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La ecología de saberes vibrantes de Bruno Latour

Texto publicado simultáneamente en Ankulegi & CTXT

La catástrofe ambiental nos trae de cabeza. Por todas partes aparecen movimientos activistas, pronunciamientos reaccionarios que se les oponen y propuestas de soluciones que se expresan sin ningún atisbo de duda. En esta situación de estupor, en la que empezamos a tomar conciencia de la finitud planetaria, el trabajo de Bruno Latour (fallecido el pasado 9 de octubre de 2022) pudiera ser de gran inspiración para cultivar ecologías vibrantes de pensamiento colectivo, con el fin de abordar los retos del “Nuevo Régimen Climático”. 


Ecologistas en guerra

En Alemania, donde he vivido los últimos 8 años, nadie habla de otra cosa: Lützerath. Quizá os suene, es el primer lugar donde han arrestado a Greta Thunberg, tras una prolongada ocupación, sentadas y una batalla campal por su desalojo. Desde hace casi dos años, una infinidad de activistas luchan en este pueblo del Oeste del país al grito de keep it in the ground (dejadlo en el suelo) o Klimaschutz ist Handarbeit (la protección del clima es un trabajo manual). Su objetivo es evitar la desaparición del pueblo ante la ampliación de la mina de lignito a cielo abierto de Garzweiler, que ya ha engullido varias localidades colindantes. 

Aunque la ampliación de la mina no es una nueva medida, ha cobrado un carácter extremadamente complejo tras la invasión de Ucrania. A pesar de ser cuestionada por más de 500 científicos, la retórica de cortar la dependencia energética de Rusia ha intensificado la necesidad de extraer carbón localmente, lo que algunos residentes han percibido como una traición por parte del partido Verde, integrante del gobierno de coalición alemán. Esta traición parece haberse visto refrendada por las declaraciones de un parlamentario de los Verdes, que acusa a estas personas que protestan (como también están haciendo grandes medios alemanes) de haber roto con la tradición de la no violencia del movimiento ambientalista, atentando contra la propiedad y la integridad física de otras personas. 

En mitad del ruido, una foto de Marius Michusch se ha hecho icónica; tanto por la excavadora que representa––un ser cometierra, verdadero devorador de paisajes––, como por la protección policial que documenta––reflejando la violencia de que no hay alternativas al modelo de producción extractivista––. La imagen constituye un buen resumen de los dilemas contemporáneos de un mundo ante el abismo. Espoleados por la sensación de que a nuestro alrededor el mundo arde y la gente sufre, vivimos una época de renovadas pasiones ambientalistas, a las que muchas veces se les oponen distintas formas de negacionismo. Frente a la defensa del pueblo, hay quienes sugieren que el desalojo se haga rapidito, que se dejen de tonterías, que hay que poder seguir calentando nuestras casas, que no pasa nada.

19:42 Bagger extrem nah an Arbeitern und Polizei. Strategie von RWE; Aktivistisch nutzbare Fläche schnell wegbaggern. #Luetzerath. Marius Michusch https://twitter.com/marius_mich/status/1610708837463474183/ (7:44 PM · Jan 4, 2023)

Pero claro que pasa. Estamos en un momento muy complicado y vertiginoso. Algo ha cambiado en muchos de nosotros. Quizá fue un poco antes de la pandemia, con esos fuegos desbocados de Australia y sus koalas calcinados. O quizá fueron las olas de calor que aplastaron Europa el pasado verano. Ya no somos los mismos, ni siquiera los que se niegan a aceptar que algo esté pasando. Algo no termina de funcionar en nuestra forma de vida. Ante los reiterados avisos de la catástrofe ambiental en curso, la búsqueda de seguridad lleva a algunas personas a aferrarse a pronunciamientos identitarios rotundos, cuando no profundamente violentos. Pero también se suceden las visiones apocalípticas. Y, para hacerlo todo aún más complicado, revolotean por todos lados soluciones de distintos expertos, muchas veces incompatibles, que se expresan sin un ápice de duda. Malos tiempos para la lírica o, lo que es lo mismo, la pausa, la discusión y el pensamiento colectivo.



La esperanza (de Pandora) es lo último que se pierde

Precisamente en un momento así, me gustaría reivindicar la relevancia del trabajo de Bruno Latour ––filósofo y antropólogo de la ciencia y la tecnología, ensayista de la ecología política–– que, tomando conciencia de la finitud planetaria, ha hecho relevante otra manera de pensar, más alegre y viva, vibrante y tentativa, para hacer frente a la mutación climática. El suyo era un modo de abordar problemas gigantescos (la verdad, la eficacia, la transformación de la política como un asunto más que humano) alejado de las grandes narrativas. Su planteamiento era siempre empírico, cuando no específicamente etnográfico. Latour fue uno de los grandes artífices de lo que se conoce como “teoría del actor-red”: una caja de herramientas descriptiva para entender los modos de existencia de los modernos, nuclear para aproximarse a los dilemas de la contemporaneidad.

Por ello, cuando supe de su muerte, el pasado 9 de octubre de 2022, no pude evitar llorar. Como uno llora cuando pierde a alguien que le ha cambiado el curso de la vida, con esa mezcla de desesperación y de reconocimiento. Y recordé cómo empecé a leerlo, de la forma más absurda. En 2002 cogí el libro La esperanza de Pandora de la biblioteca de la madre de un amigo. Lo abrí, me picó la curiosidad y no lo podía dejar: aquello era un relato apasionante de los procesos de construcción de los hechos o cómo las técnicas hacen mundo. Le pedí a mi amigo traerlo de vuelta al día siguiente, pero esto nunca ocurrió. No pude proteger el libro cuando comenzó un chaparrón espantoso mientras esperaba el autobús en una parada sin marquesina. A pesar de la vergüenza de no saber cómo devolver un libro maltrecho, desde entonces Bruno Latour me ha acompañado media vida. Siempre vuelvo a él cuando necesito recordarme que el oficio de investigar puede ser también divertido y apasionante: algo para lo que, seamos sinceros, tenemos muy poco soporte institucional. Pero como siempre me recuerda desde una de mis estanterías aquel libro mojado con el que empezó todo, la esperanza (de Pandora) es lo último que se pierde.

Le conocí en persona en 2005. Aún recuerdo la fascinación de merodear con él entre las instalaciones de la exposición Making Things Public, que comisarió en el ZKM de Karlsruhe, donde fui a entrevistarlo. Sin embargo, tener de cuerpo presente a la persona que a uno le inspira no es necesariamente lo más relevante. Lo que siempre me atrajo de su lectura fue que cada vez que lo leía vibraba. Literalmente, el mundo se movía: por ejemplo, aun con el libro mojado en la mano, ese autobús que me llevaba a casa era un ente vibrátil, una componenda azarosa e inestable de distintas entidades cooperando, a través del tiempo y el espacio, para transportarnos.

