FELIPE PALMA & WLADIMIR RIQUELME
Ruinas del futuro. Reflexiones en torno a la película documental Pampa.

jueves 7 / 15h
FRANCESCO CARERI & FEDERICO SORIANO
Diagramas, mapas y cartografías. Aproximación a la arquitectura y ciudad actual.

viernes 8 / 10h
ADOLFO ESTALELLA & TOMÁS SÁNCHEZ CRIADO
Infraestructuras de la invención etnográfica

viernes 8 / 12h
GABRIELA NAVAS
Arquitectura y experiencia urbana. La etnografía como portal a las ausencias.

viernes 8 / 15h
PIO TORROJA & MAURICIO CORBALAN
La experiencia de M7red.

viernes 8 / 17h
ANA LIDIA DOMÍNGUEZ
Geografías domésticas de la pandemia. La casa como universo socioacústico.

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Towards a multimodal urban anthropology (DGSKA 2021, workshop)

Together with Ignacio Farías we are convening the workshop Towards a multimodal urban anthropology for the upcoming biannual conference of the German Association of Social and Cultural Anthropology (DGSKA-Tagung 2021, “Worlds, Zones, Atmospheres. Seismographies of the Anthropocene”) that will take place (online) September 27-30, 2021 at the University of Bremen.

Our session is scheduled to take place 28.9.2021, 13:30–15:00 (CET) through the online platform of the conference | see programme here.

Flying City CC BY Maasaak 2014

Frame of the workshop

More-than-human approaches in urban anthropology have convincingly contributed to rethinking the plurality of modes of knowledge, the assemblages and the kinds of actors that constitute our cities. But what do these conceptual interventions do to our ethnographic modes of inquiry? This workshop starts from the assumption that beyond a change in conceptual repertoires, decentering the all-too-human object of urban anthropology might require a multimodal transformation of our ethnographic practices, in at least two ways: Firstly, since the ‘observation’ of more-than-human entanglements requires more than taking part in social situations, what are the conditions in which we could appreciate and learn to be affected, attuned and concerned with a wide variety of phenomena and processes, ranging from atmospheric and ecological to multi-species and/or socio-technical? How would our practices of note-taking and field-working be affected? In contexts where fieldwork becomes an active co-production of situations, we invite contributions reflecting on multimodal transformations of fieldnotes, practices of rapport / friendship / interlocution and correspondence. Secondly, to the extent that these often-experimental collaborations involve more-than-textual devices for ethnographic description and conceptualization, we would like to explore the anthropological potentials of current displacements of the media and modalities of ethnographic accounts. In a context where collaborations with art and design are becoming a common practice, we particularly welcome contributions that reflect on the intervention these devices entail for the project of urban anthropology.

Participants & abstracts

  • Graphic Ethnography and Experiments in Urban Anthropology (Andrew Gilbert, University of Toronto Mississauga; Larisa Kurtovic, Univ. of Ottawa)

In this presentation, we draw upon our graphic ethnography project to explore the affordances of sequential art for urban anthropology. Our research investigates an unprecedented victory by industrial workers in the northern Bosnian city of Tuzla, who occupied and preserved their privatized and bankrupted factory and were able to restart production. We propose that the graphic medium offers unique ethnographic potential for capturing and communicating the openly experimental and collaborative nature of the workers struggle, offering important insights for an urban anthropology “understood as operating within an open system, as an open system, and as the study and production of open systems” (Fortun 2003). In particular, we explore graphic ethnography’s capacity to materialize and render tangible a broad urban sensorium, to evoke how the social multiplicities of cities can be turned into a political resource, and to harness the imagination and participation of readers in ways that keeps ethnography as inventive and open-ended as the urban worlds that it evokes.

