Requiere inscripción previa | Máximo 20 participantes | Se emite certificado de participación (1 ECTS) | Se llevará a cabo en su mayoría en castellano (en el trabajo informal no habrá problema en comunicarse en catalán e inglés)
[ES] La ciudad de las sombras: Etnografiar la habitabilidad urbana en tiempos de mutación climática (17-21 de junio de 2024 | Barcelona)
Este taller es una invitación a co-crear y explorar cómo hacer existir un Departamento de Umbrología, entregado al estudio de y la intervención en la vida urbana de las sombras: una umbrología que atienda tanto a los aspectos físicos y materiales como a las relaciones sociales y culturales de las sombras. Para hacerlo existir, a través de distintas actividades queremos entrenarnos a apreciar esta relación ambiental: dedicándonos al estudio etnográfico de las complejas relaciones entre el sol y los edificios, la calle o los árboles, así como el papel que distintos tipos de sombras pueden tener para distintas personas o colectivos y sus modos de sobrevivir al calor abrasador.
[CAT] La ciutat de les ombres: Etnografiar l’habitabilitat urbana en temps de mutació climàtica (17-21 de juny de 2024 | Barcelona)
El taller és una invitació a co-crear i explorar com fer existir un Departament d’Umbrologia, lliurat a l’estudi de i la intervenció en la vida urbana de les ombres: una umbrologia que atengui tant els aspectes físics i materials com les relacions socials i culturals de les ombres. Per fer-ho existir, a través de diferents activitats volem entrenar-nos a apreciar aquesta relació ambiental: dedicant-nos a l’estudi etnogràfic de les complexes relacions entre el sol i els edificis, el carrer o els arbres, així com el paper que diferents tipus d’ombres poden tenir per diferents persones o col·lectius i les seves maneres de sobreviure a la calor abrasadora.
[EN] The city of shades: Ethnography of urban habitability in times of climate mutation (June 17-21, 2024 | Barcelona)
The workshop is an invitation to co-create and explore how to bring into existence a Department of Umbrology, namely, a space devoted to the study of and intervention in the urban life of shades: an umbrology that addresses both the physical and material aspects as well as the social and cultural relationships. of the shadows. To make it exist, we want to train ourselves – by means of different activities – to appreciate this environmental relationship: dedicating ourselves to the ethnographic study of the complex relationships between the sun and buildings, the street or trees, as well as the role that different types of shadows can have for different people or groups and their ways of surviving the scorching heat.
Diferentes paneles intergubernamentales alertan desde hace tiempo que la respuesta al cambio climático debe partir de las ciudades: asentamientos cada vez más poblados e infraestructuras complejas de cambiar desde los que necesitamos repensar la habitabilidad del planeta. La mutación climática en curso nos sitúa ante el reto de configurar nuevas ideas urbanas de cuidado, protección o refugio, que permitan formas plurales de habitar y que protejan a quienes pudieran estar más expuestos o sufrir más sus efectos devastadores. En ese sentido, vivimos un tiempo de urgencia y de búsqueda frenética de soluciones. Pero en situaciones de gran incertidumbre, donde cómo responder es un asunto a veces complicado de imaginar, quizá necesitemos entrenarnos a prestar atención a lo aparentemente irrelevante, pero crucial. Ese es el objeto primordial de este taller, que quiere poner el foco en las sombras: entidades aparentemente ínfimas, pero que articulan nuestra vida urbana y nuestras relaciones cotidianas con el sol y el calor.
Sin duda, no hay nada más convencional que la sombra. En tanto seres terráqueos todos tenemos una. Pero pensar la sombra urbana puede ser algo mucho más profundo, puesto que nos obliga a prestar atención de otra manera a nuestros entornos cotidianos. De hecho, ¿qué es la sombra, sino una relación cambiante en que entramos con el sol a medida que atraviesa nuestros hábitats a lo largo del día? Solemos atribuir al sol la capacidad de dar vida, pero ¿qué hacer cuando nos daña o nos pone en riesgo, como ocurre en condiciones atmosféricas de calor extremo? Con esa clave, nuestra vida terrestre pudiera ser leída como una larga historia interespecífica de cómo los vivientes hemos aprendido a protegernos de su irradiación. La misma atmósfera, con su compleja circulación del aire, los mares y las riberas de los ríos o el tapiz irisado de las nubes y los bosques no son sino un gran sistema, con expresiones locales, de formas de captar, regular, disipar o bloquear los rayos del sol. Pero, también, de producir sombra.
Aunque la sombra es una vieja conocida, la creciente preocupación ambiental ha hecho que administraciones y profesionales de todo tipo hayan comenzado a recuperar esta relación ambiental cotidiana. Es más, a pesar de que suela ser considerada como un producto secundario del sol, su versión en negativo, ¿y si la sombra fuera condición misma de la habitabilidad en la tierra y, por ende, en nuestros entornos urbanos? Por esto mismo ha cobrado gran importancia en distintas soluciones técnicas para hacer frente al calor extremo del presente: planes municipales de sombras, itinerarios bioclimáticos o infraestructuras de sombreado. Esto está requiriendo revitalizar saberes y técnicas antiguos, así como especular y crear nuevas soluciones para mitigar y adaptarnos ante el calor creciente.
En un momento así, necesitamos también abordar la vida social y cultural de las sombras, sean estas ya existentes o diseñadas. En un presente acalorado, donde la capacidad de cobijarnos del sol abrasador es un bien mal repartido, revitalizar sus saberes y prácticas generativas quizá sea crucial para reaprender a vivir como seres terráqueos. Para ello, quizá necesitemos, como sugiere el escritor Tim Horvath en su cuento The discipline of shadows, crear un ‘Departamento de Umbrología‘ en cada uno de nuestros territorios.
El taller es una invitación a co-crear y explorar cómo hacer existir ese espacio, entregado al estudio de y la intervención en la vida urbana de las sombras: una umbrología que atienda tanto a los aspectos físicos y materiales como a las relaciones sociales y culturales de las sombras. Para hacerlo existir, a través de distintas actividades queremos entrenarnos a apreciar esta relación ambiental: dedicándonos al estudio etnográfico de las complejas relaciones entre el sol y los edificios, la calle o los árboles, así como el papel que distintos tipos de sombras pueden tener para distintas personas o colectivos y sus modos de sobrevivir al calor abrasador.
Partiendo de una sensibilidad antropológica queremos: (i) trabajar en el diseño de pequeños materiales para realizar investigaciones de campo; y (ii) hacer un inventario de prácticas espaciales cotidianas, centrado en la relación que diferentes personas tienen con nuestras perpetuas compañeras como habitantes bajo el sol. Así, haremos aparecer otra ciudad, la ciudad de las sombras, normalmente pasada por alto. Y nos entregaremos a entender su complejidad social, así como la multiplicidad de actores y ensamblajes que la constituyen: las formas de generar sombra, por parte de y para quiénes, así como las formas de socialidad que permiten, sus tiempos, sus ritmos y sus espacios.
Público
– El taller está especialmente dirigido a profesionales, investigadoras y estudiantes de grado, máster o doctorado de las artes, las ciencias sociales (antropología, geografía, estudios sociales de la ciencia y la tecnología, sociología), las humanidades, el diseño y la arquitectura, interesados por la etnografía y el estudio social de cuestiones urbanas o ambientales.
– Mientras que un conocimiento de la práctica etnográfica es deseable, no se requiere conocimiento previo sobre diseño para el cambio climático o sobre la física de las sombras.
Objetivos
– Abrir a reflexión colectiva los modos de respuesta urbana al cambio climático, colaborando con un proyecto de prototipado en curso, produciendo infraestructuras de sombra estacional (reto de sombreado efímero).
– Generar un proceso de intercambio interdisciplinar sobre cómo indagar la ciudad en tiempos de cambio climático, prestando atención a las sombras como fenómeno social.
– Inventar dispositivos de indagación urbana desde los que repensar las formas de relevancia de las artes, las humanidades y las ciencias en un momento donde priman las soluciones técnicas.
Programa
DÍA 1 | LUNES 17 DE JUNIO DE 2024
Lugar: U0.3, Planta 0 Edifici U, Universitat Oberta de Catalunya (C. Perú 52) y diversos lugares cercanos de interés
9:30-10:00 Presentación del taller: La necesidad de un departamento de umbrología
10:00-11:00 Presentaciones inaugurales
Prestar atención a las sombras urbanas: Zonas críticas de la habitabilidad contemporánea (Tomás Criado, UOC)
Etnografiar urbanidades ínfimas en tiempos de mutación climática(Santiago Orrego, HU Berlin)
11:00-11:15 Pausa-café
11:15-11:45 Propuesta de trabajo por grupos y dinamización
11:45-13:30 Documentar sombras en contexto, a cargo de Carla Boserman (UCM): un paseo guiado por distintas áreas del Poblenou –– (1) parque central del Poblenou e inmediaciones de Ca l’Alier, (2) parque del Poblenou y playa de Bogatell, (3) c. de Marià Aguiló y (4) la superilla del Poblenou –– documentando en grupos configuraciones de sombras
13:30-14:00 Puesta en común
DÍA 2 | MARTES 18 DE JUNIO DE 2024
Lugar: U0.3, Planta 0 Edifici U, Universitat Oberta de Catalunya (C. Perú 52)
9:30-12:30 Taller por grupos: Creación colaborativa de dispositivos para un departamento de umbrología.
Una sesión donde, recuperando las configuraciones estudiadas en el paseo guiado, entremos en el diseño de pequeños elementos de papel a partir de los que (1) analizar y tipificar configuraciones sociales de las sombras urbanas, (2) imaginar dispositivos de campo para futuras indagaciones, (3) testear sus posibilidades y (4) ponerlos en común para imaginar un departamento de umbrología.
12:30-14:00 Discusión del taller tras presentación de Isaac Marrero (UB), Etnografía multimodal y la política de la invención
14:00-15:30 Pausa / comida
15:30-17:00 Presentación a cargo de Fernando Domínguez Rubio (UC San Diego), La ficción como método. Acompañan: Daniel López & Israel Rodríguez Giralt (UOC)
DÍA 3 | MIÉRCOLES 19 DE JUNIO DE 2024
Lugar: Pg. Marìtim de la Barceloneta, 32-34 y Pl. Leonardo da Vinci
9:30-14:00 El primer encargo del departamento de umbrología: La vida social de las infraestructuras de sombra efímera en el espacio público
Puesta a prueba de los pequeños dispositivos etnográficos generados y discusión in situ de las adaptaciones necesarias para estudiar las configuraciones sociales que cada uno de estos prototipos implican: los usos y formas de socialidad que permiten, sus tiempos/ritmos y sus espacios.