Aunque tras el 15-M me distancié un poco, las prioridades eran otras y la creatividad salvaje omnipresente, desde 2019 me fascinaron sus entrevistas eléctricas en la radio France Inter. En ellas era siempre divertido y lúcido, comentando asuntos como los Gilets jaunes o el Brexit y la pandemia desde lugares interesantes. A causa de ello, poco a poco me enfrasqué en su trabajo reciente, que pone en el centro la actual mutación ecológica. Una situación que, según argumentaba, requiere de nosotros repensar el papel de los saberes, así como las formas políticas que tendremos que ensayar, pues el reto excede a nuestras actuales instituciones.

Hay muchas maneras de hacer un homenaje intelectual, también de hacerlo mal. Sólo se me ocurren algunas de intentar hacerlo bien. Frente a la idealización de personas, la historia intelectual, pues las aportaciones, para ser valoradas, requieren reconstruir bien el contexto de debates en que se hicieron: el trabajo de Latour sólo puede entenderse como un “vuelo compartido” con otra mucha gente, de entre quienes destacan, quizá, Michel Callon, Michel Serres e Isabelle Stengers (véanse estos dos artículos recientes de Callon, donde reconstruye muchas de estas interacciones: 1 | 2). Pero también, vindicar los “pequeños gestos” de una manera de pensar, como la centralidad del humor en la escritura de Latour que reseña Morgan Meyer en un reciente comentario. Y, por último, ensayar su puesta en uso, para lidiar con los problemas propios, que es lo que quisiera hacer aquí. 

Al reencontrarme con su lectura apasionada, me di cuenta de que hacía tiempo que no vivía esa frescura de volver a sentir el mundo vibrar cuando uno lee. Esta es la razón que me lleva a querer compartir mi pequeño homenaje a un pensador alegre que cultivó ecologías de pensamiento colectivo, cruciales para abordar las diatribas y los retos del momento presente. Esto no tiene que ver con hacer proselitismo, sino con querer resonar con su forma de pensar o, dicho de otro modo, con practicar un gesto latouriano. 



En la zona crítica

En su trabajo reciente hay una noción central: “Nuevo Régimen Climático”, que remite a los problemas a los que nos ha arrojado un modo de vida particular, la producción y su dependencia de las energías fósiles. Un régimen destructivo que ha transformado nuestros entornos, moldeado nuestros saberes e instituciones políticas durante más de un siglo, poniendo en riesgo la habitabilidad del planeta. Al mismo tiempo, esta caracterización sugiere la posibilidad de su transformación, de un antiguo a un nuevo régimen: lo que supone la búsqueda de otros horizontes de sentido para engendrar formas plurales de habitabilidad en un momento francamente complejo y problemático, sin garantías. De todo eso tratan el erudito Cara a cara con el planeta, los ensayos para el gran público que le han hecho popular recientemente, Dónde aterrizar y Dónde estoy, o el maravilloso catálogo de la exposición Critical Zones

Como Latour repetía incesantemente: a pesar de que la producción ha tenido efectos planetarios, no vivimos en el mismo planeta y necesitamos volver a aprender a vivir juntos. Pero para ello los modernos, principales artífices de este cambio, deben volver a entender su lugar en el mundo. El proyecto lo resumió muy bien Patrice Maniglier, en uno de los mejores obituarios académicos producidos tras la muerte de Latour: “Hacer aterrizar a los modernos supone … reabrir la pluralidad de las proyecciones terrestres. Y, también, reflexionar sobre las condiciones en las que la modernidad podría coexistir en la misma Tierra con otras formas de habitación terrestre, sin erradicarlas ni subyugarlas”. Para caracterizar esa pluralidad de proyecciones terrestres, Latour hablaba de Gaia: un término tomado de los trabajos científicos de James Lovelock y Lynn Margulis, pero que convierte en un concepto propio. 

Gaia no se trata ni de la madre tierra new age ni del planeta como totalidad sistémica o cibernética, como lo tratan las ciencias que estudian la simbiogénesis o el sistema Tierra. Antes bien, es un ente emergente, que aparece y desaparece, donde es central la actividad de los vivientes: quienes producen la inestabilidad atmosférica que hace única a la Tierra. Su consistencia es la de un tapiz parcheado, no unitario y complejo. Ese carácter requiere todos nuestros esfuerzos para conocer sus “intrusiones”, a muy diferentes escalas. Las ramificaciones e interpenetraciones complejas que Latour mostró y reflejaba en su trabajo colectivo con las científicas y los científicos de los Observatorios de la Zona Crítica, nos conminan a la tarea de no dejar de indagar nunca. Porque hacer describibles y discutibles esas “zonas críticas” (donde los vivientes se la juegan literalmente, pero también donde más se afanan para continuar haciendo mundos vivibles, en su pluralidad irreducible) no es fácil.

Lüzerath es un interesante ejemplo de ello. Según el politólogo Pierre Charbonnier, el retorno de la extracción minera a Europa tras la invasión de Ucrania rompe una distinción espacial fundacional moderna, crucial al extractivismo colonial de la producción: la que distingue “dónde vivimos” y “de dónde vivimos” los modernos. Parece previsible que, teniendo de nuevo las minas cerca de casa, estos conflictos irán a más y serán más duros, lo que podría traer nuevas vías para la ecología política. Pero esta ruptura parece habernos arrojado más bien a lo que Charbonnier llama una “ecología de guerra”, donde el frente se ha desplazado a nuestras formas cotidianas de uso energético: la situación paradójica de sostener desde el consumo la maquinaria de guerra a la que muchos nos oponemos políticamente, o donde parar la maquinaria de guerra puede tener que ver con transformar nuestra relación con la producción y sus usos energéticos. Esa ecología de guerra y sus dilemas son el trasfondo de la imagen de Marius Michusch que antes mencionaba. Es una fotografía potente que quizá gane premios, pero que, también, permite hacer una distinción demasiado rápida entre quiénes son “los buenos” y “los malos”. En la mayoría de casos la distinción es compleja. 

Pensemos en las acciones de colectivos que están redefiniendo los contornos de la acción directa del ambientalismo, como Letzte Generation (última generación) en Alemania, Just Stop Oil en Reino Unido o Futuro Vegetal en España. Más allá de la famosa y disputada curadoría de arte del fin del mundo, sopa vegetal y pegamento mediante, una de las acciones más peculiares de concienciación cívica de Letzte Generation ha sido pegarse al asfalto y hacer sentadas parando el tráfico en cruces urbanos. Tras el estupor inicial de quienes se veían forzados a parar sus coches, cada vez más conductores y viandantes reciben sus sentadas con violencia. En algunas acciones recientes, al ver que iban a bloquear la calle, los coches se han negado a parar, poniendo a los activistas en peligro y llegando a arrollarlos en ocasiones.