  • Learning from outside: grasping and representing multiplicities. The case of pedestrianized Times Square (Santiago Orrego, HU Berlin)

This talk is divided into two parts. The first one presents the highlights of a multi-situated and multimodal ethnography of Times Square in New York City and its processes of pedestrianization from 2009 to 2017. But more than just telling the story of how that location was assembled, the idea was to try to translate the particularities of a multiple spatiality, as well as the resources and situations involved in its production, somehow, into epistemological devices and multimodal artifacts that could enrich the way we make ethnography of public spaces. The intention of experimenting with multimodal methods was to design strategies, as well as artifacts, for better capturing and representing the convulse and the effervescent world outside. The second part of the talk will focus on some of those epistemological devices and multimodal artifacts by discussing how they were constructed, the rationality behind them, their uses, and scopes. The way for enacting all those matters will be presenting the methodological strategy carried out along this whole ethnographic work, and that can be described as a process of “learning from” a specific location, pedestrianized Times Square.

  • Archival entanglements: Multimodal research, teaching, learning in urban anthropology (Aylin Tschoepe, University of Basel)

As a site of selective public or private memory, a collection of evidence in material and immaterial form shaped by various power dynamics, and a metaphor for holding data, the archive is central to the mediated production and understanding of archival bodies as agents and mnemonic devices. Archives offer a lens to grapple with questions of temporality, materiality, technological possibilities, and accessibility to different ways of knowing. I understand bodies and spaces as archives, not least through cultural practices of memorizing and forgetting, categorization, valuation and visibility. I am drawn to the archive in its complexity of objecthood and agency and focus on four main aspects: first, the archive as artefact holds particular knowledges and memories in the context of power and valuation, and can consist of various media and formats from material to digital. Second, the archive can be inscribed onto human and non-human actors. Third, as storages of data, archives may be part of a network with archival instruments that inscribe experiences and practices such as those of a cultural, social, performative, sensory, or aesthetic kind. Fourth, the archive is an actor itself, and it can contain further archival bodies that are also “quasi-objects” (Latour 2005). As actors, archives are also witnesses, equipped with transformative powers toward shaping the future of larger temporal and spatial networks in which archives operate and are entangled.

  • Doing urban anthropology with a dog. Reflections upon ethnography and knowledge production in context of a more-than-human research entanglement (Elisabeth Luggauer, University Graz/University Würzburg)

This paper reflects upon multimodal ethnographic modes of being in a field of urban contact zones (Haraway 2008) or urban assemblages (Farias 2011) between humans and street dogs in Podgorica (Montenegro) as a multispecies research entanglement of a human and the dog Ferdinand. It points out how through the grounding ethnographic technique of jointly claiming urban space as a „humandog collective“ (Hodgetts 2018) 1. the presence of the mixed-breed dog reveals urban discourses and politics about street dogs and owned dogs as well as about cleanliness and dirt, 2. Ferdinand’s spatial practices make contact zones/assemblages between humans and street dogs recognizable for the human researcher and therefore open up concrete research settings for deeper investigation, and 3. our presence as a multispecies research team has also turned this project into a contact zone between different knowledges and discourses on human-nonhuman order policies in urban spaces embedded in different cultural and political contexts.

  • Discussant: Indrawan Prabaharyaka (HU Berlin)

Questions for our joint exploration

The question we would like to approach collectively in our workshop is how do particular multimedia/multimodal devices enable or hinder particular descriptions, conceptual understandings or ways of remaking what the urban is or could be. This not only means what features of the urban they enable or make more difficult to do research upon, but also whether our understandings of the urban remain the same after inquiring multimodally. Put differently, what kind of an urban anthropology emerges out of these multimodal engagements? That is, what would a multimodal urban anthropology be?

With these questions in mind, when creating the sequence of presentations for the session we have paid special attention to the particular ‘devices’ (be they field devices, representational devices, or both) there are stake, with the intention to discuss the multimedia layers that have paved the way for a question around the multimodal in anthropology. Hence, there is a transition from the visual/graphic to the digital, then to more material aspects like the archive and the multi-sensory as well as the collaborative (perhaps a genealogy in which the problem of multimodality presented itself in recent anthropological scholarly work?). But whereas the first two (Gilbert & Kurtovic + Orrego) emphasise visual means of representation (comic/graphic novel and exhibition artefacts), the last two (Tschoepe + Luggauer) discuss multimodal strategies of research in the field (through archives, and in the company of dogs). Perhaps this might enable a discussion on when and where multimodality happens, and how this affects the research process.