Con los dispositivos generados se entrará en relación con los actores que transiten o habiten esos nuevos espacios de sombra, prestando atención a sus configuraciones de vulnerabilidad o exposición, así como a sus saberes y recursos. Tras cada visita se discutirán posibles cambios necesarios
DÍA 4 | JUEVES 20 DE JUNIO DE 2024
Lugar: Rambla de Badal, 113 + U0.3, Planta 0 Edifici U, Universitat Oberta de Catalunya (C. Perú 52)
9:30-11:30 El primer encargo del departamento de umbrología: La vida social de las infraestructuras de sombra efímera en el espacio público
Puesta a prueba de los pequeños dispositivos etnográficos generados y discusión in situ de las adaptaciones necesarias para estudiar las configuraciones sociales que cada uno de estos prototipos implican: los usos y formas de socialidad que permiten, sus tiempos/ritmos y sus espacios.
Con los dispositivos generados se entrará en relación con los actores que transiten o habiten esos nuevos espacios de sombra, prestando atención a sus configuraciones de vulnerabilidad o exposición, así como a sus saberes y recursos. Tras cada visita se discutirán posibles cambios necesarios
11:30-12:30 Desplazamiento
12:30-14:00 Puesta en común
14:00-15:30 Comida
15:30-17:00 Tarde de trabajo por grupos en los prototipos
DÍA 5 | VIERNES 21 DE JUNIO DE 2024
Lugar: Bit Habitat, Ca l’Alier (c. Pere IV 362)
9:30-10:30 Presentación a cargo de Francisco Martínez (Tampere University), Por un observatorio de sombras. Cómo entre-ver lo que ocurre en la oscuridad
10:30-10:45 Pausa
10:45-12:45 Equipar futuros departamentos de umbrología: Sesión de documentación colaborativa de los dispositivos generados en pequeños formatos como el fanzine (en colaboración con el projecte de micro-edición y publicación abierta pliegOS.net), con la idea de inspirar la creación de departamentos de umbrología en otros contextos.
12:45-13:00 Pausa
13:00-14:00 Relatoría final y discusión a cargo de Adolfo Estalella (UCM), La experimentación etnográfica y su archivo
Documentación
La documentación generada en el taller por las distintas personas participantes será archivada en abierto tanto en el Departamento de Umbrología como en xcol y Tarde
Financiación
Este taller está co-financiado conjuntamente por el Programa Nacional de Investigación Científica, Técnica y de Innovación de España 2021-2023 (RYC2021-033410-I) y por las Setmanes d’Arquitectura 2024 (Ajuntament de Barcelona / Fundació Mies van der Rohe)
Editorial note: Landscaping Pavements is the first issue in a series of urban explorations that are part of an ongoing collaboration between Tarde and xcol.org.
We, modernist urbanites, tend to have a very strange relation to the streets we tread on as if walking was an act of material oblivion. Indeed, every step seems to push us further away from them instead of bringing us closer to the ground. It’s as if the pavements we walk on permanently disappeared from view: their silent permanence, stubborn smoothness, and standardized sturdiness becoming almost unthinkable. As if they were just there, supporting without mattering much, as well-ordered stages of public life, quintessential furniture of liberal ideas of politics: our contemporary agora! [1] So much so that only children dare to ask: who has laid the streets overnight for us to walk on them?
The streets and the sidewalks, as we know them, need to be conceived, invented, and installed, and they are permanently under maintenance. Hence, pavements, not just pedestrians, also deserve a genealogy! [2] In fact, they bear in them the imprint of the clean slate of progress and modernity: from their durable materials – tarmac or granite, you name it – extracted from the belly of the Earth to their bulldozed modes of construction as perfectly sealed soils [3]. This is their secret engine, the unrevealed truth, the machinery they conceal, so we don’t think much of them.
Even if there have been many traditions of incredible technical prowess, creating walkable roads and ways across the globe – The Great Wall of China! The Andean Qhapac Ñan! – paved streets stand out as a peculiarly modernist infrastructure: the result of early Modern zonification to prevent killings from horse and chariot transit, subject to subsequent endless policing and reforms for the sake of hygiene and decorum. Later on paving, literally, the way for automotion to take the world as a hostage [4].
Their construction has brought about the modern city as we know it and has also partaken in assembling its quintessential walkers: from the need to wear shoes to the compacted ground on which we walk. So much so that the beloved flâneur of Walter Benjamin cannot be thought of but as an infrastructural being, the result of Hausmann’s spatial reordering: nature below, what only experts can access to, culture above, for us to window-shop into eternity [5]. The academic and political centrality of a white, able-bodied male figure standing out for the profound oblivion of the material world that bore its creation is also a symbol of many things that cannot go on, damn urban studies!
In the meantime, Euro-American urbanists seem to have been captured with what Gordon Cullen called ‘townscapes’: a rather peculiar form of landscape design promising visual coherence, orderliness, and organization of “the jumble of buildings, streets, and space that make up the urban environment”[6]. The frenzy of late 19th-century urban modernization laid the grounds for pavements to become everyday, more highly technical endeavors. This is the marvelous tale historian of art Danae Esparza recounted in her incredible book Barcelona a ras de suelo (Barcelona at ground level)[7]: a detailed exploration of the perpetual redesign that the city’s pavements have undergone since the Romans. One of the most salient features being the devoted efforts in the last one hundred years to engineer their durable and stable foundations – compacting the soil, layering insulation materials like aggregate – together with patterning the outer crust, its walkability and grip, in attempts at rendering urban space readable: a legible milieu? Nothing represents this better than the Panot Gaudí, “the hexagonal hydraulic tile he [architect Antoni Gaudí] designed in 1904 in conjunction with Escofet”[8]. As a result of the work of the municipality, together with corporations that have specialized in designing ‘urban elements,’ pavements have become part of a system: one more element of a catalog of products by which a deeply modernist city is perpetually made and remade into a static image of itself, a collage of ready-made building types, their additions and subtractions.
The tensions that these demands generate were apparent in a rare gem of an exhibition, titled Debaixo dos nossos pés (Under our feet)[9], which opened Lisbon’s inner guts to foreground a multi-layered display of pavements from the times of its first inhabitants to the present. The exhibition happened at a time of increasing pressures for urban standardization, not just having city branding at their core but also concerns for accessibility, desperately demanded by disabled and older people for decades. The strange lure and aestheticization of an urban image can also happen at the expense of traditional forms of street-making, pushing aside those who manipulate them. This has become evident in public struggles to keep their early modern ‘traditional’ configuration (calçada portuguesa, a peculiar form of cobblestone-based pattern) and the communities of practice of their soon-to-be-extinct trade (calceteiros), unless turned into World Heritage, a paradoxical fixation to resist a more contemporary fixity?
Ecologically speaking, this fixation is also highly problematic. In his signature process-oriented anthropology, which attends to the dynamic processes of sentient beings’ world-formation, Tim Ingold takes issue with the modernist practice of hard surfacing the earth because it “actually blocks the very intermingling of substances with the medium that is essential to life, growth, and inhabitation”[10].
This is far from being a cumbersome theoretical issue: the European Environmental Agency has been alerting for years of the many problems that sealed soils are bringing to the fore– related to heat island effects and underground degradation –particularly in urban settings[11]. As a consequence, environmentally-minded architects and urban planners have started to uncover ‘the beach beneath the street’: depaving the streets or creating porous sidewalk materials to foster the important underground soil relations essential to life on Earth[12].
Far from being the dirt beneath our shoes, in geography, anthropology, and environmental humanities, the very soils we used to tread on are increasingly becoming a matter of relational engendering with different beings, animating newer forms of social theory and eco-political practice[13]. The world beneath our feet, hence, appears before us as a moving territory with its own history, formed – or even ‘terraformed’ – by a wide variety of beings, from worms and plants to different animals and human groups.
Perhaps there would be no better way to re-enliven pavements and their politics than to treat them as landscapes in their own right. Not in the early modern sense of the term – used in geography and other cognate disciplines to fixate stable nature-cultural patterns[14] – or in the same sense that still breathes in the notion of townscape mentioned before, but in a new materialist sense: thinking from their complex temporal and spatial material interconnectedness and their ongoing, engendering process[15]. All of a sudden, the streets we walk cease being the same. What appeared static, indeed, moves! Pavements are, indeed, terraformed. This can happen in strange and imperceptible ways as part of the earthly transformation of microbiota or weeds. However, pavements are also ‘being moved’ due to violent capitalist extraction, as it happens in the far-away travels of many of the anonymous materials that constitute the world at our feet, captured landscapes whose origins remain obscure[16].
Holding these two forms of terraformation in tension, treating pavements as landscapes – put otherwise, ‘landscaping’ pavements – might be a way for them to start speaking back. Not as the mute foundations of the present but in their strange temporal mash-ups: between deep and shallow time. Manuel de Landa provides an apt metaphor for this approach to city-making: “About 8000 years ago, human populations began mineralizing … when they developed an urban exoskeleton, bricks of sun-dried clay became building materials, stone monuments, and defensive walls”[17]. A good example of this mineralization, a peculiar form of landscaping pavements, is the city of Rome. But not the classic and boring take that obsessed many neoclassic and fascist architects and artists. I’m thinking here of the fantastic visualizations landscape architect Kristi Cheramie has worked hard to unearth: in them, Rome appears formed as a concatenation of acts of landscaping. The contemporary city is deeply entrenched in the terraformation that the ancient one undertook. A geological entity whose complex boundaries are also those of the very Mediterranean olive oil trade, sedimenting a way of living as well as the mode of circulation that saw its growth and demise [18]. Landscaping pavements enable us to study and dimension the agents involved, their temporal and spatial effects, their material configurations, and their acts of becoming with them [19]. Thus understood, our urban arenas appear as layered compounds, ongoing palimpsests through and through [20]. Conceived in this way, the city, as Francesc Perers calls it in a rather peculiar photo-book on Barcelona’s sidewalk archaeology, turns into “a cohabitation of strata”[21].