Ciertos medios alemanes se dirigen a estos activistas con el epíteto despectivo de Klima-Kleber (los que se pegan por el clima). Su ridiculización por parte de los medios me produce una profunda tristeza porque, a través de estas acciones, estos colectivos buscan politizar la catástrofe planetaria, advirtiendo del papel central que cumplen las energías fósiles en ello, empleando el tráfico rodado para demostrar su posición. Pero la rabia y el rechazo que muestran los conductores parece revelar que esa ecuación no es tan sencilla. Cuando menos, opera paradójicamente por abstracción: parar ese coche en concreto, no implica parar el problema y, lamentablemente, tampoco parece invitar a considerar las razones de dependencia del coche de aquellos a quienes paran. Lo que, sin duda, no hace la violencia menos desdeñable, pero ¿cómo salir de este dilema?



La importancia de describir bien

Para hacer estas situaciones pensables creo que Latour puede ser de gran relevancia. En Dónde aterrizar, por ejemplo, propuso recuperar los “cuadernos de quejas” anteriores a la Revolución Francesa, donde los diferentes estamentos fueron llamados a describir los problemas que aquejaban a sus territorios. Esta herramienta descriptiva cobró sentido renovado en el contexto de las revueltas de los Gilets jaunes, donde se puso en discusión cómo ciertas políticas ambientales pudieran impactar paradójicamente en quienes no tienen dinero para renovar su viejo diésel. En un consorcio junto con profesionales de la arquitectura y las artes escénicas, Latour y sus colegas exploraron entre 2019 y 2020 en qué podrían consistir unos “nuevos cuadernos de quejas”, desarrollando para ello cartografías personales y territoriales en diferentes ciudades francesas. Se dibujaron, así, espacios de disputa y de alianza.

A mi juicio, estas experiencias empíricas son de gran inspiración si deseamos encarar los dilemas del “Nuevo Régimen Climático”. Para lidiar con el estupor necesitamos aprender a describir bien: tomándonos el tiempo para entender las redes de las que dependemos y su escala variable. La descripción es una forma de intervención: como en los cuadernos de quejas, implica también inscribir las desigualdades que aquejan a esos territorios, sus orígenes y disputas. Al hacerlo, se hace difícil, sin embargo, convertir a unos en heroínas o héroes incomprendidos y a otros en zombis de las energías fósiles. Pero, a la vez, esa propuesta descriptiva nos permite ir más allá del enfrentamiento entre gente que, de otra manera, pudiera compartir mundo o lucha, dando paso a otras políticas de re-ensamblaje de nuestras formas de vida, más allá de la producción. Se trata de una tarea compleja, sin duda.

El septiembre pasado, Philip Oltermann publicó un artículo en el diario The Guardian que lidiaba con esa complejidad. Relataba los retos que enfrenta una planta de la multinacional BASF, en la localidad alemana de Ludwigshafen, cuyo trabajo podría verse afectado por el racionamiento del gas ruso, tras las sanciones por la invasión de Ucrania. El artículo habla de un lugar difícil de pensar: con profundos y perversos lazos socio-ecológicos, en el centro de un brutal pliegue de escalas. No sólo por sus 2850 kilómetros de tuberías. Además, la planta consume una cantidad anual de gas semejante a la de toda Suiza. A pesar de su apariencia exótica y lejana, los productos químicos que produce están profundamente incrustados en el tejido de lo cotidiano: pasta de dientes, vitaminas, aislamiento para edificios, pañales, ibuprofeno para analgésicos o suministros para la industria automovilística de media Europa. 

Desde que lo leí no dejo de pensar en ello: ¿cómo intervenir en ese pliegue abigarrado, cuyo desmantelamiento o crisis afecta no sólo al consumo de combustibles fósiles o industrias de las que subsisten muchas personas, sino también a la posibilidad de contar con productos médicos y de higiene que permiten nuestra supervivencia? En su artículo Imaginar los gestos-barrera contra la vuelta a la producción anterior a la crisis, publicado durante el confinamiento, Latour argumentaba que: “No se trata ya de retomar o de modificar un sistema de producción, sino de salir de la producción como principio único de relación con el mundo”. Pero, ¿qué gestos-barrera podemos ensayar para reensamblar lo que Ludwigshafen ha plegado de otros modos? Esta es una tarea que requiere un ingente trabajo colectivo, toda una inventiva política para explorar ensamblajes alternativos.

La inmensidad del reto produce parálisis. A esto no ayuda la proliferación de diferentes formas de ignorancia instituida o negacionismo que nos abisman. Y, muy a nuestro pesar, tampoco los relatos simplistas y guerreros de la práctica científica, tan presentes en el movimiento ambientalista. El problema de lemas como “seguir a la ciencia” o “unirse contra el negacionismo” es de orden práctico, tanto en su sentido laxo —¿a dónde, cómo, por qué medios?— como en el filosófico pragmatista: es decir, hay que explorar con calma cómo se ha construido un hecho y sus efectos —“para qué” y “a costa de quiénes”—, sin dejarnos embaucar por soluciones en apariencia sencillas. Sea como fuere, debemos llevar a cabo un importante trabajo colectivo de descripción, lo que requerirá debates llenos de disputas, si aspiramos a dirimir cómo enfrentar la tarea de armar otra forma de vida.

Entrevista a Bruno Latour (6/12)
Inventar dispositivos colectivos


Hacia una nueva clase ecológica

Para ello, quizá necesitemos renovar el vocabulario y las prácticas de la ecología política. Eso implicará, por seguir con el gesto de inspiración latouriana, pluralizar y ampliar los modos de implicación pública de la ciencia más allá de formas tan iluministas como la divulgación o la pedagogía, centradas en “tener razón”; algo que no parece muy útil para hacerse con la complejidad de los problemas y la necesidad de perpetua indagación del presente. A pesar de que debemos congratularnos de que haya devenido asunto público, necesitaremos muchas más voces que las que copan las trifulcas mediáticas entre colapsistas, decrecentistas y partidarios del Green New Deal. También, aprender caso a caso a dimensionar los debates para participar de la composición de entornos más habitables para distintos seres: sin obviar la complejidad, pero sin abundar en la desesperanza ni la esperanza estériles.

En ese sentido, en su trabajo reciente con Nikolaj Schultz, Latour habla de la necesidad de una “nueva clase ecológica” que, al igual que la obrera en el siglo XIX, debe ser construida. Sin embargo, y aquí empiezan los problemas, la clase obrera no puede ser el molde: la materialidad y el sentido de la historia son distintos, la tarea de composición de otro orden. Para empezar, la afectación de los fenómenos ecológicos es muy diversa en sus expresiones, no hay una única naturaleza. Para seguir, la producción, y no sólo su redistribución o reapropiación, es el problema. Como Latour mencionaba en ese artículo durante el confinamiento antes citado: “quizá es el momento de inventar un socialismo que discuta la producción en sí misma … la injusticia no se limita únicamente a la redistribución de los frutos del progreso, sino a la manera misma de hacer fructífero el planeta”.

Para hacerse sensible a estos retos y la indagación que eso requiere, será importante, a su parecer, equipar a esa clase. Y hablan de la importancia de las artes y su capacidad de describir y de afectar para ello. No artes pedagógicas o divulgativas: con su moral ya precocinada o desplegando un saber ya cerrado. Más bien, se trataría de experimentar con lo que denominan unas “artes políticas”: la práctica especulativa y exploratoria de las condiciones (estéticas, epistémicas y morales) desde las que abordar el “Nuevo Régimen Climático”, así como de las configuraciones políticas que se harán ahí relevantes (un trabajo que Latour inició en su libro Políticas de la Naturaleza y desarrolló posteriormente en el catálogo de la exposición Making Things Public). 

El reto, como recordaba recientemente Latour en su contribución al libro que relata la experimentación durante más de una década de la Escuela de Artes Políticas (programa de estudios que dirigía en Sciences Po), es que “no hay mundo común ni nunca lo ha habido. El pluralismo estará siempre con nosotros”. Esto requiere de exploraciones y tanteos siempre situados, dimensionando los problemas caso a caso, para explorar los contornos de lo común, pero también las divergencias. En diferentes iniciativas colectivas del propio Latour, junto con Frédérique Aït-Touati y Alexandra Arènes, la dramaturgia y el arte de los diagramas han sido dispositivos experimentales centrales, junto con las exposiciones antes mencionadas, para describir y poner en discusión distintos problemas, así como para explorar las formas de abordarlos políticamente.

La tarea de esas artes políticas para componer una clase ecológica, sin embargo, requiere el acompañamiento de una ciencia que no se centre en perpetuar el estilo aberrante que ha popularizado Don’t look up: echándose las manos a la cabeza ante lo idiotas que somos, porque no escuchamos. Antes bien, hace falta una ciencia que participe del proceso vibrante de indagación de lo existente y de lo posible. La clase ecológica, según Latour y Schultz, debiera estar integrada también por cuadros políticos y funcionarios del Estado. A pesar de la prevención que este aserto pueda generar, esto pudiera ser crucial para su éxito. Asimismo, los partidos y movimientos ecologistas deberían pasar de moralizar, apesadumbrar y regodearse en la catástrofe, a explorar, recuperar y defender, con alegría, distintos sentidos, no unitarios, de buena vida más allá del proyecto moderno (como, por ejemplo, el Sumak kawsay, pero también como en Lützerath).

Todo ello será necesario para pensar la des-economización que necesitamos emprender. Ese proceso requerirá dejar cosas de lado, frugalidad y sobriedad, pero también hacer existir distribuciones más justas de la habitabilidad y la imaginación de lo posible: ensayando distintas nociones de prosperidad para convertir esa clase ecológica en una clase abiertamente múltiple o, como diría Marisol de la Cadena, “común a través de la divergencia” (lo que hace falta en un kampong de Yakarta puede no ser lo mismo que en una eco-granja de los Alpes, y no serán lo mismo hoy que mañana). ¿Quizá esta idea de una clase ecológica permita construir puentes ayudando a confederar, sin perder las diferencias, a eco-feministas, decrecentistas, movimientos de ecología negra, decoloniales e indigenistas o a diferentes vertientes de eco-marxismo y ecosocialismo?

Frente a la dureza de lo que los próximos años traerán y para desactivar la desesperanza de los cambios que tendremos acometer, será más relevante que nunca la ecología de saberes vibrantes que Bruno Latour cultivó en vida: con su experimentación descriptiva y su pensamiento colectivo generativo. Ante el serio reto del “Nuevo Régimen Climático”, en situaciones donde el miedo nos atrapa, no nos deja pensar y caemos en la tentación de abrazarnos a quienes nos ofrecen soluciones fáciles, quizá sólo esa alegría del pensar colectivo pueda ayudar a engendrar la habitabilidad plural de nuestras zonas críticas. Ese sería su mejor legado.

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Multimodal Values: The Challenge of Institutionalizing and Evaluating More-than-textual Ethnography

The last issue of the wonderful journal project entanglements: experiments in multimodal ethnography came with the sad news that they’re closing down shop. It’s perhaps telling that our call for institutionalising more-than-textual ethnography appears in that very last issue. Perhaps it symbolically means that there’s loads of work to be done for multimodality to thrive.

This is also a text that came to be published as I discovered I would be moving to greener career pastures, after many wonderful years developing the vision we here present, and that I hope I can continue to work on as associate researcher of the Stadtlabor for Multimodal Anthropology.

Many thanks to Ignacio Farías, Julia Schröder and our many collaborators in different projects for their inspiration to think together more-than-textual anthropological worlds!

The end is the beginning is the end is the beginning!

Abstract

In this collective text, we introduce the vision and work of the Stadtlabor for Multimodal Anthropology at the Humboldt-University of Berlin and propose to explore the values of multimodal ethnographic projects, broadly construed. Thinking from our very explorations in multimodal production, foregrounding a concern on values is critical to share a conundrum that has been haunting us in recent times. Indeed, while engaging in various multimodal projects, we have been confronted with a predicament that we assume many multimodally-invested colleagues must have faced at some point: the problem of how to evaluate and even institutionalize multimodal anthropological projects. This question has started to become pressing when discussing our projects in different academic contexts. In what follows, we aim to expound and discuss the particular challenges of evaluating multimodal productions and thus of institutionalizing values for the multimodal. 

Keywords: valuation, ethnography, multimodality, evaluation, Institutionalization

Recommended citation: Criado, T., Farías, I. and Schröder, J. (2022). ‘Multimodal Values: The Challenge of Institutionalizing and Evaluating More-than-textual Ethnography’, entanglements, 5(1/2): 94-107 | PDF

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Multimodale Werte: Zur Institutionalisierung mehr-als-textueller Ethnographie

[English version of this text available here]