How could we begin to exercise this landscaping approach when we walk?[22] What exercises could we engage to reconnect to and partake in these underground palimpsests that are also our very mineral and multispecies condition? How do we liberate pavements and inhabit closer to them, entering into newer urban formations?[23]
The exercises proposed in this issue wish to propose concrete avenues for this to happen. Following them, perhaps the next time you walk into the streets, walking might just be the beginning of a passionate conversation at the tip of your feet:
What could you tell me, oh, anonymous piece of stone?
From what quarry do you come from? Who took you from the belly of the Earth? Who broke and dismembered you from the common body of other stones, using what machine? What standard shaped you? How might others resist the corset you provide? How will you let me walk on you when it rains?
Oh, you macadam, strange collective body, interconnected and singular, strangely one, what life can you also give? How have you been prepared for me to tread you, using what procedures? Under what technical or parliamentary regulations? How could you resist this encounter?
Oh, you all strange pavements: What life do you also partake of? What new city could we engender, together with the others who could crack you, and make you into their new home?
Online references
[1] Loukaitou-Sideris, A., & Ehrenfeucht, R. (2011). Sidewalks: Conflict and Negotiation over Public Space. MIT.
[2] Blomley, N. (2011). Rights of Passage: Sidewalks and the Regulation of Public Flow. Routledge.
[3] Ammon, F. (2016). Bulldozer: Demolition and Clearance of the Postwar Landscape. Yale University Press.
[4] Norton, P. D. (2008). Fighting Traffic: The Dawn of the Motor Age in the American City. MIT.
[5] Meulemans, G. (2017). The Lure of Pedogenesis: An Anthropological Foray into Making Urban Soils in Contemporary France. PhD in Anthropology, University of Aberdeen; Domínguez Rubio, F., & Fogué, U. (2013). Technifying Public Space and Publicizing Infrastructures: Exploring New Urban Political Ecologies through the Square of General Vara del Rey. International Journal of Urban and Regional Research, 37(3), 1035–1052.
[6] Cullen, G. (1961). The Concise Townscape. Routledge.
[7] Esparza, D. (2017). Barcelona a ras de suelo. Universitat de Barcelona Edicions.
[13] Salazar, J. F., Granjou, C., Kearnes, M., Krzywoszynska, A. & Tironi, M. (Eds). (2020). Thinking with Soils: Material Politics and Social Theory. Bloomsbury.
[15] Seibert, M. (Ed.). (2021). Atlas of material worlds: Mapping the agency of matter for a new landscape practice. Routledge; Harkness, R. (2017). An Unfinished Compendium of Materials. University of Aberdeen.
[16] Cronon, W. (1992) Nature’s Metropolis: Chicago and the Great West. W.W. Norton and Co.; Hutton, J. (2020). Reciprocal Landscapes: Stories of Material Movements. Routledge.
[17] de Landa, M. (1997: 26-27). A Thousand Years of Non-Linear History. Zone Books.
[18] Cheramie, K. (2020). Through Time and the City: Notes on Rome. Routledge.
[19] Gisbert Alemany, E. (2022). To do a landscape: Variations of the Costa Blanca. PhD in Architecture. University of Alicante
[20] Mattern, S. (2017). Code and Clay, Data and Dirt: Five Thousand Years of Urban Media. University of Minnesota Press; for a challenging example, see the Ghost Rivers “public art project & walking tour, rediscovering hidden streams and histories that run beneath our feet”: https://ghostrivers.com/
[21] Perers, F. (2017: 131) Voreres. La memòria subtil. Ajuntament de Barcelona.
[22] Mattern, S. (2013). Infrastructural Tourism: From the Interstate to the Internet. Places. https://placesjournal.org/article/infrastructural-tourism/; Kanouse, S. (2015). Critical Day Trips: Tourism and Land-Based Practice. In E. E. Scott & K. Swenson (2015). Critical landscapes: Art, space, politics (pp. 43-56). University of California Press; Shepherd, N., & Ernsten, C. (2021). An Anthropocene journey. In H. S. Rogers, M. K. Halpern, K. D. Ridder-Vignone, & D. Hannah, Routledge Handbook of Art, Science, and Technology Studies (pp. 563–576). Routledge.
[23] Duperrex, M. (2022). La rivière et le bulldozer. Premier Parallèle.
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This number experiments with a different folding format. Although it starts with an A4 piece of paper and keeps the original A7 form when it is folded, the process of assembling it changes dramatically. The most notorious of those changes is the design of a small foldable gallery by taking advantage of different paper cuts.
At a time when market logics have become the hegemonic operating rationale of many governments, some public officers and bureaucrats worldwide seem to have undergone their own revolution in recent decades. At times referred to as a ‘creative turn’ in their practice (as in the annual Creative Bureaucracy Festival), at other times discussed as part of a ‘new municipalist’ transformation of public action (Bianchi 2022), urban bureaucracies seem to be going through a profound process of reinvention, seeking to renew their tools and approaches: from participatory budgeting or community involvement in policymaking to co-creation competitions and citizen laboratories that expand the range of knowledge and sensibilities in urban governance. As if Paul du Gay’s praise for their work (du Gay, 2000; Pedersen & du Gay, 2020) had caught on in the public sector, bureaucrats in many of these cases appear no longer as sinister machinic operators of Kafkaesque state violence, but as hopeful and flexible practitioners promoting many forms of public good. In our view, such ‘bureaucratic reinventions’ demand the attention of scholars interested in “material cultural practice in the organisation of the economy and the social” – one of JCE’s main aims – in at least two ways.
On the one hand, in line with relevant material-semiotic accounts of the practices of government (Hull, 2012a & 2012b) and the law (Kang, 2018; Kang & Kendall, 2019), how might we make these bureaucratic reinventions amenable to agnostic ethnographic study? This may require close attention to the ways in which bureaucrats in different sectors and departments deploy different legal and economic devices in different attempts at relational planning (Kurath, Marskamp, Paulos & Ruegg, 2018), on different issues in different places. Such attention to ‘bureaucratic reinventions’ would be an interesting way of empirically refocusing the much interesting work on market arrangements (Callon, 2021) – especially those interested in the specificity of economic arrangements for shared concerns (Frankel, Ossandón & Pallesen, 2019), as well as the predicaments markets face in ‘problem-solving’ (Neyland, Ehrenstein & Milyaeva, 2019) – for contemporary forms of government. In what ways are these bureaucratic reinventions more conducive to the public good than the actions of the market? To what extent might they be ‘performing different economies’ (Roelvink, St. Martin & Gibson-Graham, 2015) beyond the market?
On the other hand, we suggest that these bureaucratic reinventions alter the ways in which social researchers can approach these spaces or find ways to become relevant to them. Beyond critical takes or consultancy work, how might bureaucratic reinventions signal a new paradigm for research? Drawing on the work of Douglas Holmes and George Marcus (2005) on ‘para-sites’ – places of the contemporary populated by epistemic communities interested in inquirying on similar topics to researchers, and with whom ethnographers can enter in collaborative relations – what do these places mean for the ways in which we might study them? Indeed, various colleagues are also immersing themselves in the creative ethos of these renewed bureaucracies, experimenting with forms of joint problem-making (Estalella & Criado, 2018), sometimes drawing on cultural practitioners and the arts to explore other forms of relevance.
With this double lens, in this special issue we are inviting papers paying detailed ethnographic attention to (i) the assemblages and devices of peculiar bureaucratic reinventions and the forms of government there emerging, their predicaments and problems, as well as (ii) the singular research engagements that they might bring to the fore. As indicated above, these approaches will help us to shed light on the reorganisation of the social and the economic, while at the same time addressing an object of research, the city, which has long been approached and criticised as an arena of corporate entrepreneurship (Harvey, 1989; Jessop, 2003), neoliberal development (Graham and Marvin, 2001; Graham et al., 2019), and financialised activity (Aalbers, 2019).
Please submit your 400-word abstract (excluding references) and biography (up to 250 words) to tomcriado AT uoc.edu and julio.paulos AT arch.ethz.ch by July 5, 2024.
Selected authors will be expected to submit a full draft of their paper by 15 February, 2025.
Timeline
Reception of abstracts: July 5th, 2024
Selection (Notification of acceptance): September 6th, 2024
Authors’ workshop with draft papers: March 2025
Initial manuscripts for editorial comment: April-May 2025
Submission of special issue for JCE review: July 2025
References
Aalbers, M.B. 2020. Financial Geography III: The Financialization of the City. Progress in Human Geography 44(3): 595–607.
Bianchi, I. 2023. The Commonification of the Public under New Municipalism: Commons–State Institutions in Naples and Barcelona. Urban Studies 60 (11): 2116–32.
Callon, M. (2021). Markets in the Making: Rethinking Competition, Goods, and Innovation. Zone Books.
du Gay, P. (2000). In Praise of Bureaucracy: Weber, Organization, Ethics. Sage.
Estalella, A. & T. S. Criado (2018) (Eds.). Experimental Collaborations: Ethnography through Fieldwork Devices. Berghahn.
Frankel, C., Ossandón, J., & Pallesen, T. (2019). The organization of markets for collective concerns and their failures. Economy and Society, 48(2), 153–174.
Graham, S., & Marvin, S. (2001). Splintering Urbanism: Networked Infrastructures, Technological Mobilities, and the Urban Condition. Routledge.
Graham, M., Kitchin, R., Mattern, S., & Shaw, J. (Eds.). (2019). How to Run a City like Amazon, and Other Fables. Meatspace.
Harvey, D. (1989). From Managerialism to Entrepreneurialism: The Transformation in Urban Governance in Late Capitalism. Human Geography, 71(1), 3–17.
Hull, M. S. (2012a). Documents and Bureaucracy. Annual Review of Anthropology, 41, 251–267.
Hull, M. S. (2012b). Government of Paper: The Materiality of Bureaucracy in Urban Pakistan. University of California Press.
Jessop, B. (2003). The Future of the Capitalist State. Polity Press.
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Kang, H. Y., & Kendall, S. (2019). Introduction to the special issue “Legal Materiality.” Law Text Culture, 23, 1–15.
Kurath, M., Marskamp, M., Paulos, J., & Ruegg, J. (Eds.). (2018). Relational Planning: Tracing Artefacts, Agency and Practices. Springer.