In diesem Text wollen wir zum einen das Stadtlabor für Multimodale Anthropologie am Institut für Europäische Ethnologie der Humboldt Universität zu Berlin vorstellen und über unsere Projekte der letzten Jahre reflektieren. Zum anderen soll der Wert von mehr-als-textuellen ethnographischen Projekten diskutiert und das Spiel als multimodal-anthropologisches Format beleuchtet werden. Während in den Anthropologien, wie in anderen sozial- und kulturwissenschaftlichen Disziplinen auch, das Schreiben und der Text ausschlaggebende Wissenspraktiken- bzw. -instrumente sind, nutzt die multimodale Anthropologie bewusst eine Vielzahl von Modalitäten, um diverse sinnliche Formen der Wissensproduktion gezielt in die Forschung miteinzubeziehen. In der mehr-als-textuellen Ethnographie wird das Textuelle zu einer von vielen möglichen Formen der ethnographischen Praxis und bildet nicht dessen bestimmende Methode. Eine mehr-als-textuelle Anthropologie schafft somit neue Zugänge für die anthropologische Praxis – gleichzeitig bringt sie neue Einschränkungen und Schwierigkeiten mit sich. Im Mittelpunkt dieses Textes steht daher eine Herausforderung bzw. ein Dilemma, mit der bzw. dem wir uns bei unserer Beschäftigung mit multimodalen Ansätzen immer wieder konfrontiert sehen und welche viele unserer Kolleg*innen ebenfalls beschäftigten: Wie können mehr-als-textuelle anthropologische Projekte bewertet und institutionalisiert werden? Diese Frage hat sich bei unseren eigenen multimodalen Erkundungen immer wieder als dringlich erwiesen. Denn trotz der vielseitigen Inspirationen, die unsere jüngsten multimodalen Projekte bereitstellten, sorgen diese ebenso für Irritationen, denn auch hier blieb das Gefühl, trotz mehr-als-textlicher Werkzeuge, nicht alles erfassen, beschreiben oder festmachen zu können. Im Folgenden möchten wir die Frage nach dem ethnographischen Wert sowie die besonderen Herausforderungen bei der Auswertung multi-modaler Produktionen erläutern und diskutieren. 

Criado, T.S., Farías, I. & Schröder, J. (2022). Multimodale Werte: Zur Institutionalisierung mehr-als-textueller Ethnographie. In: I. Kölz & M. Fenske (Eds.), Lebenswelten gestalten. Neue Felder und Forschungszugänge einer Designanthropologie (pp.27-43). Würzburg:  Königshausen & Neumann Verlag | PDF

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Paisajes activos para sobrevivir al capitalismo > Público

[VERSIÓN CORREGIDA, PUBLICADO ORIGINALMENTE EN PÚBLICO, 25/04/2022]

¿Cómo hacer posible la vida en las ruinas del capitalismo? Aunque en los tiempos devastadores que corren llevamos a rastras hasta nuestras hipérboles, esa es la pregunta que vertebra el libro La seta del fin del mundo: Sobre la posibilidad de la vida en las ruinas capitalistas de la antropóloga Anna Tsing. Un relato que captura el espíritu atormentado de una época donde el crecimiento y el progreso como los conocíamos han mostrado su cara más aciaga y tenebrosa. Pensado y escrito desde una sensibilidad etnográfica atenta a la complejidad de nuestro presente en llamas, recabando materiales e historias diversos, La seta del fin del mundo no es, pues, ni un recetario de soluciones baratas ni un ensayo que abrace el dulce láudano del apocalipsis.

Publicado originalmente en 2015 en Estados Unidos, la cuidada edición reciente de Capitán Swing es un artefacto tan embriagador (buen papel, imágenes en alta definición, letra legible, cartoné con altorrelieve, manejable y a precio asequible) y complejo como el original. Su gran hallazgo, también su elección más desconcertante, es el lugar desde el que indaga. A partir de un trabajo etnográfico de equipo realizado entre 2004 y 2011 en diversos lugares de la costa oeste de EE.UU., Japón, China y Finlandia, el libro analiza los complejos nudos entre capitalismo y ecología.

Tsing traza con gran detalle las cadenas globales de recolección, venta, estudio científico y experimentos en silvicultura para intentar cultivar, sin éxito, una rara seta que desata pasiones desenfrenadas en Japón: el matsutake, usado comúnmente como regalo o bien de lujo. Su interés por practicar una antropología de las relaciones interespecíficas en el capitalismo avanzado le lleva a desplegar un aparataje metodológico que privilegia unas “artes de la observación” para hacernos sensibles al funcionamiento de lo que llama “conjuntos polifónicos”: patchworks plagados de fricciones, antes que tejidos homogéneos, de los que el mejor ejemplo serían las relaciones interespecíficas de las que el matsutake pende. De hecho, como cuenta Tsing, el matsutake no es sólo un bien de lujo para los japoneses: un producto que condensa la nostalgia del otoño perdido y la vida de aldea, vector de la seriedad de las relaciones que se marcan con su regalo. Es, también, una forma de emergencia y supervivencia en la ruina forestal, en al menos dos sentidos, contenidos en las partes II y III del libro.

La parte II es un breve tratado de antropología económica que estudia el capitalismo de cadenas de suministro. Aquí se narra el proceso de lo que Tsing llama “acumulación de rescate”: los complejos procesos de creación de valor (como bien de regalo o de lujo) de una seta no cultivable, que crece donde nadie se la espera en antiguos bosques industriales depredados; una seta recolectada por diferentes agentes (nómadas, libertarios y migrantes) que viven “en los propios límites del capitalismo” (p.377), esto es, ni dentro ni fuera del mismo. Una cadena de creación de valor que tiene por origen una emergencia extraña de la vida, una aparición cuando todo parece perdido, en el otoño de nuestras ideas de progreso.

La parte III es un estudio de las complejas relaciones natura-culturales e interespecíficas en las que emerge el matsutake. Un relato que, antes que poner en el centro a al matsutake como especie, toma como unidad de análisis al “holobionte” del que es parte, así como sus relaciones de “simbiopoiesis”: esto es, la co-evolución y relaciones simbióticas, desde lo parasitario al apoyo mutuo, entre diferentes especies. En particular, el análisis se centra en explorar las “perturbaciones” y “diseños involuntarios” en la gestión forestal que permitieron y permiten la emergencia no diseñada del matsutake, vinculada a determinados árboles con los que co-evoluciona. Esta parte contiene, asimismo, un detallado análisis y loa del trabajo cuasi-activista de campesinos, científicos o gestores forestales implicados en la defensa del satoyama japonés, un territorio intersticial entre el bosque y el cultivo. Un trabajo de recuperación de ciertas lindes entre lo urbano y lo rural, que busca hacer viable una economía y modos de relación con el bosque alternativos. Una formación interespecífica o, mejor, un “paisaje activo” que opera, en el relato de la autora, como una suerte de “antiplantación”.

Lo que conecta ambas partes es la descripción de la precariedad existencial causada por la depredación planetaria antropogénica y, particularmente, capitalista (lo que se conoce comúnmente como la era geológica del Antropoceno). Y, más aún, el intento por mostrar distintos relatos que puedan inspirar otros paisajes activos que la sobrevivan. En ese sentido, La seta del fin del mundo desafía las historias lineales del progreso, así como los relatos conservacionistas simplistas. Parte de su complejidad radica en que sus historias crecen como las setas, alumbrando distintas “parcelas” o “retales” (patches) de los efectos interconectados, pero no unitarios de eso que llamamos el Antropoceno.

El resultado, por tanto, no es una oda a lo pre-industrial, el retorno a la naturaleza prístina y originaria, o el neo-ruralismo. Más bien la propuesta que nos hace Tsing es explorar qué capacidades de acción pueden hacerse existir en complejas situaciones ecológicas. Situaciones donde se mezclan los efectos de perturbación industrial, así como los resurgimientos simbióticos que habilitan posibles respuestas. Situaciones donde la agencia humana (a través de, por ejemplo, el cuidado, limpieza y uso del bosque) puede tener un papel relevante, pero no único. Como apunta Tsing:

“Los bosques campesinos de roble y pino han formado remolinos de estabilidad y convivencia. Pero a menudo tienen origen en grandes cataclismos, como la deforestación que acompaña a la industrialización nacional. Son pequeños remolinos de vidas interconectadas dentro de grandes corrientes de perturbación: seguramente, constituyen un buen lugar para reflexionar sobre el talento humano para poner remedio a las cosas. Pero también existe la perspectiva del bosque” (p.262)

En su “antifinal” el libro hace un enérgico alegato en favor de la ciencia abierta, abogando por la necesidad de abrir la producción del conocimiento a una multitud de colaboraciones “fúngicas” o rizomáticas (como las setas mismas), entre saberes académicos y populares. Esto es, la creación de un “paisaje activo” que permita el cultivo de saberes y prácticas no instrumentales: como el trabajo sin garantías de los bosques, con su paciencia y tiempos extraños, así como las relaciones interespecíficas a las que invita. Relaciones que a veces “no surgen gracias a los planes humanos, sino a pesar de ellos” (p.363) y que requieren ir más allá de soluciones utópicas prefabricadas o multiuso. A pesar de su compleja factura (es indudablemente un libro académico, denso y erudito) y su radical concreción en torno al matsutake, el libro nos invita a prestar atención a las complejas relaciones entre naturaleza y cultura.

Y es ahí donde el libro, en su vertiente más poética, nos sugiere rearmar nuestra imaginación ante las crisis en curso. ¿Quizá podamos inspirarnos en los valores ecológicos de las setas, así como en los proyectos de ciencia activista que el libro relata, como complejas formas de construir paisajes activos más vivibles y plurales? Donde la precariedad impera, quizá no nos quede más remedio que intentar armar muchas formas de relación fúngicas, pensando e interviniendo, desde nuestras parcelas, entornos y territorios, en los desastres en curso, aunque eso no sea garantía de nada. ¿Seremos capaces de crear paisajes activos, de muchos tipos, para sobrevivir al capitalismo y su destrucción planetaria?

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Anthropology beyond text? Experiments, devices and platforms of multimodal ethnographic practice

Last July (22-23.07.2021) the Stadtlabor for Multimodal Anthropology of the HU Berlin hosted a workshop where we invited a wide variety of colleagues working in Germany, Austria and Switzerland (D-A-CH) to share and discuss their approaches to more-than-textual ethnographic practice.

The event–called “Anthropology beyond text? Experiments, devices and platforms of multimodal ethnographic practice”–took place on Zoom, and in the spirit of thinking more in depth how to value and evaluate multimodal projects, we recorded the conversation to think whether we could find a way of creating a good-enough summary that might allow us to continue thinking and discussing about it.

After different attempts, and thanks to the good work of Nelson Ari Wilhelm, we’re sharing it with the aim of fostering the expansion of such a conversation.

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Anthropology as a Careful Design Practice?

As part of the celebrations of the 150th anniversary of the Zeitschrift für Ethnologie (Journal of the DGSKA – German Association for Social and Cultural Anthropology) Kristina Mashimi, Thomas Stodulka, Hansjörg Dilger, Anita vonPoser, Dominik Mattes and Birgitt Röttger-Rössler curated a plenary in the DGSKA 2019 in Konstanz titled ‘Envisioning Anthropological Futures‘ in which I had the honour to join a conversation with inspiring colleagues Janina Kehr, Sandra Calkins, and Michaela Haug.

Later, our contributions compiled into a manuscript for a special section of the ZfE that has recently appeared as part of the Zeitschrift für Ethnologie/Journal of Social and Cultural Anthropology, Vol. 145 – 2020, 1.


As the editors argue in their introduction:

“The contributions in this special section discuss the challenges, tensions, and prospects of doing anthropology today: How do we position ourselves as anthropologists in a time that is marked by the rise of populist and fascist movements, climate crisis, and related environmental disasters? How do we respond to highly unequal processes of social inclusion and exclusion? How can we not only describe but also contribute to an imagination of the horizons of possibility amidst capitalist ruins (Tsing 2015)? Or in other words: What is the role of anthropology in not only representing but maybe also envisioning and shaping alternative futures? Although anthropology has been entangled with geopolitical issues ever since its inception, our current “troubled times” (Stoller 2017) have brought the political back to center stage within the discipline (Postero and Elinoff 2019). They have also provoked many anthropologists to rethink the conventional descriptive or critical practices of our field and to reflect on new ways of engaged and activist anthropology (Low and Merry 2010; Huschke 2015) – or in other words, on the role of anthropology in carving out and shaping spaces that offer alternatives to dominant socio-economic arrangements, characterized by growing inequalities” (p.15)


Kristina Mashimi, Thomas Stodulka, Hansjörg Dilger, and Anita von Poser (2020) Introduction: Envisioning Anthropological Futures (and Provincializing their Origins)

In my contribution, I speculate on the possible futures for anthropological practice that might open up when, rather than studying or collaborating in corporate or professional design activities, we undertake anthropology as a careful design practice: to envision a future – for anthropology and beyond – there is perhaps no other way than to pry open the un- certain, but also deeply asymmetric and expertocratic conditions of the present. For this, we may need to place at the very core of our anthropological endeavours a critical desire to design conditions for opening up to a plurality of knowledge platforms, so as to heighten our joint arts of learning how to know and live with one another. A careful practice to undo the conditions of those whose actions have the potential to be harmful. Drawing from this, and if anthropology wants to contribute to more careful modes of togetherness, so that diverging and plural worlds can thrive, perhaps we need to envision ways of engaging with design, not just through superbly written stories with a critical or conceptual twist, but also learning to affect it ‘from within’ its own practices.

My appreciation goes to the editors for their kind invitation, and for pushing me to clarify my arguments. Many thanks to Ignacio Farías and Ester Gisbert for the mutual inspiration in envisioning pedagogic avenues for anthropology to be relevant in architectural worlds. Also, thanks to Francisco Martínez, Daniela Rosner and Janina Kehr, who commented on versions of the manuscript at various stages.

Anthropology as a Careful Design Practice?