Holmes, D. R., & Marcus, G. E. (2005). Cultures of Expertise and the Management of Globalization: Toward the Re-Functioning of Ethnography. In A. Ong & S. J. Collier (Eds.), Global Assemblages: Technology, Politics, and Ethics as Anthropological Problems (pp. 235–252). Blackwell.
Neyland, D., Ehrenstein, V., & Milyaeva, S. (2019). Can markets solve problems?An empirical inquiry into neoliberalism in action. Goldsmiths Press.
Pedersen, K. Z., & du Gay, P. (2021). COVID-19 and the Flexibility of the Bureaucratic Ethos. In J. Waring, J.-L. Denis, A. R. Pedersen, & T. Tenbensel (Eds.), Organising Care in a Time of Covid-19 (pp. 99–120). Palgrave Macmillan.
Roelvink, G., St. Martin, K., & Gibson-Graham, J. K. (Eds.). (2015). Making Other Worlds Possible: Performing Diverse Economies. Minnesota University Press.
I took the occasion to share my vision for what I have been calling not Public Anthropology but, rather, A Publics’ Anthropology!
A Publics’ Anthropology: Setting up ecologies of collective speculation
What does it mean to undertake anthropological work in contemporary domains populated by a wide variety of ‘publics’, ranging from technical experts to affected communities? Publics are perhaps the main collective condition of knowledge production and circulation in the contemporary: not just as media-provoked entities–e.g. the ‘public sphere’ or scientific and professional societies, connected through ‘publications’–, but also the many uncertain and emergent collectives that gather in different degrees of involvement under issues of concern, using a variety of mediums. As I see it, an anthropology aware of its public dimension should not just be one engaging in public criticism, but also, and perhaps mainly, one transformed by the very relation to publics, developing different forms of engagement and exploring different aims and effects. In my work, I have been inspired to do this in activist design endeavours with different kinds of urban agents. To discuss the different forms a publics’ anthropology might entail, in this session I’ll share with you two recent projects working with municipal actors setting up ecologies of collective speculation: the game Waste What?, an interdisciplinary team production as part of studying activist circular economy projects in Berlin, searching to simulate the conundrums of these initiatives as well as provoke a reflection on their predicaments; and the Department of Umbrology, a collective speculative experiment equipping a proto-municipal division to inquire on the social dimensions of heat mitigation projects, in the hope that his might sensitise technical professionals to consider the social in the plural.
The recurrent everyday distress many of us live with in times of climate mutation seems to have unearthed a peculiar link that seemed long lost: between the mental and the environmental. More than a century ago, already Georg Simmel (1903) sought to discuss how a growing urban condition was making emerge new and unprecedented forms of mental life. He was far from being the only one concerned with how urban environments were affecting urban dwellers. In the last century, a plethora of experts of different kinds – architects, public health practitioners, social reformers, urban ecologists – have been trying to address urban milieus and atmospheres, so as to tackle a wide variety of environmental stressors, ranging from noises to air pollution, with green spaces and infrastructures becoming a central area of intervention deemed good ‘for the body and the mind’. In recent times, the green city movement is one prominent example of an increasingly recurring and intensified debate about the relevance of urban parks (Fitzgerald 2023).
One of the main features of the present environmental conditions is that things seem to be happening in distributed spatial formations that sometimes seem ‘all over the place.’ Interestingly, cultural studies of mental phenomena have for decades tried to dispute cognitive sciences’ abstruse interest in emplacing the mental in, say, the brain. For instance, Gregory Bateson (1971), drawing from cybernetic theory, notably attempted to ecologize the mind: the mental, thus, could thereon be conceptualized as a relational effect of the interaction of humans with their environments. In a famous example Bateson used, a blind person’s sense of touch was not just in their hand but also at the very tip of their cane, helping navigate the contours of a sidewalk. These attempts at ecologizing mental phenomena beyond the skin and the organism, have been considerably expanded recently by the work of another anthropologist, Tim Ingold (2000, 2011), who has proposed to move beyond a dualistic, binary understanding of mind and body by empirically focusing the relational co-constitution of organisms and environments in activities rather than stressing the embeddedness of an organism in a supposedly pre-existing environment.
Focusing on the processual emergence of both, organisms and environments, situating subjective, embodied experiences in their in-betweenness, overcoming the binary distinction of nature and nurture while refraining from biological as well as environmental determinism and particularly emphasizing how bodily processes are entangled with and permeated by environmental conditions resonates with recent interest of social science scholars in the production and phenomenology of atmospheres (Anderson 2009, Duff 2016, Winz 2018), the anthropological inquiry into biosocial relations (Ingold/Palsson 2013) as well as practice theoretical investigations on bodies as assemblages (Blackman, Mol 2002). Concepts such as “local biologies” (Lock 2001), “biological localities” (Fitzgerald et al. 2016), “health environment” (Seeberg et al. 2020) or “anthropo-zoo-genesis” (Despret 2004) have been proposed to describe the permeable entanglements of bodies and environments, the biological and the social (cf. Meloni et al. 2018).
Little attention, however, has been paid so far to the similarities and differences between the broader focus on biology/embodied experiences and ‘the mental’ – understood as ecological relationality – and the specificities of ‘the urban’ have only been slightly addressed in research with a particular focus on mental health questions (cf. Bister et al. 2016, Söderström 2019, Rose/Fitzgerald 2022). Paying attention to the mental in the environmental is not just important to address the convoluted sentiments we associate with ‘eco-anxiety’, but also to understand how the mind has been ecologized, in a different sense. For instance, notions of the mental are being everyday invoked to articulate many urban spaces: from the conventions of informal encounters that regulate how we greet to more infrastructural conditions such as, say, infographics (Halpern, 2018) in transportation systems. But, also, in an ecology of the mind so brutally dominated by psychopharmaceutical compounds (Rose 2018), how come we seldom discuss the environmental effects of drugs such as anxiolytics and antidepressants in our very cities?
This Special Issue wishes to articulate these interests and sensitivities through ethnographic inquiries that empirically ground connections between ‘mental’ phenomena and urban life. We want to ask: How might a biosocial agenda searching to ecologize the mind be relevant to discuss environmental conditions making dwellers feel, indeed, ‘all over the place’ as well? Conversely, what sort of environmental effects and relations are our ecologies of the mind producing? All in all, how can we imagine, describe, map and theorize the resulting ‘urban mentalities’ or ‘mentalistic cities’ without falling into the traps of idealism, holism, cultural essentialism and Cartesian dualism? What concepts, field devices and research designs might enable us to bring into dialogue experience-based approaches (cf. Söderström et al. 2016, Bieler et al. 2023, Dokumaci 2023, Bister 2023) with an inquiry of ecologies of expertise (Beck 2015) in which ‘mental experiences’ are taken up, translated, shaped and inscribed into the urban fabric?
We want to focus on ethnographic studies approaching dwellers attempting to render their habitats inhabitable, making emerge a wide variety of ecological relations between the mental and the environmental, be they regarding experiential matters, new or disrupted habits, conundrums in between the personal and the collective, the body and the infrastructural, and relations between humans and other-than-human beings. This is the research arena we wish to address as environ|mental urbanities, a denomination hopefully guiding us to grasp the sometimes elusive or ungraspable aspects of both mental and environmental practices and experiences in urban arenas. Hence pushing us to study how we can sense, describe and analyse what and how “bodies-in-action” (Niewöhner/Lock 2018) – or, more precisely: minds-and-environments-in-action, or environ-mental configurations – feel, touch, smell, navigate, encounter and thereby come into being (cf. Manning et al. 2022, Schillmeier 2023). Beyond the seemingly unmediated immersion of bodies in socio-material environments, environ|mental urbanities urge us to ethnographically inquire into the dynamic, shifting co-constitutive relations between subjective experiences, bodies, material environments, cultural practices, urban infrastructures, animals and other non-humans.
With more than half of the population of the planet now living in urban arenas of different kinds, but under the strain of daunting and unravelling environmental conditions, new urbanities seem to be developing that hold the mental and the environmental in tension. At a time when eco-anxieties are grabbing a hold of us, perhaps the time has come to re-analyse the environ-mental conditions of urban dwellers, and the role that the intertwinement of the mental and the environmental play in contemporary urban arenas. In this spirit, we invite contributions from anthropology, geography, sociology and adjacent disciplines which provide inspiring ethnographic case studies, tinkering and experimenting with methods and collaborative fieldwork and/or aim for situated concept work that allow to problematize ‘the environ|mental’ while simultaneously enriching our conceptualisation of ‘the urban’ beyond mere material or geographic locality and stage for cultural practices.
Deadline: Please submit abstracts of no more than 200 words, plus your institutional affiliation(s) and a short biography (a few lines) to patrick.bieler AT tum.de, milena.bister AT hu-berlin.de and tomcriado AT uoc.edu by April 29nd, 2024. If you have any questions, please write the three of us as well.
Process: We will notify acceptance by May 21st, 2024. Abstracts of the selected contributions will be proposed as a special issue to an international English-speaking multidisciplinary social sciences Journal. We aim for Open Access publishing. All contributors will meet online to pitch and discuss their abstracts in June 2024. First drafts will be discussed in a workshop in January 2025 (either in person or online). Final manuscripts will be due in March 2025.
17-22 July 2024 | Hall Hub, Open University of Catalonia (UOC), Rambla del Poblenou 154, 08018 Barcelona
EASA is pleased to announce its first PhD summer school, supporting the development of early career scholars.
This will be held in Barcelona in the week before the 18th EASA Biennial Conference. The focus of the six-day school will be ethnographic experimentation.
Ethnographic experimentation is an anthropological response to the epistemic challenges of our contemporary world. Beyond traditional norms and forms of ethnography, there are all kinds of projects that experiment with forms of representation, fieldwork, and analysis. The ‘experiment’ emerges in all these ethnographies as a distinctive epistemic practice, different from observational activities that are the foundation for its empirical engagements. Experimentation is an opportunity to reconceptualise and transform the empirical practices of anthropology.
This summer school, organised by Adolfo Estalella and Tomás Criado, brings together a programme exploring the analysis, characterisation, and design of ethnographic experiments, along with opportunities to try them in practice. The school combines conceptual sessions with group debates and hands-on practical activities. Field experiments will be designed to respond to a situated ethnographic challenge. The school will foster a convivial atmosphere of mutual learning between participants and an openness to local actors with whom relevant approaches could be discussed and explored. Participants will be equipped with an analytic repertoire as well as a series of practical skills to attempt their own ethnographic experiments.