How can we envision the future of anthropology in the present times of crisis, when the social as we knew it, and the conventional descriptive and critical practices of our discipline may no longer be adequate? Here I tentatively draw on work at the crossroads of design, where the future can be reclaimed as a disciplinary concern for anthropology. Design has recently become a significant source of methodological and political inspiration for our discipline to take part in the materialisation of alternative forms of world-making. Yet, as design is not a unitary field, I will particularly dwell on how I have re-learnt and experimented with what being an anthropologist might mean in encounters with urban accessibility design activism. In these careful explorations I have found not only an inspiring field of inquiry within knowledge politics, but also a relevant domain for interventions seeking to create technical democracy. Describing a particular case of how I became ‘activated’ by this design activism – drawing inspiration from their practices for teaching future architects – I speculate on the possible futures for anthropological practice that might open up when, rather than studying or collaborating in corporate or professional design activities, we undertake anthropology as a careful design practice.

Recommended citation: Criado, T.S. (2021). Anthropology as a Careful Design Practice? Zeitschrift für Ethnologie 145 (2020): 47–70 | PDF

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city-making more-than-human publications techniques & ways of doing uncommoning urban and personal devices

Uncommoning the city | Hacer la ciudad poco común

Guillermo Fernández-Abascal and Urtzi Grau recently edited the bilingual compilation Coches, humanos y bordillos, aprendiendo a vivir juntos | Learning to Live Together: Cars, Humans, and Kerbs in Solidarity, which has just been published by Bartlebooth. A volume on the conflicts and possibilities of new more or less digital forms of city-making and urban life.

Contribuciones de / Contributions by Ibiye Camp, Brendan Cormier, Noortje Marres, Hamish McIntosh, Simone C. Niquille / Technoflesh, Marina Otero Verzier, Tomás Sánchez Criado, Brenton Alexander Smith, Lara Lesmes + Fredrik Hellberg (Space Popular), Liam Young.

[ES] Viviremos todos juntos, eso es inevitable. Pero la llegada de los vehículos autónomos al entorno urbano plantea otra cuestión urgente: ¿cómo se integrarán estos coches sin conductor en la vida cotidiana? Las industrias tecnológicas y del automóvil que desarrollan estos vehículos también están diseñando el futuro de nuestras ciudades. Sus visiones muestran calles que incorporan tecnologías autónomas y donde los humanos deambulan, despreocupados, por un espacio público donde máquinas automatizadas circulan a alta velocidad. Estas visiones se proyectan en un tiempo lejano, y al hacerlo, ignoran las cuestiones que la llegada de estos vehículos plantean en el futuro inmediato.

En respuesta a tal descuido, este ensayo, y las reflexiones que lo acompañan, exploran los conflictos inminentes asociados a esta tecnología y como estos transformaran nuestras calles, con una hipótesis en mente: el despliegue de la tecnología sin conductor, rápida y disruptiva, no conlleva una solución urbana integrada, más bien plantea preguntas y exige imaginar como responderlas. Este libro identifica algunas, responde a otras y, sobre todo, imagina cómo humanos y maquinas podrán influir en las decisiones sobre el ecosistema urbano, colectivamente.

[EN] We are on the verge of sharing our cities with autonomous vehicles. Recent developments in driverless technologies are having an impact on our urban environment, raising questions about how self-driving vehicles could be integrated into our daily lives. Automotive and technological industries are not only developing the vehicles but also envisioning the future of our cities, a future where streets have seamlessly integrated driverless technologies and humans wander about, unconcerned by the presence of new automated machines circulating at high speeds through public space. These visions skip to a distant time and ignore the issues that these vehicles raise in the immediate future.

In response to such an oversight, this essay and the accompanying meditations explore the conflicts soon to be unleashed by this new technology and the transformation of our streets it will trigger. The current implementations of driverless technology, which are fast and disruptive, do not suggest an eventual integrated urban solution. Yet this book allows us to imagine how humans and cars might collectively influence the urban environment.

In my contribution to the volume I share a provocation on the project of urban unification of ‘smart city’ initiatives: What if rather than trying to contribute to urban unity, contemporary urban planners and designers relearnt, through different techniques and procedures (algorithmic, sensor-based, DIY or otherwise), to be affected by an uncommon city? In other words, the processes whereby cities are treated not as places of homogeneity but of divergence.

Published as Criado, T.S. (2021). Uncommoning the city | Hacer la ciudad poco común. In G. Fernández-Abascal & U. Grau (Eds.), Aprendiendo a vivir juntos: Solidaridad entre humanos, coches y bordillos / Learning to Live Together: Cars, Humans, and Kerbs in Solidarity (pp. 123-130). A Coruña: Bartlebooth | PDF EN & PDF ES

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caring infrastructures concepts formats objects of care and care practices older people participatory & collaborative design of care infrastructures personal autonomy publications security & location sociality & isolation techniques & ways of doing

Civilising technologies for an ageing society? The performativity of participatory methods in Socio-gerontechnology

For the past couple of years Alexander Peine, Barbara L. Marshall, Wendy Martin and Louis Neven have been editing the book Socio-Gerontechnology. Interdisciplinary Critical Studies of Ageing and Technology. Its main aim is to outline a new academic field called “socio-gerontechnology.” As they state:

the book explores how ageing and technology are already interconnected and constantly being intertwined in Western societies. Topics addressed cover a broad variety of socio-material domains, including care robots, the use of social media, ageing-in-place technologies, the performativity of user involvement and public consultations, dementia care and many others. Together, they provide a unique understanding of ageing and technology from a social sciences and humanities perspective and contribute to the development of new ontologies, methodologies and theories that might serve as both critique of and inspiration for policy and design.

In all likelihood the book will turn into the ultimate compilation of works at the crossroads of Ageing Studies and STS.

With my long-time friend and colleague Daniel López we’ve had the immense luck to take part writing one of the chapters (our thanks to the editors for the invitation, and for their insights in the writing process).

Looking back at our involvement in the EFORTT project, our contribution is titled:

Civilising technologies for an ageing society? The performativity of participatory methods in Socio-gerontechnology

Given the importance of participatory methods in gerontechnology – especially to prevent the uncritical reproduction of discriminatory imaginaries in technological development – the lack of appreciation of how these methods can contribute to socio-material configurations of age and technology is striking. Inspired by the semiotic-material study of methods, this chapter provides a detailed account of how participation and public engagement were performed in a project on telecare both authors were involved in between 2008 and 2011. We show how the ‘civilising’ endeavour of this project was undertaken through the creation of two different instances of participation: in the first, representatives, experts and policymakers were enacted as stakeholders, in the second, end-users (older people and caregivers) were enacted as concerned citizens with telecare as a public issue. In foregrounding the realities enacted in the performance of these methods we emphasise, in conclusion, the need to address the materialisations of later life and technology, which these participatory methods help bring to the fore in Socio-gerontechnological developments.