Funded and promoted by EASA. Organized by xcol. An Ethnographic Inventory Curated by Adolfo Estalella (UCM) and Tomás Criado (UOC)
Partners: Open University of Catalonia (UOC); Social Anthropology and Social Psychology Dept., Complutense University of Madrid (UCM); Anthropology Department, Spanish National Research Council (CSIC); Spanish Association of Social Anthropology (ASAEE)
Who can apply?: PhD students who are paid-up members of EASA. Selection will be based on application fit and diversity criteria.
Registration fee: €150. Dinners during the summer school are included.
Travel Bursary: partial travel bursaries will be available from EASA based on need.
How to apply: applicants are asked to explain how they plan to use, or have used, experimentation in their own PhD research. Apply here.
The application deadline is May 17 with the aim of communicating results by May 31.
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Pedagogical proposal and methodology
The school combines theoretical sessions, debates and practical activities. Students will work in small groups on two sites/problems.
Theory, case, and debate sessions. These sessions are structured in three slots: a brief theoretical introduction (30 min.), a case that will be presented by a group of students (30 min.), and a debate (30 min.).
Hands-on activities in the field. Students will have to develop an experimental project during the week-long school. Groups will engage in two sites proposed by the school with the goal of making a brief empirical investigation and developing an ethnographic experiment.
Mentoring. Each group will have an assigned tutor who will discuss with them their experimental projects in daily meetings.
Self-managed dinner. The school will pay particular attention to the informal moments of social interaction, in this sense dinners will be a special moment to socialize. Participants will be in charge of organising it.
13.30 – 15.30. Lunch on site (each group on their own).
15.30 – 19.00. Activity in the field: devising devices.
19.00 – 20.00. Group debriefing meetings with tutors.
20.30. Dinner. Cooking together (self-managed).
Saturday, 20 July, 2024
10.00 – 13.30. Hands-on session: field site investigation.
13.30 – 15.30. Lunch on site (each group on their own).
15.30 – 19.00. Hands-on session: working on ethnographic accounts.
19.00 – 20.00. Group debriefing meetings with tutors.
20.30. Dinner. Cooking together (self-managed).Sunday
10.00 – 13.30. Hands-on session: field site investigation.
13.30 – 15.30. Lunch on site (each group on their own).
15.30 – 20.00. Hands-on session: working on ethnographic accounts.
20.30. Dinner. Cooking together (self-managed).
Monday, 21 July, 2024
10.00 – 13.30. Meeting with tutors: Hands-on session at UOC.
13.30 – 15.30. Lunch on site (each group on their own).
16.00 – 19.00. Public presentations of the group experiments.
20.00. Dinner and good-bye party.
Readings
1st session. Ethnographic experimentation: an introduction.
Tomás Sánchez Criado & Adolfo Estalella. 2018. Introduction. Experimental collaborations. In A. Estalella & T. S. Criado (Eds.), Experimental collaborations. Ethnography through fieldwork devices (pp. 1-30). New York, Oxford: Berghahn.
First case
Cantarella, L., Marcus, G. E., & Hegel, C. (2019). Ethnography by design: Scenographic experiments in fieldwork. Taylor & Francis. Introduction and Chapter 3.
2nd session. Ethnography, more than a method: Field devices for anthropological inquiry
Law, J. (2004). After Method: Mess in Social Science Research. Routledge. Introduction.
Law, J., & Ruppert, E. (2013). The Social Life of Methods: Devices. Journal of Cultural Economy, 6(3), 229-240.
Second case
Khandekar, A., Costelloe-Kuehn, B., Poirier, L., Morgan, A., Kenner, A., Fortun, K., & Fortun, M. (2021). Moving Ethnography: Infrastructuring Doubletakes and Switchbacks in Experimental Collaborative Methods. Science & Technology Studies, 34(3), 78-102.
3rd session. The ethnographic invention.
Estalella, A., & Criado, T.S. (2023). Introduction: The ethnographic invention. In T.S. Criado & A. Estalella (Eds.), An Ethnographic Inventory: Field Devices for Anthropological Inquiry (pp. 1-14). Routledge.
Third case.
Hartblay, C. (2020). I Was Never Alone or Oporniki: An Ethnographic Play on Disability. Toronto University Press. Introduction.
4th session. Styles of ethnographic experimentation.
Estalella, A. (n/d). The anthropological experiment (and the disappearing field of ethnography).
Fourth case.
Martínez, F. (2021). Ethnographic experiments with artists, designers and boundary objects: Exhibitions as a research method. UCL Press. Self-selected fragments.
5th session. Beyond text:Experiments on ethnographic expression.
Cox, R., Irving, A., & Wright, C. (Eds.) (2016). Beyond text?: Critical practices and sensory anthropology. Manchester University Press. Introduction.
6th session. Beyond representation: Experiments on multimodal anthropology.
Dattatreyan, E. G., & Marrero-Guillamón, I. (2019). Introduction: Multimodal Anthropology and the Politics of Invention. American Anthropologist, 121(1), 220-228.
Sixth case.
Farías, I., & Criado, T.S. (2023). How to game ethnography. En T. Sánchez Criado & A. Estalella (Eds.), An Ethnographic Inventory: Field Devices for Anthropological Inquiry (pp. 102-111). Routledge.
Denielle Elliott & Matthew J. Wolf-Meyer have been for the last years working on a much-needed compilation on the art of fieldnotes, called Naked Fieldnotes. A Rough Guide to Ethnographic Writing. The volume has been recently published by Minnesota University Press.
In their words:
Unlocking the experience of conducting qualitative research, Naked Fieldnotes pairs fieldnotes based on observations, interviews, and other contemporary modes of recording research encounters with short, reflective essays, offering rich examples of how fieldnotes are shaped by research experiences. By granting access to these personal archives, the contributors unsettle taboos about the privacy of ethnographic writing and give scholars a diverse, multimodal approach to conceptualizing and doing ethnographic fieldwork.
As they expound in the introduction:
The practice of writing a fieldnote— what goes in, what is left out, who the audience is— is a difficult one to acquire, which is belied by the breadth of books and classes that purport to teach novice ethnographers to write fieldnotes. Like any writing, fieldnotes are the outcome of a learned sensibility that can be acquired only through the practice of writing […] This is one of the persistent challenges of teaching ethnographic methods, particularly when most of what students learn about ethnographic writing and fieldnotes is inferred from exemplary ethnographies. Students want prescriptive, generic expectations of what goes into a fieldnote and what a fieldnote should look like, thereby ensuring their writing of “good” fieldnotes; as an index of this sentiment, a few exceptional (p. x)
Growing out of the frustrations we have had as novice ethnographers— and that we have shared with our students— this collection of fieldnotes is intended to dispel the myths about the charismatic nature of fieldnotes and ethnographers by providing readers with a diversity of techniques, generic experiments, and objects and processes of ethnographic investigation so as to show how research and writing are always shaped by the sensibilities of researchers and the shapes of the ethnographic projects they are conducting. Fieldnotes are always experimental in their attempts to capture that experience. (p.xi)
I very much wish to thank them for their invitation to share one of mine, titled:
Munich, Blind Activism, Participatory Urban Design, November 2015
This note is part of my attempt at doing fieldwork with the Bavarian Association for the Blind and Partially Sighted (BBSB). It captures one of the organization’s in/accessibility explorations of a square in Munich on November 12, 2015. This took place after the square had already been finalized by the city administration, an anomaly in how to involve disabled people in design projects. As the blind activists already knew, the square presented many inaccessibility issues. Doing fieldwork in a very graphic-intensive field like architecture requires one to think from the visual materials, so when I was handed the promotional brochure, including pictures and renderings, architectural diagrams, and an explanation of the urban intervention, I took a very fast decision: I put away my phone, which I used only to take my own pictures, mostly to remember the details they were talking about as well as the steps, and I opted to scribble on top of the brochure. I followed them for about three hours (from nine in the morning to noon) as they went about different aspects: the tactile differentiation of the creative pavements, the color differentiation of the pavements, and a few other things. My scribbled notes were rather nonlinear interjections, taken at different moments in the brochure. The pictures I took with my phone allowed me to have a sense of sequence afterward.
Hace no tanto, la política era una fiesta. Una verbena sostenida en el encuentro vivaz de organizados y desorganizados que, en cada uno de sus actos, abría espacios de encuentro por doquier y desplegaba prácticas generativas donde cualquiera podía explorar otras formas de vida posible. Hoy, una parte sustancialde aquella vida encantada ha quedado reducida a una representación distante y sospechosa sobre la que opinamos con inquina revanchista en el abismo en que se han convertido las redes. ¿Qué ha pasado? ¿Qué nos ha pasado? Ante un mundo nuevo que nos desafía con un sinfín de amenazas y horizontes apocalípticos, se extienden el malestar y la angustia. Aunque muchas veces no resulte sencillo discernir su origen, navegando entre la teoría psicoanalítica y el pensamiento ecológico de Bruno Latour e Isabelle Stengers, queremos tantear una genealogía posible del malestar de la época y sus efectos políticos paralizantes.
Hace no tanto, poco más de diez años, la política era una fiesta. Esto es, una verbena sostenida en el encuentro vivaz de organizados y desorganizados que, en cada uno de sus actos, abría espacios de encuentro por doquier y desplegaba prácticas generativas donde cualquiera podía explorar otras formas de vida posible. Lo llamativo de este fenómeno es que no se trataba de una cuestión eminentemente regional; vivimos y hablamos con personas amigas que entraron en procesos parecidos en una constelación de ciudades de todo el mundo: desde Santiago de Compostela a Santiago de Chile, pasando por Belo Horizonte, Salvador-Bahia, Rio de Janeiro, Estambul o Barcelona. Hoy, una parte sustancial de aquella vida encantada ha quedado reducida, particularmente en el Estado español, a una representación distante y sospechosa sobre la que opinamos con inquina revanchista en el abismo en que se han convertido las redes. ¿Qué ha pasado? ¿Qué nos ha pasado? A este respecto, un amigo que tuvo una responsabilidad importante en un “gobierno del cambio” compartía por WhatsApp una reflexión con aires de epitafio: “Mi generación política se ha convertido en un vertedero de ombligos desalmados”.
Hace ya más de diez años, la inestabilidad, la falta de horizonte, la ruptura de sentido o, dicho de otro modo, la falta de suelo –por no hablar de su desahucio–, precipitó en el Estado español –aún no sabemos bien cómo– un vórtice generativo de intentos y tentativas de salir al encuentro del otro. Esa fuga permitió elaborar en común lo que nos pasaba con relación a la crisis que bloqueaba nuestras vidas desde 2008. Hoy, sin embargo, esa falta de suelo común nos sitúa en un vacío del que nos defendemos desde el yo, a donde parecemos habernos desterrado.
Entre los impasses de la época y la desorientación generalizada ante un mundo que nos desafía con un sinfín de amenazas y horizontes apocalípticos, se extienden el malestar y la angustia. La angustia es un afecto que pasa por el cuerpo, pero quizá convenga pensarlo como señal de un momento inquietante o, incluso, como síntoma de un malestar compartido. Por otra parte, el malestar social entendido como un bloqueo de las formas de subjetivación políticas capaces de operar disensos en un mundo hostil –cerrado en términos sensibles y existenciales– ha sido analizado desde hace años por colectivos de pensamiento antagonista como El Comité Invisible, Espai en blanc y, también, por autores como Peter Pál Pelbart y Suely Rolnik o, más recientemente, por Amador Fernández-Savater.
Aunque muchas veces no resulte sencillo discernir el origen de la angustia, en este texto –navegando entre la teoría psicoanalítica y el pensamiento ecológico de Bruno Latour e Isabelle Stengers– queremos tantear una genealogía posible del repliegue yoico en el que, a nuestro juicio, resuena una dimensión del malestar de la época que nos conduce a la impotencia política. Reflexionar sobre algunas de las condiciones de ese malestar nos parece crucial en un momento en el que, en diferentes lugares del mundo, desde Argentina o EE.UU. a diferentes estados europeos, una oleada conservadora sin precedentes prolifera alimentándose de la obstinación maníaca del resentimiento.
Crítica de la razón angustiada
En 1926, Freud (2013a) señaló que existen dos modos habituales de dirimir la angustia: la inhibición y la descarga motriz. La inhibición remite a la inacción y la pasividad: es el no pensar, el no participar, el mutismo. La descarga motriz supone el pasaje al acto incesante, un actuar todo el rato para no pensar: scrollear y twittear sin descanso o una motricidad desbordada que, al mismo tiempo que llena gimnasios, impone el mandato de caminar, salir a correr o viajar sin parar como receta para ablandar la angustia. Pero, más allá de eso, a nuestro juicio, el malestar político de la época hace síntoma a través de dos modos prevalentes que tienen que ver con la proliferación de la crítica y con su rechazo.
Opinamos todo el rato, emitimos mensajes –sin parar– y, en definitiva, actuamos para no pensar. Decía Lacan (1971), en un texto publicado en el primer volumen de los Escritos, que el yo es una función de desconocimiento del ser: un objeto al que acudimos para imaginarnos hechos de una única pieza, sin división subjetiva, sin agujeros y sin falta. Hoy, tal vez, el yo hiperbólico y sin dudas obtura la falta de empleo, la falta de alegría, la falta de vínculos, de amor, de espacios, de saberes o de certezas. En ese sentido, quizá ejercitar el yo que opina de manera maníaca sobre cualquier cosa nos permite imaginarnos soberanos, dueños de nuestros designios a través de nuestras palabras: ¿una ficción de dominio? Ahora bien, ese dominio del yo que prolifera en las redes sociales se despliega sin el otro –sin la presencia de otros cuerpos y sin otras palabras audibles que no sean la propia–. Así, la energía libidinal que propulsa esa crítica solitaria que excluye al otro –incluso, a todo lo otro de uno mismo que resulte incongruente con el yo– resuena como un goce autoerótico: una mezcla de satisfacción y pesadumbre en la que cada uno se entretiene con su objeto en soledad.
En este sentido, la supuesta razón crítica puede, paradójicamente, volvernos estúpidos. ¿Qué fabrica, qué articula o qué permite enunciar que el mundo está condenado, sin remedio, o que no hay ninguna posibilidad de transformación relevante, sino un goce triunfante de la debacle –un fin de mundo– en el que siempre pervive el yo? ¿Qué posibilidad de vida común o de articulación colectiva se activa al considerar que la única posibilidad relevante pasa por nosotros mismos, porque nos den la razón a toda costa, porque los otros acepten un código que solo unos pocos conocemos y que, además, mostramos solo a medias, instalando perpetuamente a los otros en la ignorancia, o lo que es lo mismo, en el afuera?
En unos pasajes que nos resultan muy esclarecedores del documental Cuentos para la supervivencia terrenal, Donna Haraway señala que, en algunas ocasiones, la crítica del capitalismo –denunciar la miseria del mundo y señalar a los culpables de la explotación– también puede ser un tóxico: made in Criticalland, como bromeaba Latour (2004) en un texto, precisamente, sobre los límites políticos y epistémicos de la crítica para la transformación del mundo. A pesar de que, ciertamente, esta reflexión no invalida la relevancia de la crítica, nos lleva a pensar en aquellos momentos donde la crítica deviene en un veneno narcisista que desvitaliza y condena al mismo tiempo que nos vuelve adictos a él; sólo nosotros sabemos, no nos hacen falta los otros y, de ese modo, no necesitamos movernos de nuestra posición: nadie se mueve. Como señala Haraway, a veces nos embobamos de tal manera con la penúltima crítica del capitalismo que podemos llegar a creer que no hay ninguna posibilidad política digna en el mundo que no esté contenida en esa crítica. En otras palabras, cuando una perspectiva crítica emerge y opera desde el yo, cuando su despliegue afirma una posición singular, pero también busca señalar, acallar y ridiculizar al otro –a los que “no saben”–, el veneno puede matar cualquier posibilidad de emergencia de lo colectivo.
Desterrados en el yo
Así las cosas, la crítica de la razón angustiada desactiva y, de alguna manera, sólo revela la impotencia que ella misma genera. No existen demasiadas pruebas, ni efectos verificables, de que la denuncia de la opresión remueva conciencias, como gusta decir muchas veces la teoría crítica. Eso mismo señaló Jacques Rancière (2010) a propósito del distanciamiento brechtiano. Imaginar, como proponía Brecht, que aquello que sucedía en el espacio de una obra teatral –que lo normal pueda resultar absurdo– condujera a acciones políticas transformadoras era una asunción problemática. Para Rancière, la supuesta transmutación del principio de desestabilización de la percepción corriente en una pedagogía política emancipadora nunca habría tenido efectos políticos verificables, más allá –eso sí– de la producción de un canon sobre lo que podría ser el arte político en su dimensión representacional.
En ese sentido, Isabelle Stengers y Philippe Pignarre (2018) sugerían en su libro La Brujería Capitalista que: “si el capitalismo corriera riesgos por el hecho de ser denunciado, se habría desintegrado hace tiempo” (p. 43). Por no hablar de cómo, bien al contrario, estas riadas de tuits y comentarios lapidarios acaban reforzándolo, engrosando las arcas del cryptobro de turno, detentando el cargo de capitalista de plataforma.
La otra cara sintomática de esa razón angustiada es, sin embargo, no la del ruido incesante, sino la del silencio abismal del rechazo: una desafección propia de cuerpos blindados y a la defensiva. Esta posición se fundamenta en un supuesto no querer saber que, al mismo tiempo que permite distancia y desimplicación, genera una posición de dependencia que recuerda al voyeur: el goce de la debacle por inacción que, en nuestra aparente distancia, nos instala, progresivamente, en un estado de soledad, letargo y mortificación. “¿Has visto el tweet de x?”. “¡Qué horror!”. “No, yo es que paso, ya no lo sigo”. “Yo lo he silenciado”. Un supuesto desentenderse que mantiene la fijación en lo que nos daña: una atracción fatal que alimentamos con nuestras acciones. La neurosis del sujeto que rechaza el mismo mundo en el que desea participar. Con todo, la paradoja es que, si bien decimos que no aguantamos más y, de hecho, sentimos que no aguantamos más, tampoco dejamos de querer más.
Así, nos aislamos y nos convertimos en figuras de destierro y autoexilio: apostamos por mantener el sitio, como crisálidas de mariposa que deciden paralizar neuróticamente la necesaria transformación que requiere la vida. Quizá de ese aislamiento es de donde procede el malestar profundo: ¿la crisis de las crisálidas?
La intrusión de Gaia
A todo esto, el mundo de los modernos ya no es lo que era –no está dado ni garantizado– y el futuro se ha convertido en una incógnita inquietante. En las dos últimas décadas, una superposición de crisis en curso ha instalado entre nosotros algo así como una tormenta perfecta, que nos desafía y abruma al mismo tiempo que nos interpela. Ahora bien, como apunta Bruno Latour (2017) en su libro Cara a cara con el planeta, no estamos apenas en un período difícil y prolongado de crisis y catástrofes que en algún momento pasará, recuperando así “nuestra vieja normalidad”. Más bien, asistimos a una mutación del mundo, a un corrimiento de tierras profundo, cuyo estupor no hace sino sublimar las respuestas angustiadas. De hecho, no son pocas las llamadas neuróticas a la acción ecológica que se plantean o se arman desde la inminencia de un fin de mundo, argumentado con vehemencia científica, que nos llegará: “¡ahora!, ¡ya!, ¿no lo veis?”. Y, sin embargo, como en el Esperando a Godot de Samuel Beckett, no nos movemos ni un ápice, paralizando el encuentro con el otro en el goce de la angustia.
En un intento por resignificar el absurdo en el que parecemos instalados, el esperanzador ¿Dónde estoy? de Bruno Latour (2021) abre con una analogía de la Metamorfosis de Kafka, en pleno confinamiento pandémico. Como Gregor, quizá también nosotros seamos el síntoma de un nuevo mundo, donde aquello que nos parecía normal –como los padres de esa cucaracha que muchos fuimos durante esa época– necesite ser profundamente repensado. Para quienes suscriben este texto, nacidos ambos en el año en que llegamos a 340,12 ppm de CO2, en pleno éxtasis del consumo sin límites, ungidos en plástico desde nuestra infancia y ahora sometidos a la ascesis moral del veganismo, la modernidad siempre se nos presentó como un relato de progreso continuo: una esperanza que se asentaba en el dominio infraestructural del mundo, trabajado por una cosmología que dividía el mundo entre naturaleza y cultura, opinión y verdad; o, en el plano de los agentes, entre humanos y no humanos. Los primeros, dotados de subjetividad y capacidad de acción, podían existir a distancia de los segundos: objetos, seres y entidades inmundas (sin mundo, weltlos, como los llamaba Heidegger) y conocidos por una ciencia interesada por los fenómenos distales.