Published as López Gómez, D. & Criado, T.S. (2021). Civilising technologies for an ageing society? The performativity of participatory methods in Socio-gerontechnology. In A. Peine, B.L. Marshall, W. Martin and L. Neven (Eds.), Socio-Gerontechnology. Interdisciplinary Critical Studies of Ageing and Technology (pp. 85-98). London: Routledge | PDF

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animal therapy caring infrastructures functional diversity & disability rights more-than-human publications technical aids techniques & ways of doing urban and personal devices

Ensamblajes peatonales: Los andares a ciegas como prácticas tecno-sensoriales | Pedestrian assemblages: Blind people’s walks as techno-sensory practices

Nuevo artículo publicado en AIBR, Revista de Antropología Iberoamericana junto a Marcos Cereceda.

New article published on AIBR, Iberoamerican Anthropology Journal with Marcos Cereceda.

Ensamblajes peatonales: Los andares a ciegas como prácticas tecno-sensoriales | Pedestrian assemblages: Blind people’s walks as techno-sensory practices

Resumen

¿Cómo andan y cruzan las calles las personas ciegas? Esa es la pregunta, solo aparentemente sencilla, que hemos abordado a partir de un estudio etnográfico en la encrucijada de la Antropología Sensorial y los Estudios de Ciencia y Tecnología (STS) realizado en los últimos seis años en la ciudad de Barcelona. En él hemos seguido a diferentes activistas por los derechos de la diversidad visual en su cotidianidad, así como en sus trabajos de politización de las infraestructuras urbanas. A partir de una atención a la agencia múltiple y distribuida que equipa e in/habilita modos de desplazarse por la ciudad, esta pregunta nos permite describir la complejidad corporal, social, material y técnica que encierra este vulgar acto cotidiano. Nuestra indagación gira en torno a dos elementos principales: (a) la descripción de prácticas sensoriales para caminar a ciegas y (b) la descripción y examen del papel que juegan conjuntos de elementos no-humanos (animales y tecnológicos) que conforman el «equipamiento» para andar a ciegas. Profundizando el giro material y corporal de la antropología urbana sobre las realidades y prácticas de los peatones, transeúntes o flâneurs, en el presente trabajo queremos resaltar la importancia de prestar atención a los ensamblajes peatonales y las prácticas tecno-sensoriales que habilitan particulares desplazamientos: unos ensamblajes que en lugar de una ciudad hecha para el encuentro indiferente entre distintos sujetos, nos muestran una ecología compleja de soportes y acompañamientos para acoger la diversidad corporal.

Abstract

How do blind people walk and cross the streets? This has been the guiding question, only simple at first glance, of our ethnographic study at the crossroads of Sensory Anthropology and Science and Technology Studies (STS), undertaken in the last six years in the city of Barcelona. In it we have followed different activists for the rights of people with “visual diversity” in their everyday urban displacements, and in their politicizations of urban infrastructures. Paying attention to the multiple and distributed agency that equips and dis/ables modes of moving about in the city, this question allows a description of the embodied, social, material and technical complexity that this mundane act entails. Our inquiry foregrounds two main elements: (a) the description of the sensory practices unfolded in blind walks; and (b) the description and close examination of the role played by non-human actors — animals and technologies — which constitute the “equipment” to walk as a blind person. Deepening urban anthropology’s material and embodied turn to the understanding of the circumstances of pedestrians, the present work wishes to highlight the relevance of considering pedestrian assemblages and the techno-sensory practices enabling particular types of displacements. A description around assemblages allows us to unfold a description of the city not as a place for the indifferent encounter of abled subjects, but as a complex ecology of supports and accompaniments to host bodily diversity.

Recommended citation: Cereceda, M. & Criado, T.S. (2021) Ensamblajes peatonales: Los andares a ciegas como prácticas tecno-sensoriales | Pedestrian assemblages: Blind people’s walks as techno-sensory practices. AIBR. Revista de Antropología Iberoamericana, 16(1), 165 – 190 | PDF (Español) · PDF (English)

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experimental collaborations intravention publications

Acompañantes epistémicos: la invención de la colaboración etnográfica

Acaba de ver la luz el interesante proyecto de libro Investigaciones en movimiento: Etnografías colaborativas, feministas y decoloniales, editado por Aurora Álvarez Veinguer, Alberto Arribas Lozano y Gunther Dietz (Buenos Aires, CLACSO, 2020). El libro descargarse en PDF libremente.

Este libro pone en conversación un conjunto de etnografías colaborativas, decoloniales, feministas y de IAP que comparten el deseo de producir otros conocimientos y producir conocimientos de otros modos. Las experiencias aquí reunidas nos invitan a repensarnos como investigadoras/es, a redefinir el sentido de nuestros proyectos y los procedimientos metodológicos concretos a partir de los que desarrollamos nuestro trabajo, y también a transformar las relaciones que establecemos con las personas con quienes colaboramos. Es una caja de herramientas que busca ampliar el campo de lo posible y lo pensable en investigación.

Junto con Adolfo Estalella colaboramos en el volumen con un capítulo sobre la invención etnográfica. Gracias a l*s editor*s por la generosa invitación a contribuir en este libro y, muy especialmente, a Alberto Arribas por su generosa lectura y enriquecedores comentarios.

Acompañantes epistémicos: la invención de la colaboración etnográfica

Este capítulo explora la relación que existe entre colaboración e invención en la etnografía para argumentar que la colaboración etnográfica se puede conceptualizar como un efecto de la inventiva en el trabajo de campo. Sabemos que nuestros trabajos de campo son siempre más complejos de lo que el método propone y describe y que nuestras etnografías están a menudo cargadas de improvisación, creatividad e inventiva. Creemos que examinar la inventiva que muy a menudo atraviesa las relaciones de campo puede arrojar luz sobre los modos de colaboración que muchos sitios de la contemporaneidad demandan. Más importante aún, al invocar la inventiva etnográfica como un elemento central de nuestro trabajo de campo queremos hacer visible toda una serie de prácticas, técnicas y gestos relevantes que a menudo son ignorados o invisibilizados cuando planteamos que la colaboración es el producto del método. Nuestro argumento, por lo tanto, problematiza una manera habitual de pensar la colaboración como el efecto de ciertas premisas metodológicas y sugiere conceptualizar y describir la colaboración como el efecto de la inventiva etnográfica desplegada en el trabajo de campo.

Publicado como Estalella, A. & Sánchez Criado, T. (2020). Acompañantes epistémicos: la invención de la colaboración etnográfica. In A. Álvarez Veinguer, A. Arribas Lozano & G. Dietz (Eds.), Investigaciones en movimiento: etnografías colaborativas, feministas y decoloniales (pp.145-179). Buenos Aires: CLACSO | PDF