Uno de los rasgos más característicos de esa transformación en curso tiene que ver con la relación cambiante que los modernos establecemos con el planeta, entendido en su dimensión terrestre y, también, viviente. Algo de esto tiene que ver con recuperar una conexión con algo muy antiguo. Al decir de Emanuele Coccia (2021), si hay algo que pueda definir a la vida es su perpetua capacidad metamórfica, donde unos seres crean condiciones para la habitabilidad de otros. En una divertida conferencia pronunciada recientemente en el CENDEAC, titulada “El jardín del mundo”, Coccia ejemplificaba esta idea hablando de cómo eso que hoy llamamos Tierra, no puede entenderse sino como consecución técnica de la vida o la labor de las plantas, cruciales para la producción de la atmósfera y la orografía, así como del oxígeno gracias al cual otros seres vivimos:
Lo que llamamos paisaje es el trabajo y el resultado de muchos arquitectos paisajistas diferentes. Lo que llamamos jardín es sólo un ejército de jardineros (las plantas)
la Tierra tiene un estatuto de artefacto… una producción cultural de todos los seres vivos que lo habitan y no sólo la precondición trascendental para la posibilidad de la vida. Gaia es hija de Flora. El sol es la muñeca cósmica de Flora
Y, sin embargo, hay algo de la mutación reciente que trasciende ciertas capacidades metamórficas de hacer mundo o “terraformar”, que nos coloca en una crisis profunda. En uno de los capítulos de Dónde aterrizar, Latour (2019) explicaba esa transformación de la siguiente manera. El acontecimiento colosal que necesitamos entender se corresponde con el desvelamiento de la potencia de actuar de lo Terrestre. Lo Terrestre —con T mayúscula, para subrayar que se trata de un concepto— es un nuevo actor político. Es decir, la tierra ha dejado de ser el telón de fondo de la acción humana y ha pasado a afirmar un poder de actuar que los modernos le habíamos negado. En ese sentido, la irrupción de la Tierra en lo político estaría transformando la misma noción de política, convirtiéndola en una suerte de geopolítica. Para Latour, aunque la inercia y el sentido común nos conducen a seguir hablando de geopolítica como si el prefijo “geo” designase solamente el marco en el que se desarrolla la acción política; “geo” designaría, ahora, un agente que participa plenamente de la vida pública. Así las cosas, la Tierra ya no es una trascendencia muda y obediente, sino una multiplicidad de entidades no humanas con las que interaccionamos y de las que dependemos para vivir.
Isabelle Stengers se ha referido a esa irrupción de la Tierra en lo político como la “intrusión de Gaia”. Sin embargo, la Gaia de Stengers no remite a la idea de sistema estable –una suerte de Madre Tierra protectora de la vida–. Gaia sería el nombre de la Tierra transformada por los vivientes: un ente en metamorfosis que podemos conocer por sus intrusiones. Un ser susceptible de reacciones imprevisibles y ciego a los daños que provoca. Una cita extraída de su libro En tiempos de catástrofes (Stengers, 2017)puede ayudarnos a enmarcar políticamente este escenario:
Luchar contra Gaia no tiene ningún sentido, hay que aprender a componer con ella. Componer con el capitalismo tampoco tiene ningún sentido, hay que luchar contra su dominio (p. 47).
La intrusión de Gaia exige de nosotros nuevos arreglos a la altura de las amenazas. Pero, en lugar de explorar junto a otros alguno de esos desafíos –cómo mantener los territorios habitables y cómo luchar contra los que los vuelven inhabitables– pareciera que persistimos en nuestros síntomas y preferimos malgastar una parte significativa de nuestras energías en prácticas yoicas con las que nos intoxicamos.
Una mutación siniestra
Quizá esté ahí, en la irrupción de lo Terrestre en la política, parte de la angustia y la desorientación política de nuestra época. Sin embargo, aquí radica nuestro punto: pese a las esperanzas depositadas en la pandemia por Latour, aquí seguimos, pegados a un suelo que se resquebraja. Mientras el mundo de la modernidad cambia brutalmente, reventando los goznes de cualquier intento de fundar una protección ad eternum, las mariposas que un día fuimos –aún lo recordamos–, tomando las plazas o haciendo la revolución de los cuerpos, parecen haber entrado en un movimiento inverso: una involución crisálida, emitiendo opiniones o quedando en un silencio paralizante desde el aparente confort de sus vainas. Una mutación siniestra.
En su conocido trabajo sobre “Lo siniestro” [das Unheimliche], publicado en 1919, Freud (2013b) habla de todo aquello que, debiendo permanecer en secreto, se ha manifestado. Lo siniestro aparece como lo espantoso que se revela de modo inesperado en lo más cotidiano: algo que se presenta y que no debería estar ahí. Freud pone el ejemplo de los autómatas, los muñecos que parecen cobrar vida. Pero también se refiere a la impresión causada por las figuras de cera: el desasosiego ante la duda de que un objeto sin vida esté de alguna forma animado. Por su parte, Lacan (2007) destaca en el Seminario 10 que lo siniestro resuena con la idea de un huésped desconocido que aparece de forma inopinada en nuestro imaginario –en un marco dónde no debería estar–. En un pasaje del mismo seminario, Lacan se refiere a ese huésped hostil como “inhabitante”, como aquel que ya habita dentro, aunque eso nos resulte inasimilable y parezca venir del exterior.
Si nos paramos a pensar en el tipo de eventos y situaciones contemporáneas que pueden despertar en nosotros esa sensación de lo siniestro, no parece descabellado considerar como siniestra la potencia de actuar de lo Terrestre. La irrupción unilateral de toda una serie de procesos materiales que amenazan a los vivientes —incendios, inundaciones, olas de calor, acidificación de los océanos, desigualdades, etc.—, desencadenados por la intrusión en nuestras formas de vida de una multiplicidad de agencias propias de un planeta alterado, desbarata la cosmología moderna y muestra, de manera siniestra, lo que no se debería ver. Ya no estamos en un mundo en el que los humanos actuamos con distancia y control sobre un trasfondo no humano, sino en un mundo poblado por una infinidad de vivientes cuyos cursos de acción se superponen constantemente, cuando no se desestabilizan mutuamente. Un mundo inhabitante, que responde a los modos en que lo hemos cambiado.
En ese sentido, Latour (2019) señala que la noción misma de suelo está cambiando de naturaleza. El mismo suelo que debería sostener nuestros proyectos —también la lucha antagónica entre ellos— parece desvanecerse bajo nuestros pies al calor de la emergencia climática. De ahí que la angustia sea tan profunda: el suelo no nos sostiene. El punto de referencia de la política parece haberse transformado por completo. La crisis ecológica nos lanza abruptamente a otro mundo donde el excepcionalismo humano moderno se muestra impotente. Los mismos seres que, hasta ahora, habíamos tratado como meros recursos son ahora actores políticos de primer orden con los que tenemos que aprender a componer los territorios, en otros términos; concretamente, en términos de habitabilidad cuando las condiciones de habitabilidad ya no están garantizadas.
Abrazar el deseo de ser otra cosa
Quizás, para prestar atención a ese huésped hostil y negociar con la angustia debemos habilitar no sólo una conciencia de la mutación, sino intervenir en el plano del deseo, de la relación con el otro, cambiar de deseo: necesitamos un deseo nuevo que no pase por el resentimiento. El deseo no es del orden de la voluntad y, por tanto, no es una región del yo, no pertenece al campo de la lógica, ni del razonamiento. Antes bien, es del campo de lo sensible, de los mundos encarnados y de sus devenires. Cambiar de deseo, asumir una metamorfosis, exige un acto de fe, un arrojarse: lo que hace la oruga que forma su crisálida sin saber en qué se convertirá. Algo que remite al universo del riesgo y la incertidumbre, pero que también implica relacionarse de otra manera con lo indeterminado y lo convulso. Recuperar el deseo es, por tanto, recuperar los modos de decir y hacer que puedan hacer sitio a lo posible no pensado, permitiéndonos desprendernos de fines caducos que suponen una amenaza para nosotros y para el mundo. A nuestro juicio, entendernos como crisálidas y, por tanto, abrazar esa condición, pudiera contener la oportunidad misma de construcción de ese deseo. La marca de un antes y un después, arrojarse a la transformación para encontrar una salida. No en vano, el deseo, en palabras de Lacan (1971), es el “deseo del Otro”: entendámoslo aquí como deseo de ser otra cosa.
Poco tiempo antes de morir, Bruno Latour concedió una larga entrevista en el canal Arte cuya transcripción ha sido publicada como Habitar la Tierra. En una de las piezas, titulada “El fin de la modernidad”, Latour discurre sobre una pregunta: ¿cómo es posible que toda una civilización enfrentada a una amenaza que conoce perfectamente no reaccione? Para contestar a esta paradoja, se refiere a la modernización como un imperativo que, particularmente desde los años 1950, operó como un mandato que nos exigió abandonar nuestro pasado y separarnos de la Tierra a cambio de participar del mito del progreso. Lo terrible de la idea de la modernización es que, una vez se ha puesto en marcha, “es ciega e impide completamente preguntarse a qué renunciar”. Sabemos, de acuerdo con la orientación lacaniana, que el deseo siempre está ligado a una falta, por lo tanto, si nada nos falta, no hay deseo posible: hay más de lo mismo.
De algún modo, progresar suponía acercarse a lo global, sin mirar para otro lado. Para acceder a la abundancia, la libertad y la emancipación, debíamos despegarnos de los territorios locales y desvincularnos de las comunidades. Sin embargo, la emergencia climática ha hecho que la misma idea de progreso, entendida como un futuro mejor y siempre disponible en algún lugar, esté hoy en entredicho. Asimismo, ese despegue hacia lo global no sólo trastocó los ecosistemas y sistemas climáticos, sino que provocó un epistemicidio, la muerte de muchos saberes y prácticas que nos relacionaban con el complejo tejido de interdependencias de lo terrestre: erradicando otras maneras de vivir, de sentipensar como diría el antropólogo Arturo Escobar, limitando drásticamente nuestra capacidad de reacción, imaginación y cooperación.
El capitalismo –nombre quizá más específico para hablar de la modernidad– opera, en la definición de Pignarre y Stengers en La brujería capitalista, como un “sistema brujo” que expropia nuestra capacidad de hacer que las cosas nos conciernan, ya sea en nuestros propios términos o, incluso, fuera de nuestras prácticas habituales. A juicio de ambos autores, no se trata de que el sistema capitalista nos mienta, ni de que nos engañe o manipule, sino de que su modo de existencia se inscribe en el linaje de los embrujos, montando una ecología depredadora que desactiva prácticas cruciales de interdependencia. ¿Quizá sea esto lo que nos hace agarrarnos a las paredes de la crisálida para no querer abrir un pequeño agujero con nuestras antenas de mariposa? Sin embargo, frente a un embrujo, no sería suficiente la denuncia de la captura –como se denuncia una ideología o la falsa conciencia–, porque la captura fabrica un agarre, un éxito, una legitimidad, una necesidad, un zócalo común “y lo hace sobre algo que importa, que hace vivir y pensar a aquel o aquella que es capturado” (Pignarre y Stengers, 2018: 84). Para salir de esta crisis, por tanto, el desvelamiento no funcionará. Antes que definirnos a la contra de ese sistema de captura, deberíamos aprender de sus modos de agarre, identificar su vulnerabilidad e inventar un agarre diferente que haga sensibles otras posibilidades: esto es, conducir la atención hacia las condiciones ecológicas que permitan resquebrajar las paredes de nuestras crisálida, librarnos de la mierda del yo y echar a volar, esperando que el mundo fuera pueda albergar nuevos encuentros, participando en fabricar la habitabilidad junto con otras.
En busca del suelo perdido
Pero, ¿cómo hacer pensables esos agarres? ¿cómo convertirlos en un asunto relevante para reavivar una ecología política? El asunto no parece requerir, como hemos intentado argumentar,trabajar en el plano yoico de llevarnos las manos a la cabeza ante una situación que podríamos pensar como una irresponsabilidad intolerable o, simplemente, denunciar. Quizá, más bien, tengamos que volver a pisar el suelo, como la mariposa se posa en una flor. No en vano, en los últimos años, el suelo ha recuperado fuerza como activador de la ecología política. Su rescate como concepto coincide con la evidencia de una profunda erosión del suelo común –tanto literal como metafórica–, al mismo tiempo que con un cierto interés causado por la propuesta latouriana de “hacer aterrizar” a los modernos, una vez que la emergencia climática ha revelado la ausencia de suelo para sostener el proyecto modernizador.
A pesar de que el suelo y su cuidado han estado asociados a menudo a tradiciones políticas reaccionarias y antropocéntricas –formas de excepcionalismo humano que anclan sus raíces en la ideología nacionalista del Blut und Boden, atesorada por la extrema derecha y que la Europa fortaleza no desmiente–, la corrosión de los suelos contemporáneos contiene también una posibilidad afirmativa para pensar su reconstrucción. Así, mientras ciertas élites ya fabulan con una vida sin suelo compartido –en su casa-búnker con reservas de hectómetros de oxígeno para sobrellevar la hecatombe planetaria–, proliferan también comunidades de prácticas que ligan la posibilidad de la habitabilidad a la restauración y repoblación de suelos devastados. Ahora bien, si hemos cambiado de mundo y, además, el suelo parece estar en vías de desintegración: ¿qué podemos hacer?
La propuesta de Latour (2021), transmutado en geógrafo, remite a la necesidad de re-describir nuestros territorios, inspirándose en los Cahiers de doléances previos a la Revolución francesa: “La descripción relocaliza, repuebla, pero también, y es lo más imprevisto, restituye el poder de actuar” (p. 95). Abundando en esa idea, en una reciente entrevista en la revista francesa de psicoanálisis Mental (Hoornaert, Leblanc-Roïc y Roïc, 2022), Latour habla de que “sólo la descripción permite pasar de la angustia primera a la segunda” (p. 90); de una angustia frenética o paralizante a un hacer colectivo que hace pensar y actuar. Como sucede con la transferencia en el dispositivo psicoanalítico, describir es avanzar hacia el otro: no opinar desde el yo, no fundar un nuevo culto crítico, sino socavar el yo. Describir es arrojarse al mundo para conocerlo y, ahí, trabajar en sus agarres.
Para describir es necesario asumir un cierto no saber, abandonar nuestra posición de dominio y reconocer que, en un mundo en metamorfosis, no conocemos bien ni el suelo que pisamos. Describir, por tanto, es una tarea inacabable, reiterada, un modo de vida. Esto no prescribe un modo de descripción como una actividad desgajada del mundo (las hay más o menos intervencionistas). Tampoco su carácter representacional (las hay más alegóricas o más realistas, en el modo del periodismo o en el de las artes). Sea como fuere, cualquier modo de descripción implica una forma del deseo: un salir de sí. Por tanto, en lugar de intentar nombrar y acallar el mundo y su sintomatología; describiendo, que es lo mismo que decir viviendo, podemos ir en busca del suelo perdido, para recomponerlo, reactivando, también, su potencia política (Stengers 2017), incluso cuando no nos queda esperanza.
Pero, la esperanza es el vuelo que describe una mariposa cuando, en su sutil aleteo para salir de la crisálida, desea la transformación compartida del mundo.
Referencias
Coccia, E. (2021). Metamorfosis. La fascinante continuidad de la vida. Siruela.
Freud, S. (2013a). “Lo ominoso”. En Obras completas, Volumen XVII (1917- 19). Amorrortu.
Freud, S. (2013b). “Inhibición, síntoma y angustia”. En Obras completas, Volumen XX (1925- 1926). Amorrortu.
Hornaert, G; Leblanc-Roïc, V. et Roïc, T. (2022). “Rencontre avec Bruno Latour: Nous sommes des squatteurs alors que nous pensions être des propriétaires”. Mental: Revue Internationale de psychanalyse, nº 46 (Écologie lacanienne), pp. 81-96.
Lacan, J. (1971). Escritos 1. Siglo XXI.
Lacan, J. (2007). El seminario 10: La angustia. Paidós.
Latour, B. (2004). Why Has Critique Run out of Steam? From Matters of Fact to Matters of Concern. Critical Inquiry, 30, 225–248.
Latour, B. (2017). Cara a cara con el planeta. Una nueva mirada sobre el cambio climático alejada de las posiciones apocalípticas. Siglo XXI.
Latour, B. (2019). Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política. Taurus.
Anthropogenic atmospheric phenomena (heat, hurricanes, pollutants, wildfires) pose increasing challenges to multispecies inhabitation. How is care re-invented when undoing the patchy effects of environmental violence? We aim to discuss anthropological experiments with ‘ecologies of support’.
Long Abstract
Due to anthropogenic intervention atmospheric phenomena, such as air pollutants, heat, hurricanes, thunderstorms or wildfires are every day more – albeit in some contexts more than others – posing impossible challenges to collective inhabitation, human, and other-than-human. This panel wishes to ask what forms of care and enduring are being repurposed and invented when relating to the many challenges these atmospheric conditions pose, attempting to undo the patchy effects of environmental violence.
In approaches to human and multispecies care in anthropology, environmental humanities and STS, the use of ecological tropes (e.g. landscapes) abounds to describe changing or complex social and material configurations, but what might it mean to re-think care as an atmospheric matter? Talking of ‘ecologies of support’ we wish to account for experimentation with generative and unsettled care responses to atmospheric phenomena that are hard to apprehend, due to their sheer phenomenological ungraspability (because of either their temporal or spatial scales: too fast, too slow, caught in between deep and shallow time, microscopic or gigantic, happening in non-coherent or non-unitary ways), hence requiring a vast array of devices and collective work to articulate or to become sensitized to them.
Beyond conceptual takes, we seek to foster a range of explorations and responses where anthropology could become an atmospheric care practice. Thus, we would also like to welcome approaches to collaborative, public, more-than-textual ethnographic works in a wide variety of guises and atmospheric topics experimenting with setting up ecologies of support in their own right.
Micol Rispoli y Ramon Rispoli han editado la maravilla de compilación “Design, STS e la sfida del più-che-umano | Diseño, STS y el desafío de lo más-que-humano“, bilingüe en italiano y castellano.
Terraformazioni es un proyecto fascinante, publicado por la editorial italiana Cratèra edizioni, que tiene por objeto poner en diálogo investigaciones científicas y artísticas en un espacio abierto a la reflexión sobre la cultura del proyecto arquitectónico.
Junto con Ignacio Farías y Felix Remter colaboramos en este espectacular número inicial, rodeados de mucha gente querida e inspiradora, con un texto reflexionando sobre nuestra experiencia pedagógica en Múnich.
¿Cómo diseñaríamos con animales si hiciéramos el contrato correcto?
Resumen
En respuesta a las complejas crisis medioambientales de origen antropogénico, recientes desarrollos en arquitectura y urbanismo buscan explorar otros materiales, tecnologías, recursos y modos de colaboración. Pero, ¿y si lo que estuviera en juego no fuera el rediseño de las formas arquitectónicas y de los paisajes urbanos, sino el rediseño de las prácticas arquitectónicas y de diseño urbano? Este capítulo muestra una especulación colectiva para hacer esta cuestión pensable, un trabajo en el que lo “más que humano” supuso algo más que el contenido de un brief de diseño, requiriendo más bien abrirse a las competencias ‘no sólo humanas’ en procesos de codiseño y a las incertidumbres que se derivan de las interdependencias terrestres y multi-especies. ¿Cómo cuidar, pues, en la práctica arquitectónica de los complejos enredos terrestres que articulan los espacios de cohabitación humana y más que hu- mana? Este texto no proporciona directrices o principios generales para ha- cerlo, sino que describe un enfoque experimental orientado a re-aprender la práctica de la arquitectura por medio del encuentro con animales. Dialogando con los estudios de ciencia y tecnología o las humanidades ambientales y sus reflexiones sobre las relaciones multi-especies, describimos un experimento pedagógico en el que ciertos animales fueron tratados como acompañantes epistémicos para repensar la práctica arquitectónica, involucrando así sus competencias para intentar diseñar con ellos.